A mi amigo, y destacado especialista en tan importante temática, Elio Gómez Grillo.Por: Jerónimo CarreraDesde luego que todas las sociedades tienen problemas y Venezuela no puede ser una excepción. Para tratar de resolverlos, aunque sea de un modo parcial, los pueblos aceptan tener que pagar el costo de una enorme masa burocrática que comprende toda clase de funcionarios. Se ha estimado que en nuestro país ahora esa masa está compuesta nada menos que por dos millones de personas, y por lo tanto es lógico que los venezolanos que no ejercemos cargos públicos tratemos de saber si tales funcionarios están cumpliendo con sus deberes.
Recuerdo que en mi infancia se pensaba de manera casi unánime que el problema mayor para nosotros era el gomecismo. Pero cuando por fin murió Juan Vicente Gómez, aquel feliz diciembre de 1935, todos nos dimos cuenta de que detrás de esa dictadura estaban escondidos tan terribles males como un analfabetismo casi total, el paludismo que estaba acabando con Venezuela, una increíble falta de vías de comunicación, para no mencionar otros menores. Además, se había completado totalmente el proceso de dependencia del imperialismo iniciado ya a comienzos del siglo con Cipriano Castro.
Digo todo esto para recalcar que el imperialismo sigue siendo hoy nuestro problema mayor, dado el grado de pitiyanquismo que tenemos. Pero la urgente lucha por resolver ese problema no debe ocultarnos el hecho de la existencia de males sociales tremendamente dañinos para el futuro mismo del país.
Prácticamente todas las encuestas nos dicen que en esta sociedad la preocupación principal de la ciudadanía es lo que de manera un tanto eufemística denominan la inseguridad, para no llamarla como se hacía antes, es decir, criminalidad.
Parecería que nos estamos convirtiendo en una sociedad de criminales, donde los crímenes se explican, casi justificándolos, con palabras como “sicariato” o denominaciones simplistas como esa que menudo aparece en la prensa de “ajuste de cuentas”.
Por otra parte, nada o muy poco se hace referencia en cuanto a la procedencia u origen de las armas empleadas por los criminales para cometer sus delitos, puesto que con seguridad son de fabricación extranjera y han sido introducidas al país irregularmente. Y cuando provienen de fuentes policiales o militares son igualmente letales. Por la tanto es asunto primordial e indispensable tomar las medidas que se requieren para implantar un severo control de armas, empezando por la adopción de una ley especial a este respecto y con fuertes penas para sus infractores.
Sin embargo, bien sabido es “que la culebra se mata por la cabeza”, que en este caso obviamente esa cabeza se encuentra en aquellos muy conocidos países que son fabricantes y exportadores de ese tipo de armas, consideradas como “armas menores” pero las cuales matan cada año hasta mucho más gentes que sus mayores, o sea las de guerra.
Lo cual significa que estamos ante un problema más complicado, ya que no es puramente nacional, de índole interna, sino internacional. Al igual que con el problema de las drogas, para éste de las armas menores se requiere llegar a un acuerdo con los países productores, un tratado internacional, que reduzca lo más posible tal producción y regule eficazmente su comercio.
En varias oportunidades he propuesto que Venezuela, como país consumidor y gran importador en este rubro, tome una iniciativa al respecto en la más apropiada instancia, o sea en la Organización de las Naciones Unidas.
Sin duda puede afirmarse que semejante iniciativa encontraría apoyo de muchos países en la ONU, aunque igualmente con la oposición del más fuerte productor y exportador, que todos saben es Estados Unidos.
Pero así como la Venezuela de los adecos, según se dice, hace cincuenta años tomó una iniciativa para la creación de la OPEP, bien podría esta Venezuela bolivariana tomar en el plano mundial puesto de vanguardia para enfrentar el problema de las armas menores.
Edición: PrensaPopularSolidaria_ComunistasMiranda
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