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martes, 2 de septiembre de 2014

JESÚS FARÍA: ASÍ FUE COMO INGRESÉ AL PARTIDO COMUNISTA DE VENEZUELA_PCV


En las oficinas del Ministerio del Trabajo, defendiendo los intereses de los obreros, de Izquierda a Derecha: Jesús Faria, Max García, Manuel Taborda, Millán y Pedro Ortega Diáz








En las oficinas del Ministerio del Trabajo, defendiendo los intereses de los obreros, de Izquierda a Derecha: Jesús Faria, Max García, Manuel Taborda, Cësar Millán y Pedro Ortega Díaz.
Especial de Tribuna Popular
Del Archivo Histórico PCV




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El Camarada Jesús Faría en un Discurso en Acto relacionado con el recordatorio de la Finalización de la Segunda Guerra Mundial.

 ¿Cómo ingresé al PCV? 


Me lo pregunta quien debería contarnos cómo lo hizo, puesto que él no es obrero y yo sí lo soy; aunque para mí es obrero todo, aquel que dedica su vida a la causa de la revolución proletaria, sea cual fuere su origen social.


Ingresé al Partido Comunista cuando de éste existía sólo un embrión.

Obrero petrolero y en 1935, nada sabíamos de comunismo. No habíamos oído hablar de política. Así, pues, no ingresé al Partido Comunista después de oír algo sobre marxismo-leninismo. Conmigo el trabajo de capacitación resultó breve y sencillo.

Corrían los agitados días cuando los gomecistas, ya sin Gómez, se aferraban al poder y disparaban a matar contra el pueblo, como después lo hicieron los betancuristas, apoyados por Caldera y no sólo por éste.

— “Tenemos que hablar”, .me dijo Antonio Granados.

— ¿”De qué se trata”?
—”Ven por aquí”, y me apartó de los otros.
— “Estamos organizando el Partido Comunista” —dijo mi amigo—, “y querernos que nos acompañes”.

— ¿“Qué es eso”?, pregunté en tono amistoso.

Me habló muy breve de Lenin y Stalin, de la Unión Soviética. Me dijo: “Allá no hay desempleo y todos saben leer. El zar y los otros gomecistas de allá, fueron pasados por “filadelfia”… Las fábricas son del Estado y la tierra es de los campesinos”.

Aquel relato brilló como una luz en la oscuridad, Nunca había oído nada igual, tan cautivador. Por una cosa así, vale la pena ayudar, pensé.

“Anótame”, le dije, sin dar rienda suelta a la emoción.

¡Poder trabajar por un programa como ese de los soviéticos y con la solidaridad de éstos!

¡Lenin! ¡Stalin! ¿Cómo serían esos dirigentes?

Poco más tarde me explicaría Rafael Contreras: “Si admites ante la policía que eres comunista, te esperan 20 años de presidio y otras menudencias…”

Hablamos de un tango de moda y soltamos la risa.
Un semanario pedía la pena de muerte para los comunistas.

Y Espartaco González escribía “DE PIE, QUE FAN ASESINADO CINCO OBRERQS”; aunque la verdad es que, desalojar a los gomecistas costó más de cien vidas, la mayoría vidas de obreros.

Guiados por intelectuales, quienes copaban la “…pequeña pero inteligente y sabia Dirección del Partido Comunista…”, corno lo decía la revista “SIC”, los obreros forjaban su propio Partido y los sindicatos.

Los dirigentes comunistas eran unos 50 hombres da talento y coraje, brillantes columnistas y oradores. Discutían y yo entendía poco de lo mucho que se decía. Eran cosas de táctica política.

En la primera Conferencia de los comunistas venezolanos, agosto de 1937, me impresionaron por su jovialidad y su dialéctica, Miguel (Otero Silva), Kotepa (Delgado) y (José Antonio) Mayobre. Me obligaron a dar mi opinión y voté por sacar la cara.

Dentro del Partido Comunista he disfrutado muy variadas emociones: La pelea con Medina y los medinistas, las luchas fraccionales, las grandes huelgas, mí primer viaje a la URSS en 1949, mi encuentro con Jorge Saldivia Gil y muchos otros.
Sin embargo, nada me ha producido tanta dicha como mi primer encuentro con Luis G. Pietri, ministro del Trabajo de López Contreras.

Vine a Caracas a conocerlo y a buscar la boleta, de legalización de la UNION SINDICAL PETROLERA DE VENEZUELA. Fue después de la Conferencia de los comunistas en Maracay. En !a Oficina del Trabajo me presentaron un burócrata llamado Rafael Caldera.

Caracas me fascinó, pese a que dormía sobre una mesa y sin cobija, en la Central Sindical, Y, mis gastos de restaurant no podían pasar de tres reales por día.
Cuando me entregaron boleta de legalización de la USP, me preguntó Rojas Guardia si yo quería saludar al Ministro. Le dile que no había pensado tal cosa, pero que si él consideraba necesario, podíamos saludarlo.

El mismo sonriente Director del Trabajo abrió la puerta del lujoso automóvil.
En un saltico estuvimos frente al poderoso Ministro del Trabajo.

— Qué piensan los obreros del general López?, preguntó aquel personaje de ojos azules corno un gringo.

— Pensamos que es un traidor, respondí con naturalidad. López Contreras se vendió a las compañías petroleras y nos robo victoria…
El Ministro trató de entrar por otro lado pero la respuesta fue igual.
Se levantó en silencio del mullido asiento y se marchó sin decir palabra. Rojas Guardia también había cambiado por completo. Yo salí rumbo a la Casa Sindical donde me felicitaron calurosamente por haber dicho lo que dije al Ministro.

En realidad, lo que pensaban los obreros de López Contreras era bastante peor de lo que yo expresé.
Muchos años después, Ignacio Luis Arcaya me presentó a Luis G. Pietro. Esta vez ni era ministro ni López era presidente.

En toda mi vida, creo que es éste el momento más dichoso que he disfrutado: Darle m opinión y las de mis compañeros de trabajo a quienes nos robaron una de las grandes victorias en la historia de las luchas de clases en Venezuela.

Noviembre 21 de 1968
(Tomado del Semanario Nueva Voz Popular N° 30 del 26 de Noviembre de 1968)

Fuente: Nueva Voz Popular/Tribuna Popular/PrensaPopularSolidaria
http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com 

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