BIOGRAFÍA POLÍTICA DE STALIN
Redactada y editada por el C.C. del PCE(M-L)
Julio de 1979
CAPITULO I EL JOVEN STALIN
CAPITULO II EN EL PARTIDO BOLCHEVIQUE
CAPITULO III ENTRE FEBRERO Y OCTUBRE DE 1917
CAPITULO IV STALIN, COMISARIO PARA LAS NACIONALIDADES
CAPITULO V EL SOCIALISMO EN UN SOLO PAÍS
CAPITULO VI LA II GUERRA MUNDIAL
CONCLUSIONES
NOTAS
CAPITULO I
El joven Stalin
En unos apuntes de viaje, escritos a finales de siglo pasado, Máximo Gorki describe así la pequeña ciudad de Gori:
"No se trata de un gran centro, parece uno de los muchos pueblos rusos; en el medio de la villa surge una alta colina encima de la cual se encuentra una fortaleza. En las laderas de la colina y a sus pies se encuentran diseminadas unas pequeñas chabolas y algunas casitas casi todas de piedra. Todo el pueblo tiene un color gris que da un tono de aislamiento y de reclusión. Sobre la ciudad un cielo de fuego, las aguas oscuras e impetuosas del Kura cerca de las casas, los montes no lejanos, en los cuales se abren con regularidad algunas cuevas -una ciudad de cavernas-; y aun más allá, en el horizonte -blancas nubes eternamente inmóviles- se encuentran los montes de la cadena principal, cubiertos de eternas nieves de plata".
Aquellas cuevas y aquellos "montes de plata" que rodeaban la pequeña villa campesina que surgía en la confluencia de dos ríos en un clima apacible y entre cultivos mediterráneos, habían constituido el último reducto de la fiera resistencia de los montañeses del Cáucaso, ante la conquista de sus tierras por el imperio zarista. Una resistencia casi individual, desorganizada y no política, cuyos líderes, medio caudillos del pueblo y medio bandoleros, habían sido exterminados por una feroz represión. Sus hazañas, agigantadas por la fantasía popular, constituían a comienzos del siglo, la materia favorita de los relatos y cuentos de los escritores georgianos que a través de la literatura patriótica se esforzaban por dar contenido y continuidad al espíritu nacional.
Georgia había perdido su independencia a finales del siglo XVIII. Los monarcas georgianos y la aristocracia terrateniente del país no habían opuesto ninguna resistencia ante el imperio zarista. Presionados por sus poderosos vecinos, turcos, persas y rusos, habían decidido vender su propia independencia a quien les garantizara la permanencia de sus propios privilegios, la feroz explotación de sus siervos y el mantenimiento de su religión oscurantista. Por ello la resistencia de estas clases había sida nula o, cuanto menos, muy débil.
El movimiento antiruso de la nobleza "no dejó ningún rastro notable en la vida de los georgianos y no pudo enorgullecerse por ningún hecho, si se excluyen algunas conjuras de nobles georgianos en contra de los gobernadores rusos del Cáucaso". Por ello el movimiento nacional georgiano adquirió más tarde un tinte claramente burgués, cuando la joven burguesía de la región vio en las mercancías y en los capitales "extranjeros" una traba para su desarrollo.
Pero también el movimiento nacionalista-burgués de Georgia resultó ser extremadamente débil y sus frutos se manifestaron más en el terreno cultural y literario que en el plano político y de la lucha. Como el mismo Stalin observará más tarde, el hecho de que la anexión de Georgia a Rusia no hubiera traído ningún cambio notable en la condición de los campesinos y hubiera dejado en el poder a los viejos amos, hizo que el movimiento campesino no adquiriera un matiz nacionalista y mantuviera sus viejas formas. Además la misma burguesía georgiana, cuyo desarrollo incipiente se había producido al amparo de las inversiones "extranjeras" del capital que pretendía combatir, veía apagados sus ardores nacionalistas por unos lazos económicos que, aun impidiéndole un pleno desarrollo e independencia, le garantizaban un mínimo de negocios y de actividad económica.
Es preciso considerar además que las inversiones de capital en la región -imponentes en algunos casos- habían determinado un desarrollo del proletariado industrial que rebasaba en mucho los angostos límites de la burguesía local. Los intentos de la burguesía georgiana por situar al movimiento obrero en la orbita nacionalista fracasaron muy pronto, al aparecer, en el proletariado industrial de la región, los primeros brotes socialistas e internacionalistas.
La Georgia de finales del siglo, que muchos biógrafos de Stalin, ansiosos de proyectar una luz gris sobre la figura del gran revolucionario, nos pintan como un rincón perdido y casi provinciano del gran imperio de los zares, era en realidad un país en plena transformación y desarrollo, aún dentro de su atraso.
Fuente: PrensaPopularSolidaria http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com/
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