Por: Timoleón Jiménez, Comandante de las FARC-EP
“Por medio de la presente respondo la amable e importante misiva que hicieron pública el pasado 26 de septiembre, comunicación que agradecemos profundamente por ver en ella una muestra del compromiso e iniciativa colectiva de todas las personalidades que componen CCP.
De entrada, me parece importante resaltar el carácter progresista y humanista que ha demostrado tener CCP desde el inicio mismo del proceso de gestación que le dio vida. La existencia de CCP demuestra la magnitud de las reservas democráticas con las que cuenta la nación.
Valoramos altamente el deseo de todos Uds. de aportar en la construcción de un acuerdo nacional que traiga la paz con justicia social y una auténtica democracia a nuestro país. Es una nueva muestra del sentimiento patriótico que caracteriza a sus integrantes, quienes con su altruista labor, han tendido puentes y allanado caminos para la reconciliación entre los colombianos.
Su carta llega en momentos en los que todo el nervio de nuestra organización se apresta a participar resuelta mente en las conversaciones de paz con el gobierno nacional, que en nuestra opinión, han de conducir hacia la superación definitiva de los factores que dieron origen a la expresión armada del conflicto social y político que hoy compromete la vida de toda la nación y el futuro de nuestro pueblo. Es un compromiso de toda la guerrillerada y como tal será asumido con toda la seriedad y la altura que el momento requiere.
Los integrantes de las FARC – EP compartimos con CCP la convicción de la urgente necesidad de lograr una resolución concertada y tratada a profundidad de los diversos puntos que resultan problemáticos para la población civil dentro del escenario de la guerra que se desarrolla en nuestro país.
Compartimos igualmente la preocupación no solo por la prolongación en el tiempo de esta confrontación, y sus dolorosas consecuencias sobre la población, sino también por la degradación que ha sufrido el conflicto con la introducción, la creación y el apoyo, a veces abierto, a veces soterrado por parte de variados organismos del Estado a los grupos paramilitares y las graves infracciones a la dignidad humana cometidas por las Fuerzas militares, reconocidas pero hipócrita mente denominadas “falsos positivos”.
Coincidimos también en que el mayor sufrimiento a causa de esta confrontación recae sobre los dolidos hombros de nuestro pueblo. Por eso mismo hemos insistido en que no es posible llegar a una paz verdadera sin realizar modificaciones estructurales al injusto andamiaje sobre el cual se erige el régimen político colombiano.
Como lo han reafirmado públicamente nuestros voceros para el diálogo, consideramos que la discusión de los puntos por Uds. planteados será un elemento de gran ayuda para el avance en la mesa de conversaciones.
De nuestra parte planteamos que, en caso de no ser posible alcanzar el fin de la confrontación en esta oportunidad, avancemos hacia la construcción de un tratado de regularización de la guerra, que incluya la cuestión del uso y empleo bilateral de explosivos y de operaciones de bombardeo indiscriminado en zonas densamente pobladas; el seguimiento a las denuncias de las víctimas; el tratamiento digno de nuestros prisioneros en las cárceles; así como la verificación de todo el proceso y de los acuerdos salidos del mismo, por parte de una comisión encabezada por organismos internacionales escogidos a mutuo acuerdo entre las partes.
Eso, en consideración a que en Colombia existe una guerra civil, inmensamente desproporcionada en medios y combatientes, degradada, y sucia por parte del Estado, en la que nuestros prisioneros de guerra ni siquiera son reconocidos como tales, y en consecuencia las normas del DIH resultan insuficientes; en esa misma dirección, nos parece cardinal poder generar un marco interno que permita trascender los estrechos límites del DIH (el cual, desde su constitución misma, ha desconocido las peculiaridades de los conflictos armados de orden interno).
En igual sentido, vemos con interés también la propuesta de cese bilateral al fuego y hostilidades, y manifestamos nuestra disposición a discutir con el gobierno nacional las condiciones en que podría darse, teniendo como horizonte un tratado como el que se mencionó anteriormente
Con toda franqueza, el Estado debe reconocer que en Colombia viene empleando métodos de guerra sucia desde hace más de 30 años (eso, en privado lo reconocen hasta los mismos altos mandos militares); el Estado utiliza la población civil como escudo, ubicando ex – profeso bases militares y puestos de policía en el centro de bienes protegidos, plazas públicas y caseríos. En las FARC-EP tenemos centenares de guerrilleros amputados, lisiados y desaparecidos, como consecuencia de las minas antipersona y kleimor que siembra el ejército alrededor de las bases y en desarrollo de operativos. Esta realidad, invisibilizada por todos los medios de comunicación, hace aún mucho más oportuno su planteamiento.
Las propuestas que CCP plantea tienen por virtud, que representan el aporte de las organizaciones populares y los movimientos sociales a una lucha que, en nuestra opinión, es de todo el pueblo colombiano. Y resulta importante, además, porque no vienen solas sino que son partícipes del torrente de iniciativas surgidas de diversas organizaciones como el MOVICE, el movimiento estudiantil, el Congreso de los Pueblos, el COMOSOC, la Marcha Patriótica, la Minga Indígena y diversas organizaciones y ONG’ s, quienes también se han manifestado a favor de la apertura y profundización de los diálogos, por alcanzar la paz con justicia social, que pretendemos adelantar y llevar a cabo.
Hemos sostenido, desde los acuerdos de La Uribe de 1984, que es imposible el logro de la paz sin la participación de las fuerzas vivas de nuestro país. De allí que consideremos que las conversaciones de paz competen a todos los ciudadanos y ciudadanas, organizaciones comunitarias, cívicas, movimientos sociales, partidos políticos, iniciativas populares, asociaciones de víctimas, convergencias gremiales, en conclusión: a Colombia entera.
El escenario que mejor recoge ese espíritu participativo y democrático, debe incluir la reunión de los principales procesos organizativos, sociales y políticos a nivel nacional y regional, las etnias y minorías políticas, así como generar los mecanismos que permitan la participación del pueblo en las esferas locales.
Estamos seguros que CCP como parte de ese escenario dará un importante aporte para que el movimiento popular de nuestro país no se quede al margen ni disperso, sino por el contrario, se unifique en la construcción de ese espacio y propicie la apertura de una compuerta de comunicación con la mesa de diálogo en la que el pueblo, que es quien ha padecido con rigor la guerra, sea protagonista también en la construcción de la paz.
Nuestro equipo de trabajo para las conversaciones de paz está comprometido con la evaluación y puesta en discusión de los puntos y propuestas aportadas por Uds. y así mismo invita a toda la ciudadanía a participar de estas conversaciones que no son un conciliábulo secreto sino que le pertenecen a todo nuestro pueblo en su conjunto.
Porque, como nos enseñara nuestro gran maestro y paladín de la lucha por alcanzar una paz democrática en Colombia, Jacobo Arenas: El destino de esta patria no puede ser el de una guerra civil permanente”.
Fraternal mente,Timoleón Jiménez.Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC EP.Montañas de Colombia, Octubre 18 de 2012
Fuente: ANCOLL/PrensaPopularSolidaria
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