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miércoles, 17 de septiembre de 2008

PORQUÉ L"HUMANITÉ?

Fue fundado por Jean Jaurès, autor de una monumental Historia de la Revolución Francesa.

Sus colaboradores incluyeron a Emile Zola, autor del célebre alegato J’accuse.

Luego L" Humanité se hizo comunista. Aquí la historia de un retazo de la historia mundial que hoy cumple 100 años.

Por Eduardo Febbro


L’Humanité festeja este domingo 18 de abril sus primeros 100 años de vida sumido en la crisis financiera que afecta al conjunto de la prensa francesa. Fundado el 18 de abril de 1904 por el entonces líder socialista Jean Jaurès, el matutino L’Humanité es aún hoy la referencia absoluta de la clase obrera francesa, de las ONG, de la defensa de los derechos de los trabajadores. A lo largo de sus 36.650 días de existencia, L’Humanité atravesó varias épocas y muchos cambios.

El diario que los lectores compran hoy no tiene mucho que ver con el que se publicaba hace unos 10 años. La caída del Muro de Berlín y las transformaciones en el seno del Partido Comunista francés cambiaron el rumbo editorial y la razón de ser de un diario cuyos ejes fundadores fueron la postura contra el espíritu de clase, la promoción del internacionalismo, el desarrollo del sentido de lo humano, el universalismo y la educación. La historia de L’Humanité corre a la par y se hunde en los dramas del siglo que lo vio nacer.

Dos guerras mundiales, una extensa guerra fría, la bomba de Hiroshima, el derrumbe de la idea que lo impulsó y la globalización atraviesan las páginas del rotativo francés. Desde el principio. Sus comienzos fueron trágicos y comprometidos. L’Humanité nació realmente impulsado por el famoso caso Dreyfus. Este militar judío fue acusado injustamente (1894) de haber vendido secretos a los alemanes. La campaña para salvarlo de la acusación de traición movilizó a los intelectuales y hombres políticos de la época, entre ellos el escritor Emile Zola –que escribió el famoso texto Yo acuso– y el líder de la izquierda francesa, Jean Jaurès. Fue él quien le dio al diario sus primeros rudimentos ideológicos.

Para Jaurès, se trataba de elaborar un diario destinado a los militantes sindicales y socialistas, a los partidarios de la izquierda parlamentaria y a los intelectuales de izquierda. Poseído por los ideales de libertad y justicia, Jean Jaurès, primer director de L’Humanité, fue asesinado en 1914 luego de haber firmado un editorial defendiendo la paz. En 1920 L’Humanité, con 140 mil ejemplares en la calle, se convierte oficialmente en el órgano oficial del Partido Comunista francés.

Allí comienza otro período de luchas marcado por la guerra civil española y el advenimiento del nazismo en Europa. Defensor a ultranza de las posiciones soviéticas, L’Humanité promovió con todo la resistencia frente a los proyectos de Hitler. En 1939, al comenzar la Segunda Guerra Mundial, el diario, enemigo acérrimo del fascismo y el nazismo, fue clausurado, pero gracias a los esfuerzos de los militantes comunistas siguió apareciendo esporádicamente en forma clandestina.

Después de la euforia que acompañó la Liberación de París (1945), L’Humanité conocería un período de expansión dramáticamente “cortado” por brutal represión en Hungría y, sobre todo, por la invasión de Checoslovaquia por parte del Ejército Rojo (1968). La “interrumpida primavera de Praga” y las posturas asumidas por el diario le hicieron perder muchos lectores. Lo mismo ocurrió con la invasión soviética de Afganistán (1980) y luego con la llegada de Mijael Gorbachov a la cabeza de la hoy desaparecida Unión Soviética. Pese a las evidencias que la historia contemporánea estaba tejiendo ante los ojos del mundo, L’Humanité, a imagen y semejanza del Partido Comunista francés, se mostró continua y drásticamente crítico con respecto a las reformas emprendidas por Gorbachov.

Estricto, austero y fiel a la línea fijada por el PCF, los análisis del diario comunista siempre se caracterizaron por la ilustración de la oposición dialéctica entre comunismo y capitalismo. La difusión de L’Humanité muestra la evolución de sus lectores y los cambios históricos del mundo. En los años ’20, el diario tenía una tirada de 140.000 ejemplares. Cincuenta años más tarde (1970), la difusión alcanzaba 180.000 ejemplares, y en 1990, es decir luego de la caída del Muro de Berlín, el matutino vio bajar sus ventas en forma continua y drástica. Su tirada actual (48.000 ejemplares) y los problemas económicos que atraviesa prueban las dificultades para adaptarse a las transformaciones de la sociedad.

El matutino reivindica el no poco común detalle de ser el único que no pertenece a ninguna potencia financiera –banco, multinacional, etc.–. Sin embargo, es preciso señalar que a causa de la crisis, de la pérdida de sus lectores y de los cambios introducidos en el seno del Partido Comunista francés, L’Humanité emprendió una profunda “mutación” de sus estructuras, de su lenguaje, de su línea y de sus símbolos. La palabra “mutación” no es una mera metáfora, sino que evoca una nueva filosofía política impulsada por quien se encargaría de cambiarle la ropa al Partido Comunista francés, Robert Hue, su penúltimo secretario general (1994).

Hue llegó a la cabeza del PCF en el peor momento del partido y de su órgano oficial. Sangría de lectores y de militantes lo obligaron a definir un plan de acción llamado precisamente “mutación”. Los militantes comunistas dejaron de ser los de antes. El obrero fue reemplazado por un aparato político vestido con corbata y trajes cruzados. El diario corrió la misma suerte que el partido. De su tapa desaparecieron la hoz y el martillo (1996), y entre ese año y 1998 desaparecen términos históricos del vocabulario comunista. Ya nadie volvería a leer conceptos como “dictadura del proletariado”, “la internacional” o “la lucha de clases”.

Apenas asumió el control del PCF, Robert Hue denunció con ímpetu “la monstruosa ceguera frente a las terribles realidades del comunismo soviético”. El partido comunista y el diario que le servía de portavoz se volvieron irreconocibles. A finales de la década de los años ’90, L’Humanité dio el paso impensable decidiendo reformar las estructuras de su capital para que ingrese el capital privado. Por la misma época, el matutino aprovechó la tradicional fiesta que organiza cada año en el mes de septiembre y prestó su “cónclave popular” para que las modelos del célebre modisto francés Yves Saint Laurent pasearan sus formas ante una azorada clase trabajadora.

Y lo mismo hizo el partido comunista. El PCF reunió en su sede central a lo más in de París para presentar un desfile de moda del costurero Prada. La “casa del mundo obrero” (sede del PCF), construida gratuitamente por el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, fue también escenario de una exposición sobre “Jesús, la humanidad y el mundo obrero”.Las realidades del siglo XXI no son menos duras que las de finales del siglo pasado.

Convocando la memoria de su fundador, Patrick Le Hyaric, el actual director, organizó una reunión en el famoso Café du Croissant, el mismo lugar donde, en 1914, fue asesinado Jean Jaurès. En el curso del encuentro, Le Hyaric presentó los actos que celebrarán el primer centenario del diario, al tiempo que hizo un llamado a favor del aporte de nuevos capitales. Con una pérdida neta de dos millones de dólares en el ejercicio contable del 2003, L’Humanité necesita una inyección de capitales.

DVDs, CDs musicales, libros y otras iniciativas figuran en los planes de los administradores. Sin embargo, como lo recordó su director, ello no basta. Es preciso que las empresas del sector privado se unan al proyecto de un diario que, poco a poco, ha ido perdiendo sus esencias. El comunismo ha desaparecido pero quedan, no obstante, otros campos útiles que L’Humanité sabe aprovechar: la justicia, la igualdad, los derechos sociales y humanos, la fraternidad y la libertad.


Fuente: Página 12/Prensa Popular Comunistas Miranda


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