Caracas, 25 ago. 2009, Tribuna Popular TP.- Durante estos días, semanas y meses se han evidenciado con mayor claridad una importante cantidad de elementos clarificadores de la definición y deslindes de los que el PCV ha venido alertando insistentemente.
Se reafirma progresivamente que ser revolucionario y revolucionaria no está determinado por la cantidad de camisas rojas que se tengan en el closet de la casa, ni por lo alto que se grite automática y mecánicamente la respuesta a una consigna, ni mucho menos por exigir un comprobante de militancia partidista cual si fuera el «certificado de calidad» socialista.
A pesar de los deseos y la necesidad de los muy difundidos y bien posicionados gatopardistas –aquellos que plantean cambiar «algo» pero para que nada cambie-, el proceso revolucionario venezolano ha avanzado y se ha profundizado gracias a los enraizados y ancestrales anhelos de libertad, soberanía y progreso que durante generaciones se mantuvieron latentes y activos en nuestro pueblo.
Todos y todas tenemos que tener claro esto, porque hay –incluso todavía enroscados en importantes responsabilidades de gobierno- unos personajes que se promocionan como los adalides de la Revolución bolivariana mientras desarrollan una línea política y de acción propia y personal, generalmente vinculada a beneficios económicos, muy distantes –no física sino conceptualmente- del presidente Chávez.
El gran constructor de los procesos revolucionarios, que no es otro que el pueblo, ha venido dando grandes enseñanzas, y lo seguirá haciendo.
Ojalá –como cantara Silvio-, quienes están en las máximas responsabilidades políticas, en el gobierno y en organizaciones populares, y tienen una sincera afinidad con el proceso revolucionario, asimilaran estas enseñanzas del pueblo, pero no por ellos o para ellos, sino –como hemos dicho con absoluta claridad- para que no fracase esta experiencia que vivimos en Venezuela.
Desde el PCV hemos expresado críticamente y –a pesar de los vanos deseos de más de un arribista lamesuela «neosocialista»- lo seguiremos haciendo, que tenemos aun muchas deficiencias para consolidar el camino de liberación nacional de nuestra patria, que resuelva a favor de los intereses del pueblo la batalla antiimperialista y establezca realmente los cimientos para la construcción de la sociedad socialista.
Pero, quizá para alguno sea necesario reafirmarlo, las críticas que se hacen desde el PCV –y desde cada vez más sectores comprometidos con la revolución- son reconociendo que indudablemente en diciembre de 1998 se inició una fase cualitativamente nueva del proceso revolucionario venezolano, y que seguramente la situación de nuestro país y de América Latina no fuera tan favorable como lo es actualmente, si el planteamiento bolivariano no hubiera producido este quiebre.
Sin embargo, simultáneamente, hay que reconocer que hay un debilitamiento de los niveles de fuerza con que los planteamientos de la dirección del proceso inciden hoy en las masas populares.
Los niveles de apoyo y cohesión que se tuvieron en 1999, cuando la Constituyente; en 2004, cuando el Referendo presidencial; en 2006, cuando la reelección presidencial, están muy por encima de la situación actual.
Mucho tiene que ver en esto el esquistamiento burocrático, el paquidermismo acomodaticio, la dejadez hacia las simbólicas y humanas Misiones Sociales y Educativas, la incapacidad manifiesta e indolente de gobiernos locales e instancias del ejecutivo para resolver las más elementales necesidades humanas.
Esto ha permitido que el hipócrita e interesado discurso de la contrarrevolución esté calando cada vez más, especialmente en los grandes centros urbanos y los sectores populares.
La “pérdida” de la Alcaldía del Distrito Metropolitano de Caracas y de la Gobernación del Estado Miranda, en 2008, son inocultables monumentos de esta situación.
Por eso, desde mayo de este año, el PCV insistió, tanto públicamente –por los medios masivos de difusión- como privadamente –en reuniones esporádicas con PSUV y PPT-, que la principal objeción con la propuesta de Ley Orgánica de Procesos Electorales (LOPE) era que se pretendiera decretar mayorías artificiales en los órganos parlamentarios, como respuesta a este debilitamiento de fuerza, mientras que –en revolución- las respuestas y las acciones deben ser de masas, en las masas y con las masas.
La posibilidad real y concreta de avanzar y desarrollar el proceso revolucionario es que las fuerzas revolucionarias nos articulemos para –coordinada y cohesionadamente- asumir con un programa conjunto y colectivo la lucha en el seno de las masas, para reanimarlas al proyecto socialista, depurando autocríticamente en el camino todos los vicios y errores que perviven dentro de la revolución.
Otros aspectos, también expresados por el PCV, tenían que ver con principios que no atañían solamente a este Proyecto de Ley, sino que involucran a la propia Constitución.
El tema de la representación proporcional en los órganos parlamentarios de la votación expresada en las elecciones, la representación de las mal llamadas minorías –cuando éstas podían representar incluso a un millón de personas-, el estímulo del falso principio democrático de la personalización del voto, son observaciones que se hicieron.
Sin embargo, no hubo la posibilidad de incidir para incorporar estos aspectos.
Al PCV le correspondió –entonces- expresar un apoyo crítico a esta Ley, valorando que debía interpretarse correctamente el momento histórico de ofensiva de las fuerzas reaccionarias y que –entonces- es necesario ganar tiempo que nos permita aplicar los correctivos a las causas que han generado el debilitamiento de fuerza, por lo que, las justas observaciones que en cualquier otro momento nos abrían hecho votar contra un Proyecto como el presentado, tuvimos que subordinarlas al interés mayor de poder seguir enfrentando al principal enemigo de nuestro pueblo, el imperialismo.
Pasaron los días, y saltó un hecho bochornoso.
Casi todos los funcionarios gubernamentales y de las diferentes instituciones del Estado que de alguna manera tienen que ver con el sensible tema del ruleteo de las parturientas «descubrieron» que este problema existe y han «demostrado gran preocupación», a raíz de que una madre venezolana logró sortear los controles de la estructura logística de Alo Presidente y generó que el Presidente Chávez se pronunciara sobre esta inhumana práctica.
Es inconcebible –casi tanto como cotidiano- que para muchos de estos funcionaros y responsables de instituciones, los problemas –que conoce y sufre el pueblo- existen desde el momento en que el Presidente Chávez se los hace saber e instruye que los atiendan.
Pasaron los días, y la contrarrevolución se anotó otro punto.
El mismo día que las y los revolucionarios del mundo conmemorábamos los 83 años del siempre joven Fidel, un foco vanguardista le regaló herramientas a la campaña contrarrevolucionaria, entregándole 12 nuevos «mártires».
No es, ni mucho menos, desde una posición «pacifista» que lo decimos. Los comunistas entendemos perfectamente que la lucha de clases está en momentos de agudización, y que es absolutamente lógico que en el enfrentamiento de las dos antagónicas concepciones del mundo, ninguna de ellas se entrega sin batallar.
Pero, para quienes abrazamos el ideal revolucionario, la lucha es de masas. No es un «trofeo revolucionario» ni una gran «victoria socialista» ganarle a 12 periodistas a puño y palo en «defensa» de un ficticio espacio liberado.
Son temas latentes y vitales, que están desarrollo y que cada vez más influyen en el desenlace que tendrá en corto plazo la profunda lucha de clases que se expresa en Venezuela y Latinoamérica.
Son temas que también se discutirán en la etapa final del XI Congreso de la Juventud Comunista de Venezuela, del 27 al 30 de agosto, para el que auguramos los mayores éxitos.
Fuente: Publicado en Tribuna Popular Impresa Nº 167//Edición de:PrensaPopularSolidaria_ComunistasMiranda
http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com/
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