Por: Jerónimo Carrera
Ayer en Washington, aunque no lo digan las agencias que se llaman informativas, tuvo que ser una jornada impregnada de tristeza. Nada de esos típicos alardes de dueños del mundo que caracterizaron a su celebración en años anteriores, y que fueron reforzados después del asalto a la Casa Blanca por la pandilla del clan Bush.
Tras de sus tremendos fracasos en Iraq y Afganistán, acompañados por el miedo ante los impresionantes avances de la China Popular, y su impotencia para evitar el resurgimiento de Rusia como potencia, al menos en Europa por ahora, los componentes de dicha pandilla se han visto en la necesidad de esconderse un poco y han apelado a aquel muy viejo truco de poner a un “liberal” a vivir en la Casa Blanca. O sea lo mismo que sus antepasados ingleses vienen haciendo desde hace un par de siglos.
Pero lo realmente nuevo es que esta vez no se trata simplemente de uno de esos liberales que el partido demócrata se encarga de proveer, tales como el aristócrata keynesiano Franklin Roosevelt en medio de la gran crisis de los años ’30, o de un católico irlandés como John Kennedy tras de los enormes éxitos de la Unión Soviética al inicio de la década de los ’60, e incluso de unos “pobres diablos” como Jimmy Carter o Bill Clinton un poco más tarde.
En la terrible crisis general que se le ha venido encima al gran capital monopolista de Estados Unidos, casi de pronto, creen o dicen creer sus voceros, la idea genial ha sido apelar a un truco más novedoso, “algo nunca visto”, como anuncian en los circos. Así es como han puesto en la Casa Blanca a un “hombre nuevo”, una mezcla de varios orígenes étnicos, y no simplemente un negro. Es decir, justo todo un producto de lo que es ahora Estados Unidos.
La realidad actual indica que Estados Unidos se ha convertido en un país que no es blanco, ni negro, ni indio, que no es protestante, ni católico, ni de ninguna otra religión en particular. Sí es algo como lo decía de nosotros Simón Bolívar en su incomparable Carta de Jamaica: un nuevo género humano.
Su autodenominada cúpula “wasp”, originalmente de aquellas “Trece Colonias” que se expandieron de “costa a costa”, está aterrorizada ante el arrollador empuje de la muy poderosa “ola inmigratoria”.
Recuerdo que allá por los años ’50 un camarada francés, periodista, hizo un recorrido reporteril “costa a costa” y escribió un libro con título de “Los Estados Unidos des-Unidos”, señalando la falta de cohesión interna de ese inmenso país.
En efecto, estamos a un paso de ver la desintegración de Estados Unidos, tal como en el último siglo sucedió con el imperio otomano y con el británico, para citar sólo dos ejemplos. Asimismo, el caso soviético merece un detenido estudio, igual que el de Yugoslavia tras de la muerte del camarada Tito. Y también lo que ocurre en España actualmente, amenazada de disgregación.
Con mucha razón el camarada Mao Ze Dong señaló hace ya todo un medio siglo que el imperialismo yanqui es “un tigre de papel”. Y lo estamos comprobando ahora, cuando su clase dirigente tradicional no encuentra salida para sus problemas y siente que el mundo se le viene encima.
En estas circunstancias, no es algo sorprendente el hecho de verse resurgir viejos problemas, que los imperialistas creían resueltos para siempre, como el de Puerto Rico y su renovada lucha independentista.
Abajo se ha venido al suelo finalmente la aspiración de la cúpula yanqui a la dominación mundial. Hasta su histórico “patio trasero”, su tradicional “mare nostrum” caribeño-centroamericano, se les escapa. Esto explica mejor que nada lo que ocurre en estos días en Honduras, donde sus sirvientes de siempre, los liberales, se le han alzado.
Con razón, ha sido un triste 4 de Julio para los imperialistas yanquis.
Fuente: PrensaPopularSolidaria_ComunistasMiranda
http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com
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