Artículo escrito con motivo de la tragedia de Nueva Orleáns
Por:: Alfredo Schmilinsky Ochoa
Si para algo ha servido la espantosa y espeluznante tragedia de Nueva Orleáns, ha sido para poner brutalmente de manifiesto la bestial naturaleza del neoliberalismo, de ese mismo modelo económico que los Estados Unidos, en complicidad con sus despreciables aliados internos, insiste en imponernos por cualquier vía, incluso por la vía del magnicidio.
¿Pero qué es el neoliberalismo?, no dejará de haber quien se pregunte.
Sin entrar en complicadas disquisiciones teóricas sobre el particular, hay dos declaraciones de su ideóloga fundamental, la señora Margaret Thatcher, que por sí solas revelan la desalmada naturaleza, el instinto depredador de este salvaje sistema económico que, entre otras aberraciones, privilegia la ganancia comercial y financiera sobre la misma vida humana. Esta señora, asesorada sin duda por los manes del pirata Morgan, declaró, cuando todavía era primera ministra de Inglaterra, que la “sociedad no existe”.
¿Qué conclusiones se pueden desprender de esta frase monstruosamente infeliz?
Bueno, si la sociedad no existe ¿para qué entonces poner en práctica ningún plan de tipo social? Si ni usted ni yo, o peor aún, si ni la clase media ni los sectores populares, que somos los que fundamentalmente integramos la sociedad, no existimos, para qué entonces construir hospitales? ¿Para qué construir escuelas? ¿Para qué construir un eficiente y cómodo transporte colectivo? ¿Para qué construir viviendas, etc.? No se justifica, ¿verdad?
Este mismo desprecio por la persona humana lo puso de manifiesto el gobierno de los Estados Unidos y, en particular, el presidente Bush con motivo de los desgraciados sucesos de Nueva Orleáns. En efecto, en el mensaje que el primer mandatario norteño dirigiera desde su finca a la nación, les dijo a los aterrorizados habitantes de los estados afectados por las inundaciones que huyeran. No les envió un mensaje de aliento ni mucho menos le prometió ayuda, simplemente les dijo que huyeran, mientras él continuaba tranquilamente paseando su perro.
Claro, para el señor Bush, desde la confortable y segura comodidad de su propiedad veraniega, le resultaba muy fácil decirles a las víctimas que abandonaran sus hogares y pertenencias, obtenidas solo Dios sabe a costa de cuántos sacrificios. Pero en el supuesto de que esta pobre gente hubiera atendido el llamado de Bush y hubiera querido abandonar las zonas inundadas ¿en qué lo hubieran podido hacer si carecían de los medios adecuados para alejarse del lugar? ¿Si no tenían los medios de transporte que les permitieran abandonar aquella trampa mortal?
Lo sucedido no hay manera de justificarlo.
Entre otras cosas, porque es muy difícil entender que en una región del país más desarrollado del mundo, y que por lo demás se encuentra constantemente expuesta a este tipo de catástrofes, no existiera ninguna clase de dispositivo que garantizara la seguridad de sus confiados pobladores; que no existiera por lo menos una brigada de rescate lo suficientemente preparada, equipada y entrenada para hacerle frente a una calamidad de la magnitud como la que se presentó.
¿Y porque no existían esas brigadas?
Pues porque como lo dijo Margaret Thatcher_la Dama de Hierro, en un régimen neoliberal, y Bush y su camarilla de halcones lo son en extremo, “la sociedad no existe”. El pueblo norteamericano, es decir, la clase media y los sectores populares de esa nación, no existe para los sectores gobernantes de turno. Y si alguna vez llegara a ser tomado en cuenta, sería únicamente para reclutar soldados que vayan a morir o a matar en otras latitudes para robar y saquear las riquezas de los países más débiles e indefensos.
Nota: María Corina Machado debió quedar hoy escaldada de lo tanto que caminó en la Asmblea Nacional.
Fuente: PrensaPopularSolidaria
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