Páginas

viernes, 20 de marzo de 2009

OTRA VEZ SOBRE SINDICALISMO DE ESTADO

Por: Jerónimo Carrera

Entre las instituciones públicas que caracterizan a las sociedades modernas, al menos a partir de mediados del siglo XIX, ninguna otra resulta tan fundamental para el desarrollo de una real democracia y el progreso social como lo es el sindicato. Puesto que la sociedad industrial, de la cual surgen mejores condiciones de vida para las antes mayoritarias masas del campo, está sustentada en la aparición de una clase obrera anteriormente inexistente.

El sindicato es la forma de expresión primaria de esa novedosa y creciente clase social que constituyen los trabajadores industriales, a los cuales se unen necesariamente otros sectores del mundo del trabajo, como son los transportistas, obreros agrícolas, pequeños funcionarios, y posteriormente hasta los llamados profesionales y técnicos. O sea una gran mayoría de la población en cualquier país del mundo. Tal es el proceso que hemos estado viviendo aquí en Venezuela con notable retardo. Fue a raíz de nuestra entrada en la era petrolera, hace ahora casi un siglo, que los trabajadores venezolanos comenzaron a tomar conciencia de clase, a sentir que eran víctimas de la explotación del hombre por el hombre, para decirlo en el lenguaje de los clásicos del socialismo científico.

Pero al mismo tiempo, sucedió que nuestro país perdió todo rasgo de soberanía, tomando una condición semi-colonial, con una industria bajo control de empresas imperialistas anglosajonas. Para el funcionamiento de esa industria, en tales condiciones, se requería guachimanes, y no verdaderos presidentes de la república.

También era necesario que no hubiese sindicatos, y por eso aquí no aparecen sino en 1936, cuando había por fin muerto el guachimán de turno, Juan Vicente Gómez, tras 27 años de cruel dictadura. Entramos así, tardíamente, al mundo moderno, el de los sindicatos.

Todo esto pese a existir ya la Organización Internacional del Trabajo, (OIT), antes llamada BIT, creada como respuesta patronal a la revolución de 1917 en Rusia, que había sacudido al mundo. Incluso estando “el gran demócrata” Franklin Delano Roosevelt en la Casa Blanca desde 1932. Fue entonces cuando la clase patronal inventó la ficción de una fórmula tripartita en asuntos laborales: obreros, patronos y gobiernos. Supuestamente el Estado sería imparcial, una especie de árbitro en los inevitables conflictos entre las otras dos partes.

Surgieron también los sindicatos manipulados por los patronos, con dirigentes comprados, de manera abierta o disimulada, de los cuales se ha valido la clase patronal para desacreditar al sindicalismo. Pero la fórmula más letal, más dañina para los trabajadores por su efectividad como vía hacia la paralización del movimiento obrero en su conjunto, es decir, del sindicato y del partido político de la clase obrera, ha probado ser la del sindicalismo de Estado. Esta es una fórmula que ha sido utilizada, curiosamente, tanto por gobiernos reaccionarios, abiertamente de derecha y controlados por imperialistas, como por gobiernos de izquierda, realmente revolucionarios.

Un caso muy conocido es el de la AFL-CIO en Estados Unidos, cuyos dirigentes son controlados por el partido demócrata y cuando gobierna este partido lo apoyan incondicionalmente. Asimismo lo hacen en Gran Bretaña los históricos TUC con el partido laborista. Hasta peor ha sido en México el “sindicalismo charro”, amarrado al partido PRI. Y acá también, en Venezuela, tenemos el muy lamentable ejemplo de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) al servicio del partido Acción Democrática, afiliado éste a la Internacional Socialista, o sea la II Internacional, reformista y sometida a intereses imperialistas de modo vergonzoso.

Sin embargo, a mi juicio el más triste de todos esos casos ha sido el de los sindicatos soviéticos, que finalmente no movieron un dedo en defensa de la URSS, víctimas ellos mismos del sindicalismo de Estado.

Fuente:: PrensaPopularSolidaria ComunistasMiranda

http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario