Por: Julián Casadiego
La victoria del “SI” más allá de que da luz verde a la continuidad de Hugo Chávez en el Poder tiene algunas columnas de barro que la sostienen en el tiempo. Esas columnas por su fragilidad pueden caerse y colapsar la plataforma que sostiene el Proyecto bolivariano.
La fragilidad está dada en el orden económico por la baja del ingreso petrolero en el volátil entorno internacional marcado por la Crisis Financiera y la posibilidad potencial de un “Crash” bursátil de proporciones gigantescas tan fuerte en intensidad como el derrumbe de Wall Street, en 1929. Los despidos masivos, la contracción forzada de los consumos, el disminuido comercio exterior a escala mundial son señales evidentes de la eventualidad de un tsunami económico global de proporciones gigantescas.
Aunque Chávez tomó la previsión de crear fondos alternativos que pueden paliar los efectos de la crisis mundial en nuestro país, el dinero se agota y no parecería probable una recuperación sustantiva de los precios del petróleo a corto plazo. Eso por un lado.
Por el otro, Venezuela como país esencialmente monoexportador de hidrocarburos, carece de respuesta productiva para satisfacer los consumos internos, especialmente en alimentos, que hoy experimentan una fuerte carestía a nivel mundial.
Nuestro país en ese mismo entorno anterior posee una fragil industria ligera esencialmente ensambladora de insumos importados. Para muestra solo un botón: una camisa manufacturada en el país cuesta más en el mercado interno que otra traida de India, China o Malasia, donde la maquila tiene vastos y fuertes bastiones.
Una camisa hecha en Venezuela o para decirlo con mayor propiedad armada en Venezuela tiene en su manufactura botones, hilo y tela importada. Esta realidad es extensible a casi todos los consumos y aun en el extremo de una confrontación armada no podríamos sostenerla porque compramos afuera desde chalecos antibala hasta los tornillos y tuercas de los pertrechos de guerra para el uso terrestre, naval y aéreo. En ese sentido, estamos en el callejón sin salida de una atroz dependencia de las compras externas.
Las compras externas traen su componente inflacionario que determina en gran medida la carestía doméstica. Se trata de un círculo vicioso enriquecido con un factor de espaculación doméstica, de manera que carece de credibilidad y sustentación la especie de que estamos protegidos de la crisis financiera mundial.
Sostener las misiones en esta coyuntura con potenciales proyecciones endémicas es un ejercicio de artilugio intelectual que se diluye por si solo, devorado por la realidad.
En esa perspectiva no pareciera antojadizo pronosticar que en un contexto de deprimidos precios petroleros internacionales, comencemos a sentir con mayor intensidad el peso de los efectos de la crisis financiera en el segundo semestre de este año.
Tenemos ejemplos: el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez transcurrió en la llamada Venezuela Saudita, de los “Ta´ barato, dame dos”. La popularidad entonces del Presidente alcanzó niveles impresionantes. Después, como es conocido vino la debacle, cuyo punto de referencia fue el llamado “Viernes negro” de 1983, durante la Administración de Luis Herrera Campins.
El país y básicamente, esa masa que este 15 de febrero sumó más de seis millones a favor del “SI”, se volcó en el pasado en respaldo de Pérez y lo llevó por segunda vez al sillón de Miraflores. La gente votó entonces por “El hombre que camina” de su perioso anterior, el providencial líder capaz de hacer milagros con la economía para salvar al país de la depresión. Esa avalancha de electores olvidó un pequeño detalle: los bajos precios del petróleo.
Pérez se sobrevaloró, se creyó el cuento de que era el gran salvador de la patria y de manera inconsulta decretó el paquete economico que desembocó en el“Caracazo”, principio del fin de su segundo y truncado gobiermo.
No es dificil concluir en que en el apoyo logrado por Chávez en esta última consulta del 15 de febrero 2009, hubo un fuerte componente de mágico providencialismo al otorgar al Líder facultades sobrenaturales para salvar al país de la debacle financiera global.
Cuando la despensa de los petrodolares mengue y no haya real para todo, la protesta y la tensión social tomará la calle. En beneficio de Chávez, habría que decir que el hombre jugó hábilmente al plantear al referendo sobre la enmienda un poco más de dos meses después de las elecciones de gobernadores y alcaldes. Sabía que con su “ahora o nunca” podía ganar y lo logró, tal vez favorrecido también por el factor abstencionista que al parecer, fue importante en sectores de la clase media.
La cuestión a plantearse en esa dirección es como manejará Chávez y su partido las inevitables tensiones sociales que se avecinan en un escenario de recurrente polarización, que el discurso presidencial aviva como el viento a la llama de una hoguera virtualmente apagada en medio del bosque.
En otro plano cuando se depliega el mapa electoral de las regiones uno observa a simple vista que el “SI” ganó en 19 estados, incluyendo el Distrito Capital y perdió en cinco, pero al utilizar la lupa del análisis también observa una virtual paridad entre los votantes de ambas opciones en numerosos estados. Cito Carabobo, Anzoátegui, Barinas, Bolívar, Distrito Capital, Falcón, Lara y Mérida. En esas regiones la diferencia entre el SI y el NO se movió en una franja de 21 mil a 36 mil votos de diferencia.
Llama la atención que en un estado con gobernador chavista como Mérida ganó el NO con seis mil votos de diferencia sobre SI. El tema es que a esas regiones no se les puede llamar bastiones chavistas, aunque la opción del Presidente haya ganado. En realidad, salvo en los menos poblados como Amazonas y Delta Amacuro, ningún estado del país es un baluarte del chavismo. En Aragua, por definirlo de alguna manera hay una transferencia del voto tradicional masista que favoreció los repetidos periodos de gobierno de Carlos Tablante y Didalco Bolívar, al chavismo, gracias al trabajo de hormiga que Isea realizó allí, en el terreno abonado por el deterioro del gobierno de DIdalco.
Para resumir el chavismo o, definiéndolo mejor, Chávez aunque se impuso (54,36 por ciento) por un millón de votos a la opción del NO (45,63 por ciento), bajó 10 puntos en términos porcentuales en relación con la votación obtenida por el inquilino de Miraflores, en su primera reelección en el 2006.
La oposición y por extensión: el descontento con Chávez y su manera de hacer política, tiene una fuerza ligeramente superior a los cinco millones de electores (votantes del último referendo) . Eso debiera contar para el Presidente en su perspectiva continuista en el sillón de mando. El Jefe de Estado deberá definir si edifica su proyecto llamado socialista con la mitad del país, excluyendo la otra mitad. Obviamente que persistirá y lo prometió la noche del 15 de febrero. Es un objetivo cuesta arriba en un panorama cuajado de nubarrones e incertidumbre.
Sin ser prestidigitador ni pretender serlo, es probable que a pesar de esta victoria, Chávez comenzó a perder, entre otras razones por las condiciones objetivas que impone la economía, en una sociedad altamente consumista, con una clase media que le incomodará como piedra en el zapato, la recurrencia de un discurso excluyente -reiterada la noche del 15 de febrero- de menosprecio a sus adversarios. Más allá de cualquier juicio de valor sobre Ledezma y los gobernadores de oposición legítimamente electos, ellos, igual que el Presidente, fueron escogidos por el pueblo en comicios libres y con las mismas reglas de juego que lo llevaron a él a Miraflores hace una década.
Chávez comenzó a perder porque está de hecho negado el ejercicio de la crítica; por la praxis maniquea de su discurso, que se expresa en exclusión; por sectarismo, un evidente espíritu de cofradía en el equipo de gobierno, por sordera ante hechos como el del célebre maletín de los 800 millones de dólares (por lo menos debió ordenar una investigación abierta); por cierta tendencia a que “Los míos son inocentes y los otros, traidores y culpables” (Casos Arias Cárdenas, García Carneiro, entre los primeros y Baduel, entre los segundos), por nepotismo, porque está lleno de reservas hacia la clase media, aunque públicamente no lo admita y sobre todo, porque hay un sentimiento de cansancio y rechazo en más de cinco millones de venezolanos que le dijeron NO.
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