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viernes, 27 de marzo de 2009

CRIMENES CON CASTIGO

Por: Jerónimo Carrera

A nuestro camarada Francisco Contreras, médico ex alcalde de Upata, víctima reciente de un “anticomunismo de izquierda”, y muy destacado hijo de las tierras aledañas al Turimiquire.

Casi podría decirse que los seres humanos somos una de las muchas especies en extinción que habitamos este planeta. Son tantas y tan evidentes las pruebas de nuestras tendencias suicidas, empezando por esa de fumar que representa la venganza de los indígenas de nuestro continente respecto al europeo invasor, que nuestra existencia luce ahora inexplicable.

Digo esto porque en estos días se habla mucho del problema de la disminución de los recursos hídricos, como una amenaza letal para la humanidad en su conjunto. Lo cual es algo que debería ser motivo de seria preocupación para quienes hoy habitamos este pedazo de la tierra que llamamos Venezuela, puesto que estamos justamente en vía de convertirlo en un desierto.

Hace poco me llamó la atención una clarinada de un lector sobre el tema del agua en nuestro país, en una carta con el título llamativo de “Atiendan el Turimiquire” (El Nacional, 2-3-09). Allí su autor, el señor Cristian Silva, denuncia los serios problemas que en materia de suministro de agua potable actualmente sufren los habitantes de la zona circunvecina de esa importante montaña.

Nos alerta diciendo: “que todas estas comunidades están ubicadas en el Municipio Montes del Estado Sucre; en el mismísimo pie de monte del Turimiquire, el principal reservorio de agua de la región nororiental de Venezuela.” Y añade la siguiente grave advertencia: “Y pronto les tocará a los habitantes de Cumaná, Puerto La Cruz, Barcelona, Carúpano, Margarita, Coche, porque todos ellos se abastecen del agua que brota del Turimiquire.”

Es lo más posible que semejante clarinada caiga en oídos sordos, tal como se dice en lenguaje popular, y por eso he creído conveniente que un venezolano “de otra época”, como lo soy yo, también diga algo al respecto.

En efecto, traigo a cuento las tremendas crecidas que con frecuencia nos ofrecía a los cumaneses el hermoso río Manzanares, al punto de casi alcanzar el nivel de su histórico puente “Guzmán Blanco”, cuando fuertes lluvias azotaban al Turimiquire. Cierta vez, por cierto, Rafael Caldera, aquel sempiterno candidato presidencial copeyano, se arremangó sus pantalones para caminar por una inundada calle cumanesa.

Algún tiempo después, con motivo de la campaña electoral de 1973, en la que participó el PCV tras de haber estado ilegalizado por Rómulo Betancourt, los comunistas presentamos un programa de gobierno en el cual figuró de modo prominente la propuesta de crear un Instituto de Conservación del Río Manzanares, tomando en cuenta que su existencia misma ya se veía amenazada por una deforestación criminal.

Desde luego que los triunfantes adecos ningún caso le hicieron a tal propuesta de los comunistas, como tampoco a otra con la cual propusimos la creación de un Instituto Nacional de Pesca, con el propósito de racionalizar e industrializar la actividad pesquera, de tanta importancia para toda la región oriental venezolana. Ahora todos los venezolanos estamos pagando las consecuencias de la total falta de previsión de nuestra clase gobernante.

En fin, en ecología no hay impunidad posible, contra la naturaleza siempre son y serán crímenes con castigo.

P.S.- Desde Cumaná, precisamente, nos llega la muy triste noticia de la muerte de un camarada sumamente popular en toda esa ciudad, de nombre Antonio Martínez pero conocido solamente como “El Mosca”.

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