Por: Douglas Gómez
Miembro de la Coordinación Nacional de la Corriente Clasista de Trabajadores “Cruz Villegas”
Las tareas inmediatas para la construcción de su unidad orgánica y programática
Caracas, 25 nov. 2010, Tribuna Popular TP/Douglas Gómez (*) Especial.- Dos debilidades caracterizan al movimiento obrero ysindical actual en Venezuela. La primera es el estado de su conciencia de clase, expresado en el economicismo de sus luchas; es decir, el estado de desarrollo de la consciencia de las y los trabajadores, desde una perspectiva marxista, no ha trascendido su condición de clase en sí, que no la deja emanciparse del yugo explotador del Capital.
En segundo lugar, el estado de dispersión y división orgánica de la clase, que se expresa en la existencia de dos Sindicatos en una sola empresa, varias Federaciones en una sola rama de actividad económica y hasta cuatro Centrales sindicales con diferentes niveles de representatividad y legitimidad social, sin mencionar la existencia de organizaciones sindicales de base no confederadas y movimientos autónomos como los Delegados y Delegadas de Prevención y el naciente movimiento de Consejos de Trabajadores y Trabajadoras.
Todo ello, lamentablemente, configura un cuadro de crisis de unidad en el seno de la clase que sólo favorece las maniobras de la patronal privada y pública y en nada favorece la lucha de las y los trabajadores en defensas de sus reivindicaciones económicas y sociales (en tanto objetivo primario de sus luchas) y mucho menos de sus derechos políticos (en tanto objetivo ulterior de esa lucha).
En las actuales condiciones de la revolución bolivariana, paradójicamente, esta crisis se expresa de variadas y disímiles maneras. Una de tantas es la crisis de credibilidad de sus organizaciones legítimas (sindicatos, federaciones y confederaciones), las cuales gozan de un enorme desprestigio en el seno no sólo de sus bases afiliadas sino también de las bases no sindicalizadas; lo que indica que, tomando como referencia que sólo un poco más del 12% de las y los trabajadores en edad de trabajar (la llamada PEA) está sindicalizada, la gran mayoría de las masas trabajadoras no cree ni se siente representada en esos naturales instrumentos de lucha.
Este desprestigio, en tanto herencia que nos dejara el cetevismo adecocopeyano, es el producto de la influencia del sindicalismo amarillo, socialdemócrata y reformista, cuya práctica pregona la conciliación de clases y sólo se atreven (cuando se atreven) a arrancarle a la patronal reivindicaciones económicas que sólo son migajas en comparación con las enormes ganancias del Capital.
Con esta práctica, las organizaciones sindicales (con las excepciones propias del sindicalismo clasista) devinieron de instrumentos clasistas de lucha entre explotados y explotadores, en instrumentos de contención de la lucha de clases en beneficio del Capital. Aunado a ello, resalta el papel jugado por la institucionalidad del Estado Burgués (Ministerio del Trabajo y Tribunales), los que, frente a las manifestaciones autónomas e independientes del sindicalismo clasista (CUTV, SUTTIS, Fetraelect y otras), arremetía contra todo reclamo, pliego conflictivo o huelga para favorecer a la patronal, desgastando con ello la lucha de las y los trabajadores y creando, en el imaginario colectivo, un estado de ánimo de frustración propicio para la desbandada y la dispersión, que al final se tradujo en una falta de credibilidad en las organizaciones sindicales.
Otra de las tantas maneras en que se expresa esta crisis de unidad de la clase es la existencia, hasta ahora, de tres formas de organización o instrumentos de lucha de las y los trabajadores que, en lo particular de sus luchas, se justifican o se comprende que actúen por separado o de manera independiente pero en lo general de la lucha, no se justifica que se contrapongan como evidentemente lo hacen en la actualidad, motivado en gran medida por prejuicios o celos de parte y parte que son inoculados desde instancias partidarias e institucionales que ejercen un nivel de influencia y control político desde afuera.
Al calor de estos prejuicios se observa por una parte la injustificada confrontación entre el movimiento sindical en todas sus variantes ideopolíticas (con excepción de algunas corrientes sindicales) con el movimiento emergente de los Delegados y Delegadas de Prevención, surgido como expresión clasista en el marco de esta revolución bolivariana, la cual, dentro de sus primeras tareas estuvo la de promover y aprobar, después de un amplio debate con las y los trabajadores, una reforma integral de la Ley Orgánica de Prevención, Condiciones y Medio Ambiente de Trabajo (LOPCYMAT), dándole mayor profundidad y contenido revolucionario.
Por otra parte, motivado por los mismos prejuicios, se observa la injustificada confrontación entre el movimiento sindical y el naciente movimiento de Consejos Socialista de Trabajadores y Trabajadoras (CSTT), que bajo la consigna del Control Obrero viene creciendo y desarrollándose progresivamente a medida que la vanguardia más consciente de la Clase asume esta forma superior de organización de las y los trabajadores, es decir a los CSTT, como una necesidad política, como el instrumento idóneo para desplegar con éxito la lucha por sus derechos políticos generales, por su definitiva emancipación y por su protagonismo en la construcción de la nueva sociedad socialista.
Esta inútil confrontación también es parte de la influencia del reformismo cetevista y de otros que se dicen del proceso, que ven en los CSTT un enemigo o intruso que viene con la intensión de desplazar a los sindicatos de las posiciones que ocupan, en tanto instrumentos naturales de sus luchas, en la dirección del movimiento de las y los trabajadores.
Por otro lado, desde algunos sectores de los CSTT, se confronta a los sindicatos con una visión impregnada de infantilismo de izquierda, al catalogarlos de organizaciones ya superadas y anacrónicas que no se justifican en una “sociedad socialista”, cuyas empresas de propiedad social “son del Estado” y en consecuencia “no hay necesidad de pelear con él para reivindicar nuestros derechos”. Tamaña visión esconde en el fondo una enorme debilidad ideológica en relación a la comprensión del carácter de nuestra revolución bolivariana, el carácter de su Estado y el papel que desempeña como instrumento de los intereses de la Clase que ejerce actualmente el poder político en Venezuela: ¡la pequeña burguesía!.
Fuente: Tribuna Popular Impresa Nº 182/Página Web de Tribuna om Popular/PrensaPopularSolidaria
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Correo: pcvmirandasrp@gmail.c
Continúa en la TP Nº 183 de diciembre.
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