Páginas

viernes, 21 de marzo de 2014

CIEN AÑOS DE MARX: EL PROLETARIADO, LA AUTODETERMINACIÓN DE LOS PUEBLOS Y LA CUESTIÓN NACIONAL


 

 

Monografico de punto y hora sobre marxismo, Apalategi y opiniones de los partidos

Presentamos este trabajo de Punto y hora celebrando un aniversario de Marx, publicado en 1983  en la revista de la izquierda abertzale Punto y Hora, controlada en aquel entonces por el HASI de Txomin ziluaga, y esto es importante de recalcar por el articulo destacado de J. Apalategui donde se rebaja y niega la aportación leniniana a la cuestión nacional.
El antistalinismo de Jokin Apalategui no es óbice para publicar sus reflexiones, muy al contrario, es de obligación su estudio y lectura del libro del que es autor junto a Paulo Iztueta,  es riguroso en sus apreciaciones historicas aunque extrae erroneas conclusiones siempre enfocadas a la suprema causa de la nación vasca (la moneda de las dos cara nunca se mantiene en pie, siempre cae hacia un lado). Pero hay que destacar su veracidad en contraposición a la manipulación de la que hacen gala otros ideologos  abertzales que nos presentan un falso lenin independentista.


Jokin Apalategi , monografico 100 años de Marx en punto y hora
En el siglo XX la nación constituye verdaderamente un pretexto para el reforzamiento estatal; el interés nacional legitima el Estado soberano o expansionista. En este sentido, el proyecto socialista se halla obligado a tener en cuenta este dato para, a partir del mismo, contestar sus fundamentos y sus consecúencias, y de esta manera el proyecto socialista se sitúa deliberadamente en una perspectiva de internacionalismo.

Pero una vez expuesto el proyecto, una vez reivindicada la perspectiva, comienzan las dificultades que vienen dadas por el hecho de que, por una parte, la doctrina leninista pretende en cada caso realizar «el análisis concreto de las situaciones concretas», que hacen, por otra parte, que el proyecto comunista contribuya a su vez al reforzamiento del Estado que, en una cierta época ha pretendido realizar «el socialismo en un solo país» y que, de forma insistente impone sus imperativos de política extranjera; esto a su vez hace que la cuestión nacional en el siglo XX se multiplique en significaciones diversas y a la vez contradictorias. Por todas estas razones, la reivindicación de internacionalismo que parece conllevar el proyecto socialista no supone ninguna unidad de significación.

Recordemos, eso sí, que aún admitiendo la unidad de una trama en la temática socialista, es evidente que la «cuestión nacional» se plantea diferentemente en 1848, en 1900, en 1917, en 1945, en 1983 ...

Una vez introducidos en el tema, con este resumen de tipo general adentrémonos en lo histórico del movimiento marxista internacional, donde podemos destacar dos tiempos respecto al problema nacional.

Dos tiempos en el planteamiento de la cuestión nacional

En un primer tiempo, se «ignora» la cuestión nacional; una cierta concepción de la historia enseña que su motor no es la guerra entre los pueblos, sino la lucha de las clases; así la nación sólo se toma en cuenta en tanto que forma “ideológica” del Estado capitalista e imperialista, y el internacionalismo es el programa de combate contra ese Estado.

En un segundo tiempo, se “reconoce» la existencia de una cuestión nacional que se impone por diferentes concreciones históricas, pero, ¿de qué cuestión nacional se trata? Sin duda de la misma de siempre, concebida de manera tan estrecha como siempre, sobre todo cuando se trata de proclamar la unidad del Estado- Nación soviético y la necesidad de «servir» los intereses de su politica extranjera. El internacionalismo queda inscrito en el programa socialista: justifica el reconocimiento de las vías nacionales en el cuadro de la coexistencia pacífica, la disociación de la ayuda económica y política al Tercer Mundo, la limitación de la soberanía en el campo socialista, etc.; a saber, ve  reforzada sus significación primera: desprecio de la cuestión nacional en sí, exaltación del Estado.

La postura de los fundadores del marxismo

Si pasamos a precisar más las posturas de los diferentes teóricos del movimiento internacional marxista podemos concluir que para Marx y Engels el nacionalismo es fundamentalmente una ideología ligada a un cierto estadio del capitalismo; los casos de opresión nacional son ciertamente condenables moralmente pero pueden ser necesarios históricamente: recordemos aquella frase «no hay que ver una nacionalidad oprimida en todo ladrón de corderos en conflicto con Turquia ... ».

Se mira bajo el mismo prisma a la hora del examen de los problemas «coloniales»: las conquistas coloniales se hacen ciertamente en nombre de intereses detestables (se nos dirá) pero pueden representar una necesidad histórica: están ligados al progreso de la civilización y del capitalismo y a este título pueden ser comprendidos como estadios necesarios de la revolución socialista ...

Una conclusión es cierta: la revolución socialista es el prisma desde el cual se mira la cuestión nacional. Nunca jamás la cuestión nacional se tiene en cuenta en sí misma. Siempre se minimiza. Esta reducción se deriva lógicamente de la conceptualización marxista global que de ninguna forma considera la nación como una categoría fundamental, explicando la historia esencialmente como una evolución socioeconomica donde las principales realidades motrices son las categorías de modo de producción que integran los principales grupos sociales: es decir las clases. La nación, como otras tantas realidades se explica como epifenómeno de la intersección de las realidades denominadas fundamentales. Incluso Marx trata las cuestiones nacionales como cuestiones provenientes de la estrategia o aún de la táctica política más que de la teoria; estrategia y táctica ellas mismas al servicio de una evolución histórica cuyo motor es la lucha de clases. Ahora bien precisamente para Marx, en esta evolución histórica, la nación está condenada. El internacionalismo no es un programa sentimental, el proletariado no tiene en este momento ningún interés nacional en un proceso mundial que la burguesía ha puesto ya en marcha. La solución de la cuestión social manda pues sobre las cuestiones nacionales.

Esta marginación del problema nacional conserva una doble significación: por una parte hay una sobreestimación de la cuestión social, y por otra parte se remite a las «grandes naciones» y no a los problemas de las minorías nacionales. ¿Acaso esta visión de la Naciónestado no es la que domina las posiciones de la II Internacional en su pretendida incapacidad para plantear la cuestión nacional (y colonial)?

El debate de los teóricos de la II Internacional

Si pasamos a examinar la II Internacional, a título de ejemplo podemos destacar dos confrontaciones significativas. Aquella primera que opone la ortodoxia marxista a los que se denominan los «internacionalistas intransigentes» y aquella otra, entre la ortodoxia marxista y los defensores de la «autonomía nacional».

Vayamos a descifrar con más precisión estas dos confrontaciones.

La primera se abre a partir de problemas históricamente nuevos. Rosa Luxemburgo y Pannekoek toman al pie de la letra la exigencia internacionalista. Niegan toda prioridad a la «independencia naciona!». sólo cuenta la lucha de clases. Cuando Rosa Luxemburgo a propósito de Polonia declara querer revisar «las viejas ideas de Marx» no hace sino aplicar a Polonia unos argumentos marxianos. cuando para Marx el caso polonés constituía precisamente una excepción. Rosa Luxemburgo rechaza esa excepción: si el conflicto que divide al socialismo polonés es del orden de prioridades a acordar al objetivo nacional y al objetivo de clase, Rosa Luxemburgo sin ningún titubeo, insiste sobre la prioridad de la lucha de clases del proletariado. Dicho de otra forma afirma la prioridad que tiene lo social sobre lo nacional. Además Rosa Luxemburgo quiere purificar el punto de vista de Marx de toda posible ambigüedad: si el nacionalismo burgués se refleja en la reivindicación del Estado independiente entendiendo esto como «forma de gobierno que permite a la burguesia de una nacionalidad de dominar a una población compuesta de diferentes nacionalidades», si «los movimientos nacionales burgueses están esencialmente fundados sobre la independencia nacional y sobre la unificación del Estado», la política nacional del proletariado debe ser radicalmente diferente a ello: de esta manera nos dirá que «la independencia de Polonia es una utopía opuesta a los intereses del socialismo internacional y a los intereses del proletariado polonés».

Como se puede apreciar por lo que acabamos de decir la sobrestimación de lo social en este caso es radical. La independencia nacional no forma parte del programa del proletariado. El interés nacional del proletariado se debe reducir a recoger las reivindicaciones democráticas culturales del movimiento nacional.

Asimismo Pannekoek nos dirá que «el hecho nacional es un hecho ideológico burgués» y que para el proletariado no existe «una fuerza que sea constitutiva de las naciones, ni existen unos intereses nacionales específicos» .

A esto la ortodoxia marxista de la II Internacional responde afirmando que la independencia nacional puede estar ligada a los intereses de clase del proletariado, lo cual se traduce en la defensa del Estado nación.

Kautsky acentúa la versión “estatal" de Marx y equipara la comunidad lingüística con la nación, proyección del Estado-Nación unificado progresivamente por los progresos de la industrialización. Finalmente, se acentúa el carácter «táctico» del reconocimiento eventual del hecho nacional.

La segunda confrontación con la ortodoxia marxista de la Segunda Internacional viene de los defensores de la autonomía nacional.

El representante máximo de la corriente defensora de la autonomía nacional se llama Otto Bauer. Su corriente política se conoce como la del austromarxismo. Y, ¿qué viene a defender? Otto Bauer define la nación «como un conjunto de hombres unidos por una comunidad de destino en una comunidad de carácter». Como se puede apreciar el acento se pone en la importancia de la cultura nacional. la cual permite reivindicar una autonomía cultural. El austromarxismo intenta sobrepasar la corriente que define la nación únicamente como comunidad lingüística.

Bauer integra en su marxismo una visión neo-kantiana que se puede resumir en lo siguiente: la Historia produce una conciencia étnicosocial, esta conciencia se constituye en su motor y se realiza en su conciencia nacional. Bauer rechaza, por otra parte la distinción habitual heredada de Engels entre «naciones sin historia» y grandes naciones; contrariamente a lo que hacía Kautsky  no privilegia «las grandes unidades nacionales». Para él, «el sentimiento nacional» el nacionalismo, no está ligado al capitalismo. Al contrario, la evolución del capitalismo con sus carteles, sus trust, sus grandes bancos, condena el nacionalismo.

Otto Bauer concluye diciendo que la clase obrera debe retomar a su cuenta «la antorcha de la libertad, de la unidad y de la autodeterminación de los pueblos».

Bien que «el proletariado no tenga patria», debe defender el programa de liberación nacional. La conquista de la autodeterminación completa de la nación va pues, en el sentido de la historia. No hay que oponerse al movimiento diferenciativo ni al reforzamiento progresivo de las culturas nacionales. En lugar de predecir la desaparición de las diferencias, «el socialismo internacional debe comprender la diferenciación nacional de los métodos de lucha y de la ideología en su seno como el resultado de su crecimiento externo e interno... La tarea de la Internacional debe y puede ser no la de igualar las especificidades nacionales sino la de realizar la unidad internacional en la diversidad nacional».

El planteamiento «político» de la cuestión nacional

Y si pasamos a resumir la posición de la II Internacional respecto a la cuestión colonial afirmamos que, al igual que con la cuestión nacional existe una sobrestimación de la cuestión social.

Entre 1904 Y 1907 en el seno de la II Internacional se perfilan dos tendencias a la hora de valorar la cuestión colonial.

La primera representada entre otros por Bernstein (socialdemocrata) viene a decir lo siguiente: la política colonial es condenable porque sus «métodos» son atroces pero el colonialismo es una necesidad histórica desde el punto de vista del desarrollo de las fuerzas productivas como desde el punto de vista de la civilización. La segunda tendencia. representada por Kautsky dice lo siguiente: «la política colonial capitalista en su misma esencia lleva necesariamente la servidumbre, el trabajo forzado o la exterminación de las poblaciones. La misión civilizadora que se auto-atribuye la sociedad capitalista a la hora de justificar la colonización no es sino un pretexto para cubrir su sed de explotación y de conquista; sólo la sociedad socialista podrá ofrecer a todos los pueblos la posibilidad de desarrollar plenamente su civilización».

De esta forma llegamos a un nuevo estadio en el planteamiento de la cuestión nacional dentro del movimiento internacional marxista. 

Se puede dar una fecha clave  como es el Año 1.913, cuando Stalin publica su Libro "Marxismo y la Cuestión Nacional"

En su Libro Stalin define la Nación como «una comunidad humana estable,históricamente formada y surgida sobre la base de la comunidad de idioma, de territorio, de vida económica y de psicología, manifestada esta en la comunidad de cultura». 

Así. Pues, Stalin va más lejos que nadie, incluido Lenin, en el reconocimiento de los criterios denominados «objetivos» del hecho nacional.

Pero la definición de Stalin va en el sentido leninista en la medida que permite dar una solución política al problema nacional, es decir, el derecho de la autodeterminación que a su vez está en dependencia directa de un interés estratégico superior, el de la revolución en Rusia. 

La Aurodeterminación Nacional

El derecho de la autodeterminación leninista conlleva a su vez unas limitaciones históricas que creemos importantes subrayar. Se habla del derecho de separación como reivindicación específica del proletariado. En las visperas de 1917 hay un nuevo matiz dado por consideraciones de orden estratégico. Así, Lenin llega a defender el principio de la autodeterminación nacional como clave de la Revolución Rusa, ya que se trata de una condición sine qua non de la alianza de la clase obrera y de los movimientos nacionales para acabar con el poder zarista. Sin embargo, y esto es fundamental, si Lenin se interesa a las naciones no se interesa más que antes a la entidad nacional. Incluso podríamos ir más lejos basándonos en la insistencia que se observa en Lenin sobre el hecho nacional y que se nos define como una elección puramente táctica. En este sentido Lenin antes de 1917 es partidario de la unidad del partido centralizado y contrario al federalismo. Pero a partir de la Revolución de octubre cuando el partido tiene asegurada su unidad interna, lo que supone la seguridad de mantener la unidad del Estado, se abre a la fórmula de la federación. Es precisamente a partir de esta decisión de crear una comisión para poner en marcha el sistema federal que va a abrirse un periodo de desacuerdos entre Lenin y Stalin. ¿Cuál era el motivo profundo de esos desacuerdos? No parece que provenía de la aceptación del federalismo porque el mismo Stalin lo suscribía, sino que parece que proviene de la violencia de los métodos preconizados por Stalin y del carácter fuertemente inigualitario de una federación que estaría dominada por el chauvinismo-gran ruso



No hay comentarios:

Publicar un comentario