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viernes, 30 de marzo de 2012

TRAS LA GRAN HUELGA DEL 29 DE MARZO ¿ AHORA QUÉ?

Tras el 29M ¿ahora qué?

Por: MARAT

La Huelga General ha sido un éxito indiscutible, por mucho que lo nieguen los piquetes tóxicos antihuelga de la patronal, su gobierno natural y la Brunete mediática que les acompaña.

No quiero dejar pasar la ocasión sin felicitar a la clase trabajadora del Estado español, a los huelguistas y al conjunto del movimiento sindical, con la excepción de algunas siglas de esquiroles organizados como la CSIF. Para estos todo mi desprecio.

El éxito de la huelga tiene un mérito extraordinario si tenemos en cuenta que

1) Los piquetes de la patronal CEOE y de sus empresas asociadas se han dedicado a intimidar, coaccionar, atemorizar, chantajear y amenazar a sus empleados que secundasen la huelga. Cientos de blogs y los propios sindicatos se han hecho eco de cuáles han sido esas empresas, por lo que son fácilmente identificables las más de 1500 grandes empresas denunciadas, sólo la punta del iceberg del matonismo empresarial. En el caso de las PYMES la presión a no secundar la huelga es aún mayor. El aliento del patrón la sienten de contínuo sobre sus cogotes los trabajadores precarios que ya están padeciendo la Reforma Laboral.

2) Ha carecido de medios de comunicación masivos que la apoyen. La práctica totalidad, con la excepción del digital del rotativo ya desaparecido, Público, cuya plantilla amenazada de despido secundó la huelga, ha intentado la desmovilización de los trabajadores, afirmando la inutilidad de la huelga, la inevitabilidad de las medidas antisociales y de la Contrarreforma Laboral del gobierno del PP, el carácter antipatriótico de los huelguistas y ha llenado de insultos a los líderes sindicales y a sus organizaciones.

3) El Gobierno del PP ha intentado la desmoralización de quienes deseasen secundar la huelga afirmando su mantenella y no enmendalla; esto es, la inamovilidad de su posición y el carácter intocable de la Reforma.

4) La reproducción del discurso ideológico de la clase dominante por parte de muchos trabajadores, carentes de conciencia de clase, les ha llevado a asumir como propios los intereses de sus enemigos de clase, los capitalistas, y a atacar a las organizaciones naturales de los trabajadores, los sindicatos. Bajo el discurso de descalificación de los sindicatos mayoritarios se buscaban indecentes excusas para no secundar la huelga general. Lo importante para ellos dejaban de ser, de este modo, las razones de la huelga para justificar su rechazo a la misma por sus convocantes más conocidos, a pesar de que fuesen decenas las organizaciones sindicales que, desde diferentes territorios del Estado, la apoyasen.

Es claro que, para estos analfabetos políticos, el problema no son CCOO ni UGT sino cualquier cosa que huela a sindicato. Se trata del tipo de tontos útiles que culpan a los sindicatos de la ruina del país pero jamás critican a los capitalistas, a los que secretamente admiran y respetan. Si la huelga la hubiera convocado el sindicalismo alternativo, se hubieran negado a seguirla en base a la excusa de su falta de representatividad. Cuando se nace con moral de esclavo, las cadenas se antojan collares de oro.

5) La propia actitud pusilánime de CCOO y UGT ha tenido cierto efecto disuasorio respecto al seguimiento de la huelga. Ambas organizaciones se han mostrado empeñadas en un planteamiento del conflicto de perfil bajo, repitiendo de forma machacona su voluntad de diálogo y negociación con el gobierno, de acuerdo a un modelo sindical que la muerte del Estado del Bienestar y del pacto social han enterrado ya –al menos desde las posturas de la patronal y su gobierno- y pactando servicios mínimos para evitar que se los impusiesen.

A esta huelga debiera haberse ido a cara de perro, sin otra voluntad que la de exigir la retirada de la Reforma Laboral y el fin de los recortes sociales y sin pactar ningún servicio mínimo que no sea el de algunos servicios esenciales (sanidad, bomberos y muy poco más). Asumir posturas contemporizadoras significa partir de una posición débil que no da suficiente confianza de vencer a quienes deben apoyar la huelga en un contexto social y de realidades personales especialmente difícil.

6) El papel esquirol y revienta -huelgas que una parte de los “indignados” –no todos, por supuesto- ha venido haciendo en los meses y semanas previos a la huelga, entre ellos la plataforma DRY, que se sumó a la misma a regañadientes sólo 9 días antes de su realización y como consecuencia de la presión recibida desde amplios sectores, incluyendo a una parte de sus propias bases. La cínica disculpa de que necesitaban tiempo para discutirlo internamente, cuando ante otras cuestiones han sido mucho más rápidos en sus debates, trataba de ocultar su deseo de ganar tiempo para no dar su apoyo al paro.

Por otra parte, en el entorno del M 15M no ha sido inusual encontrar un discurso tanto solapado como abiertamente antihuelga, más centrado en el ataque a los sindicatos que más capacidad tenían de sacarla adelante que en razonar los motivos de la huelga. En otros casos, bajo el aparente radicalismo de que una huelga de 24 horas no servía para nada justificaban una parte de los simpatizantes y miembros de dicho movimiento su rechazo a la misma. El sustrato ideológico pequeñoburgués que está en la base de este movimiento explica ese tipo de posturas de apariencia radical, en ocasiones, y posiciones políticas reaccionarias, de fondo.

Por estos formidables obstáculos que la huelga general llegase a realizarse, en un contexto de miedo a perder el puesto de trabajo por las represalias empresariales, de pesimismo como excusa para la desmovilización social, de ataques brutales desde los más variados y diversos frentes, ha sido un éxito. Y que la huelga haya paralizado sectores clave de la actividad económica del país ha sido un éxito aún mayor.

Pero la huelga ya ha finalizado.

Es el momento de preguntarse qué hacer al día siguiente de la misma porque las razones que la han justificado siguen ahí y las agresiones contra la clase trabajadora y los sindicatos van a continuar y, no lo duden, se harán más y más salvajes según vaya profundizándose la crisis y acercándose el momento de quiebra definitiva de la economía española, que entrará en este semestre en una nueva fase más aguda de depresión. Cada medida antisocial de este gobierno acelera y da bríos a una profundización en el camino de la quiebra y el rescate.

En primer lugar, es necesario romper con, denunciar y combatir el discurso de conciliación de clases y de interés nacional. El pretendido “interés nacional” es una trampa para cazar osos, el instrumento más cínico para imponer a los trabajadores el sacrificio de las consecuencias de una crisis que no han provocado ellos sino los capitalistas.

Este discurso de conciliación de clases tiene un doble origen:

a) Por un lado, el de los propios capitalistas y su partido natural, el PP, que nos hablan de la inevitabilidad y la necesidad de las brutales medidas contra la clase trabajadora. Frente a ello hay que decir que sus salvajes políticas son inútiles para recuperarse de la crisis fiscal de los Estados y de las economías nacionales porque debilitan el consumo y ello incrementa el desempleo y profundiza la propia crisis económica.

El único objetivo que tienen la Reforma Laboral y los recortes sociales en educación, sanidad, pensiones,...es el de derrotar a la clase trabajadora, desarmarla de derechos, debilitar su capacidad reivindicativa y empobrecerlos para enriquecer a los grandes capitalistas. Nunca los ricos han sido tan ricos ni los pobres tan pobres. En la Europa de los mercaderes está surgiendo un Tercer Mundo en creciente expansión. Grecia es la vanguardia pero pronto España será uno de sus mejores alumnos.

b) Por otro lado, el discurso de los reformistas y los grandes sindicatos, que pretenden un equilibrio en la exigencia de sacrificios y un impulso a la economía a partir de la iniciativa pública de los Estados. Esa iniciativa ya se ha dado repetitivamente...para salvar a los bancos y para ayudar a grandes corporaciones empresariales. Hay que decirlo alto y claro: no hay salidas a la crisis capitalista dentro del capitalismo, ni por la vía liberal ni por la vía keynesiana (1). Esperar a la salida de la crisis y, posteriormente, a una recuperación que devuelva a los trabajadores los derechos hoy robados es tan inútil como esperar a Godot.

Desde lo anteriormente expuesto, pretender un pacto social que redistribuya equitativamente el peso de la crisis es, además de estúpido, una traición de clase propia de cobardes. Y un discurso que ya no se corresponde al nuevo ciclo sociopolítico generado por la crisis capitalista, el cuál nos devuelve retrospectivamente a una dialéctica de clases propia del siglo XIX. Entre otras cosas, porque el capital, y su gobierno, ya no quieren el pacto social. LO QUIEREN TODO. Y aceptar, sin luchar la dominación de clase que se nos impone desde el terrorismo de los capitalistas es una salida propia de idiotas y suicidas.

Si se asume la certeza de esta perspectiva, es de prever un largo ciclo de luchas sindicales sostenidas en el tiempo. La brutalidad de los recortes que el gobierno del PP nos va a imponer a los trabajadores a través de los más draconianos Presupuestos Generales del Estado que hayamos conocido desde la mal llamada transición política va a ser el elemento convocante de las siguientes movilizaciones, protestas y luchas laborales de este 2012. Pero esto es sólo “el principio del principio”, como en Diciembre pasado señaló la portavoz del Gobierno Soraya Saénz de Santamaría ante las primeras medidas “anticrisis” del equipo Rajoy.

La terca realidad se impone. Será ella la que irá radicalizando las posiciones de los grandes sindicatos mayoritarios –no la voluntad de sus ultrarreformistas dirigentes, que continúan mendigando diálogo-, de sus bases y, en consecuencia de amplios sectores de la clase trabajadora. No puede ser de otro modo puesto que los capitalistas y su gobierno natural han dinamitado el territorio del sindicalismo de concertación. Ya no hay espacio para el pacto social porque nada quieren ofrecer, ni siquiera prebendas para las cúpulas sindicales.

La realidad es dinámica. Todo cambia, nada permanece. Los sindicatos, no pueden ser, por definición revolucionarios porque sus objetivos son inmediatos y se centran en las condiciones de trabajo y salariales de los trabajadores pero sí pueden llegar a ser combativos. Tras la larga modorra de la conciencia de clase que generó el Estado del Bienestar y su ficción de que todos éramos “clase media”, se abre un período en el que se dan las condiciones objetivas para la recuperación de esa conciencia de clase entre los trabajadores. Es la crisis económica, como afirmaba el marxista Georg Lukcács, la que la instiga, aunque la labor ideológica es un complemento imprescindible.

Pero por mucho que quepa esperar, a medio plazo, un giro a la izquierda en las posiciones de los sindicatos mayoritarios, éste corre el peligro de ser espoleado por un mero oportunismo nacido de la necesidad de supervivencia de las cúpulas sindicales, ante el emerger de movimientos desde la base para provocar dicho giro.

Para evitar dicho riesgo, la posición más coherente desde el sindicalismo situado a la izquierda de CCOO y UGT no puede ser la de separarse de las bases de ambas organizaciones sino la de impulsar una unidad de acción que fuerce la solidez de la radicalización que previsiblemente va a darse en este nuevo ciclo de las luchas de los trabajadores.

En el llamado sindicalismo “alternativo”, referente de los indignados, hemos visto la tentación, durante las movilizaciones que prepararon la Huelga General y durante esta misma, de separarse de las acciones que debieran haber sido conjuntas para permitir una toma de contacto con esas bases sindicales de CCOO y UGT que, en buena medida, están a la izquierda de sus direcciones. Ello no sólo no beneficiaba a la huelga sino que, de hecho, la debilitaba, al dar excusas a quienes no tuvieran clara la necesidad de secundarla, de un movimiento sindical dividido, en el que cada tribu india actúa por sus lado y frecuentemente lanzándose flechas unas a otros.

De sus direcciones podemos pensar muchas cosas, creo que muy pocas buenas, pero marchar en las luchas divididos, no sólo debilita al conjunto del movimiento sindical sino a una clase trabajadora necesitada de demostraciones de la fuerza de la unidad en los momentos decisivos de la lucha.

En otras muchas cuestiones esa unidad de acción es casi imposible, salvo que se caiga en un acriticismo seguidista de la acción sindical que en muchas empresas vienen practicando de largo los sindicatos mayoritarios. Pero en esta cuestión nadie está capacitado para tirar la primera piedra.

Pero en lo fundamental, en parar las agresiones más brutales al conjunto de la clase trabajadora, no marchar juntos en los piquetes, en las movilizaciones, es renunciar a izquierdizar, por contacto, a las bases de sus sindicatos, impulsando una dinámica que imponga una combatividad basada en la convicción ante el giro y no en el oportunismo.

De lo contrario, si a unos se les puede acusar de nostálgicos del “pactismo” a otros es posible hacerlo de sectarios.

No están los tiempos para caer en la estupidez de las liebres de Iriarte que, discutiendo si eran galgos o podencos...“En esta discusión acalorada estaban cuando los perros —galgos o podencos— se les echaron encima, dando buena cuenta de ellas.”

Fuente: Unidad y Resistencia/PrensaPopularSolidaria_PrenPopSol_PPS
http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com
Correo: pcvmirandasrp@gmail.com

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