Por: Fernando Arribas García.
Miembro del Comité Central del PCV
El proceso global de transformación del mercado de combustibles fósiles se ha acentuado en años recientes a resultas del efecto conocido como «paradoja de precios»: los altos precios de los combustibles fósiles resultaron en principio favorables a los vendedores, pero al mismo tiempo desestimularon las compras de los consumidores, los incitaron a invertir en el desarrollo de tecnologías energéticas más eficientes y fuentes alternativas de energía, e hicieron rentable la explotación de sus propios yacimientos, todo lo cual provocó en el mediano plazo una caída de precios que terminó debilitando a los vendedores y fortaleciendo a los compradores.
En el clima de altos precios petroleros que reinó entre 2005 y 2008, y de nuevo entre 2010 y 2014, se volvió rentable para los países compradores de petróleo afrontar tales gastos e inversiones, y se desató una ola global de nuevos desarrollos energéticos, como la intensificación de la hidrofracturación de pozos (fracking), la explotación masiva de los yacimientos de petróleo y gas en roca madre, el perfeccionamiento de la tecnología de concentradores fotovoltaicos (CPV), el desarrollo de los grandes conjuntos de generadores eólicos costa afuera, o el rápido crecimiento del uso de los llamados biocombustibles, entre otros.
En suma, el descubrimiento y puesta en explotación con crecientes niveles de eficiencia de enormes reservas petroleras y gasíferas tanto en países tradicionalmente productores de energéticos fósiles como en otros tradicionalmente no productores, y el abaratamiento y la mejoría tecnológica que vienen experimentando las fuentes energéticas alternativas, entre otros factores, han resultado en un excedente cada vez mayor de la oferta de petróleo.
Varios de los países grandes consumidores de energía, entre ellos Alemania, Brasil, EE.UU., Francia y Japón, han venido modificando a lo largo de los últimos años su matriz energética, y han reducido su dependencia de las importaciones petroleras, bien por la vía de explotar con mayor intensidad y eficiencia sus propios yacimientos petrolíferos tanto convencionales como no convencionales, bien por la de la sustitución parcial y progresiva del petróleo por el gas natural y las energías renovables, o bien por alguna combinación de ambas.
El resultado global es que el suministro de energéticos fósiles líquidos está creciendo mucho más rápidamente que la demanda, como muestra el gráfico: desde 2009, cuando los dos estuvieron en equilibrio casi perfecto, hasta 2015, el suministro total mundial creció un 12,7%, mientras la demanda aumentó sólo 8,6%.
El futuro de la economía petrolera
Pero aunque este proceso se ha hecho notar a plenitud apenas en los dos últimos años, no debe cometerse el error de considerarlo un fenómeno coyuntural asociado a circunstancias pasajeras o decisiones políticas puntuales: se trata de un cambio estructural progresivo en desarrollo desde hace varios años, nacido de la propia evolución de la industria energética, que está transformando la dinámica del mercado petrolero de manera profunda e irreversible, y que podría impedir en el corto a mediano plazo, tal vez incluso para siempre, una recuperación del precio del crudo hasta niveles similares a los que alcanzó en el pasado reciente.
A este panorama hay ahora que agregar los efectos que tendrá en el futuro casi inmediato el reciente acuerdo de la Cumbre Contra el Cambio Climático (COP-21), en que la totalidad de los países del mundo se comprometieron a detener el crecimiento del consumo de combustibles fósiles antes de 2030 y a descontinuar su uso antes de 2050. Ello significa, por un lado, que a partir de ahora comenzarán a entrar en efecto diversos mecanismos de desestímulo del consumo de combustibles fósiles, y por otro lado, que la mayor parte de las nuevas inversiones en la industria energética estarán orientadas hacia el desarrollo de las tecnologías alternativas. Así que de cumplirse el acuerdo COP-21, la mayor parte de las reservas petroleras restantes en el planeta, incluso las de la mejor calidad, permanecerían para siempre en el subsuelo por falta de demanda.
Esto implicaría el fin del negocio petrolero como lo hemos conocido hasta hoy, y dificultaría la viabilidad de la OPEP, que controla una porción cada vez menor del mercado petrolero y podría llegar a tener una incidencia minúscula en el mercado energético consolidado. Tal cosa significaría, asimismo, el agotamiento definitivo del modelo monoproductor-extractivista que ha servido de base a la economía venezolana por décadas y que se ha intensificado en los últimos 20 años. Por ello, estamos más urgidos que nunca de avanzar hacia una economía productiva y diversificada.
Nota Adjunta:
¿Qué es la COP-21?
La 21ª Conferencia anual Cumbre de la ONU contra el Cambio Climático (COP-21) tuvo lugar en París en noviembre-diciembre de 2015 con la participación de 195 países. La COP-21 tuvo como metas primordiales el desarrollo de mecanismos específicos para implementar y extender los objetivos del Protocolo de Kyoto (1997), y la búsqueda de disposiciones para eludir las objeciones de algunos países, como EE.UU y Canadá, a ese Protocolo.
Aunque el documento final de la COP-21 es un acuerdo marco que no establece de manera taxativa y explícita plazos y términos específicos, los países asistentes se comprometieron a comenzar a reducir antes de 2030 sus emisiones netas de carbono (gases de «efecto invernadero») como producto de la quema de combustibles fósiles, y a alcanzar el nivel de «cero emisiones netas» para mediados de siglo. Asimismo, se comprometieron a participar en un plan de financiamiento por un monto de 100 millardos de dólares anuales a partir de 2020, para desarrollar las tecnologías de energías renovables, fomentar su uso global y desincentivar el uso de los combustibles fósiles.
Fuente: Tribuna Popular/ PrensaPopularSolidaria
http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com
Correo: pcvmirandasrp@gmail.com