Por: Jerónimo Carrera
La creciente profundización de la crisis en la economía de los mayores países capitalistas, y lo cual naturalmente repercute de manera muy dolorosa en su periferia, es motivo de preocupación y sacudimientos políticos en los países de tal periferia.
Con la experiencia derivada de situaciones similares ocurridas en el pasado, resulta muy lógico que los observadores veteranos en asuntos internacionales hayan comenzado a lanzar esas voces de alerta en sus respectivos países, y no tanto para los dirigentes gubernamentales, quienes se supone cuentan con asesores de mucha capacidad técnica, sino para las capas populares de la población.
Pues es la clase obrera, en particular, pero también sectores de otros asalariados, y los pequeños comerciantes, que resultan los más golpeados por las crisis económicas en cualquier país que no se haya desprendido de las garras capitalistas.
Pero no es sólo en el aspecto económico que las crisis de tal índole afectan a los sectores populares, sino en algo todavía más grave, que son los conflictos armados, de menor o mayor magnitud.
Bien afirmó Jean Jaurés, aquel gran socialista francés, de cuando los socialistas eran auténticos: “el capitalismo porta en sí la guerra como la tempestad el trueno”. La experiencia histórica de muchos pueblos, en todas partes del mundo, así lo demuestra. Conflictos de naturaleza muy variada, repito, pero siempre a un precio que pagan la clase obrera y el campesinado.
En el mundo de nuestros días, ya es algo obvio, la situación de la economía mundial nos está afectando en todos los continentes, y en todos los países, sin excepción, dada la mundialización que se ha implantado en casi todos los aspectos de la vida humana.
La consecuencia más grave de semejante situación, sin duda, está en que los países más poderosos, que vienen a ser los que cuentan con mayor desarrollo económico, buscan encender conflictos armados en otras partes del mundo, en cualquier forma y pretexto, en busca de mercados para su propia industria de armamentos. Guerras que son muy caras, dada la calidad de las armas usadas en ellas, y pagadas por los pueblos de ambas partes, agredidos y agresores.
Si analizamos lo ocurrido en el mundo durante los últimos años, digamos las dos décadas transcurridas luego de la desaparición de la Unión Soviética, un hecho que como todos sabemos cambió de un modo radical el mapa político mundial, podemos constatar la muy creciente tendencia belicista que se ha desatado mundialmente.
A medida que se ha ido profundizando la crisis económica, y esto puede decirse que a una escala mundial, sin excepciones ahora, el número de conflictos bélicos se va incrementando. Al punto de que ya no son noticias espectaculares en los medios de comunicación, desplazados en la atención pública por la proliferación de actos delictuosos de menor categoría.
Significativamente, ya ahora los jefes de Estado no se reúnen en asambleas internacionales convocadas para discutir los asuntos del armamentismo, ni nada parecido.
No hay movimientos pacifistas en ninguna parte, pues al parecer las guerras son vistas ahora como algo completamente normal. Aquí en nuestro país, ha desaparecido aquel Consejo Venezolano de la Paz fundado con mucho éxito bajo la conducción del General José Rafael Gabaldón, en el cual participaron muchas personalidades públicas del mundo de la intelectualidad y la política.
En el mundo de nuestros días ha pasado a ser muy normal que todos los países desarrollados juegan a la guerra, pero poniendo ellos a pelear, simplemente, a los menores. Algo así como aquello que veía yo en otra época, y era algo divertido, cuando las personas adultas gozaban un millón, como se dice, viendo pelear a los muchachos.
Pues bien, ya es hora para que los pueblos como el venezolano se pongan en pie, y no precisamente de guerra, y griten a todo pulmón, para que esas grandes potencias tengan que oírnos: ¡Hasta cuándo!!!
Fuente: PrensaPopularSolidaria
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