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Se requiere... "aplicar la solución de los Dos Estados, que implica frenar la colonización del territorio
palestino y devolverlo a sus legítimos dueños, con los limites fijados antes de
la usurpación de la guerra de 1967". |
Las causas del conflicto en Medio Oriente se remontan lejos
en la historia y las argumentaciones cruzadas pueden llevar a milenios atrás.
Por ello hay que evitar los análisis simplistas y no se puede caer en el fácil
pero inconducente recurso de las generalizaciones y los blancos y negros.
Esto es así, pero ello no debe impedir, en lo más mínimo,
pararse en el presente y condenar sin ninguna vacilación la indefendible agresión
criminal de Israel contra el pueblo Palestino en la Franja de Gaza.
Al cierre de esta edición, en los 10 días de bombardeos y
los 7 de invasión terrestre israelí contra Gaza, el terrible contador de las
agencias de noticias señalaba: 750 muertos palestinos, la inmensa mayoría
población indefensa, más de 200 niños, más de 3 mil heridos, cientos de casas
destruidas, la red de calles y carreteras, ya de por si precarias, en estado de
catástrofe.
La aviación israelí y las tropas de asalto, los drones y los tanques,
las cañoneras de la marina, no se detienen ante nada: impactaron hospitales,
escuelas, cementerios, edificios de apartamentos, centros de refugiados.
Del lado israelí, lejos de estar más segura, la población
civil teme cada vez más los cohetes lanzados por las milicias islamitas desde
Gaza, hubo 2 civiles muertos y desde que el gobierno derechista de Benjamín
Netanyahu ordenó la ofensiva terrestre, en el marco de la operación “Muro
Protector”, ya han muerto 27 soldados israelíes, lo que constituye el balance
más grave para el Ejército desde su guerra de 2006 contra el Hezbolá libanés.
Estos terribles números no han inmutado a Netanyahu que se
declaró “impresionado” por los “buenos resultados” de la operación militar y
los citó: 45 túneles de Hamás encontrados, 2.700 objetivos atacados, 160
milicianos muertos.
Difícil de creer pero cierto. Para Netanyahu es un buen
resultado que hayan muerto 16 palestinos por cada túnel destruido, o si lo
prefieren, 4 niños palestinos por cada túnel, o que sus bombas y metralla hayan
provocado 66 heridos por cada túnel destruido.
Hay otra cuenta más para hacer, en esta aritmética del
horror, Israel inició esta operación, según dijo, como represalia por el infame
y repudiable asesinato de tres jóvenes israelíes secuestrados en Gaza.
No
contemos las víctimas palestinas, contemos los soldados israelíes muertos, 27,
la mayoría veinteañeros; el impresionado Netanyahu y los halcones de la guerra
lograron casi 7 jóvenes israelíes muertos por cada uno de los que querían vengar.
Si faltaba algo para graficar la brutalidad y el carácter
genocida de esta nueva ofensiva israelí sobre el pueblo palestino, está la
tajante afirmación de Navi Pillay, la Alta Comisionada de Naciones Unidas para
los Derechos Humanos, ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU que analizó la situación en una
sesión especial: "La ley humanitaria internacional fue violada hasta un
alcance que podrían constituir crímenes de guerra".
La inmensa mayoría de los países del mundo se han
pronunciado por lo más urgente: parar la masacre en Gaza y un inmediato alto al
fuego.
Así lo han hecho los países del Movimiento de los No
Alineados, la UNASUR, la CELAC y todos los países del MERCOSUR. Eso reclaman
miles de personas en el mundo entero. Eso reclaman también sectores importantes
de la sociedad israelí, portando carteles de “No en mi nombre”; y eso pide,
exige y necesita el pueblo palestino martirizado.
Pero esto no le sirve a los sectores de derecha de Israel
que se alimentan del miedo y necesitan la guerra. Tampoco le sirve a Hamás y su
prédica fundamentalista que busca su legitimación también en el miedo, en el
odio y necesita la guerra.
Tampoco le sirve a EEUU, más allá de su prédica
pública y el insólito llamado de Obama a los palestinos para que eviten ser
víctimas del “fuego cruzado”. Israel es el aliado estratégico de EEUU en la
región, cuenta con su apoyo incondicional, con su financiamiento
multimillonario y con la garantía del veto en la ONU para impedir sanciones.
Tampoco le sirve a las monarquías petroleras del Golfo Pérsico que apoyan a
Hamás aunque a su vez, en este tétrico juego de horror, muerte e intereses
económicos, son aliados de EEUU.
Puede parecer una paradoja, pero no lo es, la ofensiva
terrestre y la agresión criminal israelí contra Gaza, lejos de dañar a Hamás lo
fortalece. Lo que aleja es la ya compleja y difícil perspectiva de un horizonte
de negociación y de paz. El gobierno israelí lo sabe y por eso hace lo que
hace.
Lo primero entonces, es encontrar los caminos y la manera,
con la presión diplomática, con la movilización popular, con la denuncia, de
parar la masacre en marcha, una vez más en Gaza.
Pero ocurre que ese alto al fuego, que responde a causas
humanitarias, para que no sea solo una pausa en el horror y abra un camino a
una posibilidad de paz exige otros pasos.
Tomar partido por la paz no es ser equidistante y mucho
menos neutral. No aceptamos la trampa de que criticar a Israel es apoyar el
terrorismo islamita. Apoyamos la paz y exigimos la libertad para Palestina y su
pueblo.
Algunos fundamentan su crítica a Israel basándose en lo que
denominan la asimetría de fuerzas en disputa, que es un dato objetivo de la
realidad. De un lado hay un pueblo encerrado en una estrecha franja de tierra,
bloqueado, rodeado y arrinconado contra el mar y dispone de milicias con un
escaso aunque peligroso arsenal de cohetes.
Del otro está uno de los Ejércitos
más poderosos y mejor armados del mundo, con aviación, marina y unidades
comando, incluso con armamento nuclear, aunque no lo reconozca oficialmente. La
asimetría, clara en los medios de los que disponen uno y otro, se expresa con dramatismo
en el número de bajas y en los daños.
Pero no es este el argumento central. El fundamento central
para condenar la conducta y la práctica de Israel contra Palestina y su pueblo
está en definir con claridad quién es el ocupante y quién el ocupado.
El
problema central está en la tierra y en que debe abrirse camino para la
existencia de un Estado palestino libre, con su territorio delimitado y
respetado, sin bloqueo. El problema central está en que Israel debe respetar y
cumplir las más de 300 resoluciones de la ONU que viola sistemáticamente y
permitir la solución llamada de “los Dos Estados”.
Robert Fisk, periodista y escritor inglés, corresponsal hace
muchos años en Oriente Medio del periódico “El Independiente” explicó con mucha
claridad el problema central a resolver con el siguiente ejemplo:
“Los israelíes de Sderot sufren el fuego de
cohetes lanzados por los palestinos de Gaza y ahora los palestinos están
recibiendo su merecido. Claro.
Pero, un momento: ¿cómo es que todos esos
palestinos —millón y medio en total— han acabado hacinados en Gaza? Bueno, pues
resulta que sus familias vivieron una vez en lo que ahora se llama Israel. Y
que fueron expulsados —o huyeron para salvar la vida— cuando se creó el Estado
de Israel.
Y resulta también que
—se aconseja aquí tomar aire con una profunda inspiración— las personas que
vivían en Sderot a principios de 1948 no eran israelíes sino árabes palestinos.
Su aldea se llamaba Huj. Tampoco eran enemigos de Israel. Dos años antes, esos
mismos árabes habían escondido del ejército británico a combatientes de la Haganah
judía.
Sin embargo, cuando el 31 de mayo de 1948 el ejército israelí se plantó
en Huj expulsó a todos los habitantes árabes de la población, ¡a la Franja de
Gaza! Y se convirtieron en refugiados. David Ben Gurion (el primer Jefe de
Gobierno de Israel) lo llamó una "acción injusta e injustificada". Una
pena. A los palestinos de Huj nunca se les permitió regresar a sus hogares.
Y hoy, más de 6.000
descendientes de los palestinos de Huj —ahora Sderot— viven en la misérrima
Gaza entre los "terroristas" que Israel proclama querer destruir y
que disparan cohetes contra lo que otrora fue Huj. Interesante historia”.
Hay que frenar la masacre del pueblo palestino eso es lo
primero y lo más urgente, inaplazable.
Pero también hay que recorrer el camino que señalaba la
declaración del PCU cuando comenzaron los bombardeos contra Gaza hace ya más de
15 días: “sumarse al llamado de países
del mundo entero a Israel para poner fin a las
demolición de viviendas palestinas y a
cumplir con las más de 300 resoluciones de las Naciones Unidas sobre la llamada
solución de los Dos Estados, que implica frenar la colonización del territorio
palestino y devolverlo a sus legítimos dueños, con los limites fijados antes de
la usurpación de la guerra de 1967.
El PCU se suma a todas las voces que
reclaman el fin de la violencia y la apuesta a un proceso de paz real, sin
imposiciones. Llama a los trabajadores y al pueblo a estar alertas y a
movilizarse en defensa de la paz y por el fin de la masacre contra el pueblo
palestino”.
Fuente:Comunistas en Madrid/PrensaPopularSolidaria
http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com