Por: J.Parra, La República.es,
Octubre - 8 - 2008
Llegó la crisis a las bolsas de todo el mundo. Los adalides del libre mercado piden un paréntesis y los enemigos del intervencionismo ruegan porque los Estados salgan al rescate de las entidades financieras, las mismas que ahogan día tras día a millones de trabajadores y trabajadoras cuya única posibilidad de acceder a una vivienda – no siempre digna – es la de hipotecar sus vidas para siempre.
Si no hacemos nada por evitarlo, esta nueva crisis no supondrá el fin del capitalismo, sino su reacomodo, y esta vez nos desafía quizá más desarmados que nunca, con nuestras organizaciones políticas y sindicales con una limitada capacidad de respuesta.
Internacionalmente quizá estemos asistiendo al robo más grande de la historia, como algunos calificaban al plan Bush para afrontar la crísis, mediante el cual 2000 dólares de cada estadounidense irían a parar a manos de los bancos. En el resto de países capitalistas la lógica es similar: privatizar las ganancias y socializar las perdidas.
Coincide la crísis – no por casualidad – con que en Europa se plantee una vez más la flexibilización del tiempo de trabajo y se proponga legalizar pactos individuales entre trabajador y empresa, al margen de los convenios colectivos vigentes, donde el trabajador, por un determinado período, renuncie a su jornada máxima de 40-48 horas, consintiendo trabajar hasta 65 horas semanales, sin contraprestación salarial alguna por este mayor esfuerzo. ¿Quieren que volvamos al siglo XIX? Si es así, habrá que volver con todas las consecuencias.
En España durante muchos años los trabajadores han ido perdiendo paulatinamente poder adquisitivo y la precariedad ha ido en aumento, mientras que los beneficios de los empresarios han alcanzado tasas de un 70%. El crecimiento económico ha sido a costa de mantener unos salarios miserables mientras se multiplicaba el coste de la vida.
Los beneficios de las empresas se disparaba, especialmente el de las entidades bancarias.
Ante el escenario actual, donde la degeneración del sistema ha anulado por completo la capacidad la intervención de los trabajadores y trabajadoras en la economía, es decir, en sus propios asuntos, es por lo que desde algunos sectores de la izquierda – como el PCE – se está empezando a plantear la necesidad de la ruptura del pacto constitucional.
Entre las razones estarían, en primer lugar, el hecho de que los derechos sociales y económicos, los servicios públicos, como el trabajo, la protección social, la planificación de la economía, la educación publica, la sanidad publica, el acceso a una vivienda digna, etc. no solo no se han cumplido ni garantizado, sino que se han deteriorado, recortado, privatizado a través de políticas neoliberales llevadas a cabo incluso por gobiernos supuestamente de izquierdas.
Se han incumplido prácticamente todos los títulos y artículos Constitucionales de derechos sociales, económicos, ambientales, y las libertades políticas van en preocupante retroceso.
La Constitución es papel mojado para los trabajadores y un bastión tras el que se escuda el poder económico y la élite política, así como una Casa Real absolutamente opaca y que se vuelve a burlar una vez más del pueblo español “subiéndose el sueldo” hasta los 9 millones de euros. Ante esto quizá el único camino posible sea entonces el de la ruptura.
El de empezar a desvincularse definitivamente de la Constitución del 78 y el de empezar a poner rumbo decidido hacia un país del que los trabajadores sean timoneles y protagonistas.
Para ello no estaría de más recordar y poner en práctica una frase de Gramsci: “Instrúyanse porque necesitaremos de toda nuestra inteligencia; conmuévanse, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo; y organícense, porque necesitaremos de toda nuestra fuerza”
Fuente: La República.Es/ Edición de PrensaPopularSolidaria_ComunistasMiranda http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com Correo: pcvmirandasrp@gmail.com
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