Por: Jerónimo Carrera
Como probablemente algunos lectores no saben o no recuerdan lo que estas palabras significaron para los venezolanos de la época posterior a nuestra revolución de independencia, de comienzos del siglo XIX, aclaro que ese cielo presagiaba la tremenda tempestad que para nuestro país significó la llamada “guerra federal”, con la cual dejamos el sistema centralista para adoptar el de un tipo de federalismo, copiado evidentemente del que tenían y tienen los yanquis en el norte de este continente.
Pues bien, las nubes que en estos momentos ensombrecen al muy claro cielo azul de nuestro país tropical, provienen en verdad también del norte aunque parezcan que nos vienen por el occidente.
La catástrofe que no sólo para Venezuela sino para todos los pueblos “al sur del Río Grande”, sin excepciones posibles, nos traería un choque armado entre venezolanos y colombianos, así sea de muy corta duración, es realmente previsible y por tanto está lejos de ser inevitable. Siempre que de ambos lados de esa “frontera que Bolívar no quiso” nos demos cuenta de que en tal guerra el único ganador sería Estados Unidos.
Una coexistencia pacífica entre Colombia y Venezuela es algo fundamental para implementar políticas de integración, en todos los sentidos, en nuestra parte del mundo, y semejante a la que en Europa ha significado la coexistencia alcanzada por Francia y Alemania luego de tres costosas guerras en 1870, 1914 y 1939.
De allí que todos los esfuerzos diplomáticos de países como Argentina y Brasil, y también en lo posible de países amigos en otros continentes, puesto que ya el mundo se ha hecho uno solo, resultan invalorables. No podemos quedar encerrados en un pequeño círculo de países que en una forma u otra dependemos de las decisiones que se adopten en Washington.
Estas son consideraciones que hago de inmediato después de yo haber leído -y visto hasta cierto punto, gracias a la bendita televisión de nuestros días- el comunicado final emitido tras de haberse celebrado la cacareada “cumbre de Bariloche”. Su resultado podría resumirse en una frase, muy castiza: Mucho ruido y pocas nueces…
Es un texto guabinoso, como se dice en buen criollo, con el cual nadie se compromete en nada, pues se elude toda alusión al enemigo principal de todos estos pueblos y encendedor de guerras por el mundo entero. Un enemigo que se ha debilitado mucho, sin duda, y por haberse visto derrotado en otros continentes se encuentra en retirada hacia su patio trasero. Si no se entiende esto, habremos de pagarla muy caro en nuestro continente americano.
No se explica, por lo tanto, que Venezuela no haya intentado hasta hoy llevar el caso nuestro, de grave amenaza de parte de Estados Unidos, al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, tal como lo establece la Carta de esta organización.
Después de la desintegración de la Unión Soviética hace ya casi veinte años, esa Carta de la ONU ha quedado bastante desvalida, no hay duda, pero sirve todavía como tribuna para denunciar a escala mundial los atropellos del imperialismo. En su Consejo de Seguridad están países como China y Rusia, y también Francia, que tienen en Venezuela cuantiosos intereses económicos, ya bastante consolidados, y no les agradaría perderlos.
Debería el gobierno de Venezuela tomar la oportunidad de esta próxima Asamblea General de la ONU, que se abre en Nueva York dentro de unas tres semanas, para que allí nuestro Presidente en persona acuse a Estados Unidos de preparar la agresión en contra nuestra. No esperemos que se desate la tempestad anunciada en el cielo encapotado.
Fuente: PrensaPopularSolidaria_ComunistasMiranda (PPS_CM)
http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario