Portada de la revista alemana Focus que refleja la cólera de los alemanes contra el funcionamiento del euro: "Traiciones en la familia europea. Gracia se lleva nuestro dinero. ¿Y qué pasa con España, Portugal, Italia?. |
Por: Alexandre García
Porque no es una moneda única, el euro va a explotar
Os presentamos este artículo realizado por Alexandre García que tiene un indudable interés. Es un buen análisis que plantea cuestiones poco conocidas y contiene muchas ideas buenas que merecen ser publicitadas.
No obstante, no compartimos todas sus afirmaciones y creemos que contiene ciertas exageraciones. Hay dos que queremos resaltar:
--Ligar la posibilidad de una moneda única a un Estado nacional, como si un Estado plurinacional no pudiera tener una única moneda. No sólo fue el caso de la URSS o de la R.P. China, sino incluso del imperio romano en una época en que no existían todavía las naciones. La moneda y sus signos son una cuestión de crédito, de confianza en que servirán para el tráfico mercantil (por ejemplo, el pago con dólares yanquis en lejanos países que atraviesan una depresión económica, hoy en día).
--Lo que es políticamente más importante: quizás el euro acabe "explotando", pero, mientras eso llega (si es que llega), está acelerando el desarrollo desigual entre los países capitalistas participantes y está desarrollando los conflictos de clase en cada uno de esos países. Lo importante no es el final hipotético, sino el proceso real en el que no solo juegan los intereses "técnicos" de cada burguesía nacional. Para resumir, echamos de menos tratar el tema desde el punto de vista de la lucha de clases.
De todas formas, a pesar de todas las salvedades desde el punto de vista marxista-leninista, creemos que merece la pena ser publicado y conocido.
Unión Proletaria.
Quisiera aclarar en primer lugar que, pese a lo engañoso del título de este artículo, aunque el euro no fuese una moneda común (y fuese, como dicen muchos, una moneda única), aún así sería una moneda inviable, destinada irremediablemente a desaparecer, al igual que todas las monedas plurinacionales a lo largo de la historia.
Lo que ocurre es que, como pretendo demostrar en este artículo, el hecho de que el euro sea una moneda común es la raíz de las contradicciones que explican por qué va a estallar irremediablemente. Para ello me basaré en los análisis de Vincent Brousseau, responsable de cuestiones monetarias de la anti-europeísta Unión Popular Republicana de Francia, que ha trabajado durante 15 años en el Banco Central Europeo (BCE). Brousseau, que en el momento de entrar en el BCE era un europeísta convencido, dijo lo siguiente cuando fue interrogado sobre el euro el pasado 25 de marzo:
“Empecé a cambiar de opinión cuando comprendí que no había pueblo europeo, y que por lo tanto tampoco podía haber un estado-nación europeo […] Esto hizo que me fuera alejando del dogma europeísta, para terminar encontrándome en su opuesto contrario, que es la afirmación de la soberanía del Estado-nación Francia. Desde este punto de vista, el euro era un obstáculo técnico, porque la pertenencia de Francia al euro es una limitación de su soberanía […].
“…no me volví anti-euro porque tuviera defectos técnicos, sino porque limitaba y condenaba en última instancia la independencia de las decisiones de nuestro país. Pero evidentemente, el hecho de que el euro tenga defectos técnicos hace que sea más fácilmente refutable de lo que generalmente se cree. Entonces, saludo esta debilidad técnica del euro. Habría sido mucho más molesto para mí si el euro hubiese sido fabricado de manera sólida, lo cual no es el caso.” [1].
Moneda común, no única
Lo primero que es preciso explicar es que, contrariamente a lo que dicen la inmensa mayoría de responsables políticos y medios de comunicación (incluyendo a la izquierda alter-europeísta), el euro no es una moneda única. Se trata de una moneda común. Este detalle, que en apariencia parece no tener demasiada importancia, es en realidad decisivo.
Si el euro fuese una moneda única, entonces habría un único banco central que se ocuparía de emitir moneda para todos los países de la zona euro. Y sin embargo, todos los países han conservado sus bancos centrales: el Banco de España en España, la Banque de France en Francia, el Bundesbank en Alemania, etc. [2]. En apariencia, los euros en la zona euro son idénticos, pero no es así: son jurídicamente diferentes en función de en qué país son emitidos.
Cuando ingresaron en la zona euro, los países que la componían conservaron sus monedas nacionales, pero éstas sufrieron una mutación: en el caso de España por ejemplo, en lugar de llamarse peseta, la moneda nacional pasó a llamarse euro, y se estableció que se intercambiaría a una tasa de cambio de 1=1 con los euros existentes en los países que habían pasado por el mismo proceso. Por lo tanto, en lugar de ser una moneda única, se trata de una colección de 19 monedas nacionales.
De esto se extrae la siguiente conclusión: si el euro hubiese sido una moneda única, habría sido igualmente inviable. Pero al mantenerse los distintos bancos centrales en cada país, la salida del euro y la vuelta a la moneda nacional se vuelven así un proceso inmensamente más fácil. Por eso algunos creen que Alemania impuso esta configuración del euro previamente a la firma del Tratado de Maastricht. Al no suprimir los bancos centrales, los alemanes optaron por un proceso que fuera fácilmente reversible. En una conferencia celebrada en 2014, Vincent Brousseau decía:
“Es posible salir del euro, porque el euro se construyó en base a un defecto. Y creo que este defecto obedece a un acto voluntario. Es decir, uno de los países fundadores del euro, al tener miedo del compromiso que adoptaba, exigió que hubiese una reversibilidad escondida […] Lo que se debería haber hecho para que el euro fuese prácticamente imposible de desmontar, es haberlo definido jurídicamente de forma monolítica, es decir, de forma análoga a como se hace en otros países, Suiza, Estados Unidos, Japón, etc., es decir, definir el euro como crédito sobre el Banco Central Europeo, de la misma manera que el yen es un crédito sobre el Banco Central de Japón, que el franco suizo es un crédito sobre el Banco Nacional de Suiza, o que el dólar es un crédito sobre la FED. Pero no es lo que se hizo.” [3].
De hecho, los alemanes saben hacer muy bien la diferencia: cuando las dos Alemanias se reunificaron en 1990, el marco de la RDA desapareció junto con su banco central, los alemanes empezaron a referirse al marco como die einheitliche währung (la moneda única). En cambio, cuando hablan del euro se refieren siempre a die gemeinsame währung. Asimismo, el premio Nobel de economía Joseph Stiglitz –aunque sea un alter-europeísta que milita por “otra Europa”– tituló su libro sobre el euro: “The Euro. How a Common Currency Threatens the Future of Europe” (“El euro. Cómo una moneda común amenaza el futuro de Europa.”).
Sigamos. Hemos visto que los euros no tienen el mismo valor jurídico en función del país donde son emitidos. Si por ejemplo un ciudadano X tiene 100.000 euros depositados en una cuenta corriente en un banco español, estos 100.000 euros representan jurídicamente un “deber” o saldo acreedor garantizado por el Fondo de Garantía de Depósitos, que es un organismo complementario del Banco de España. ¿Qué significa esto? Que en caso de quiebra de un banco, dicho fondo se compromete a entregar la cantidad ingresada en el banco al titular de la cuenta en el momento de exigirlo. Este tipo de mecanismo se ha establecido para evitar que ocurra lo que pasó en los Estados Unidos durante el crack de 1929, cuando el dinero que los trabajadores estadounidenses tenían depositado en los bancos sencillamente desapareció.
Al ser el euro una moneda común, si ahora este mismo ciudadano X traslada sus 100.000 euros a un banco de Alemania, porque teme una quiebra del Estado español, o por cualquier otro motivo, estos 100.000 euros se convierten por arte de magia en un crédito sobre el Bundesbank. Allí reside el talón de Aquiles del euro.
¿Cómo funciona el euro?
Para comprender cuál es el defecto del euro, vamos a ver cómo funciona cuando se transfieren capitales de un país de la zona euro a otro. Vamos a ver primero cómo funcionaba cuando cada país tenía su propia moneda nacional, y después cómo funciona ahora.
a) Antes del euro.
Para saber cómo funcionaba el antiguo sistema de monedas nacionales, vamos a poner el siguiente ejemplo. Imaginemos que un tal Sr. Papademos de Grecia quiera comprarle un coche Mercedes a un fabricante de Alemania, que llamaremos Sr. Schröder. El Sr. Schröder tiene una cuenta en un banco comercial, el Commerzbank por ejemplo, en una moneda nacional (marco alemán) respaldada por el Bundesbank. Por su parte, el Sr. Papademos tiene una cuenta en un banco, el Banco del Pireo por ejemplo, en una moneda nacional (dracma) respaldada por el Banco de Grecia.
Anteriormente, en esta operación intervenía el mercado de divisas. Ocurría lo siguiente: el señor Papademos pagaba el Mercedes en dracmas al banco comercial en Grecia, que a su vez cambiaba las dracmas por marcos en el mercado de divisas. Una vez obtenidos los marcos, el banco comercial en Grecia pagaba al banco comercial del Sr. Schröder en Alemania, que a su vez abonaba el dinero en su cuenta.
Todo este proceso estaba regulado por el mercado de divisas. Si por ejemplo la balanza comercial de Grecia con respecto a Alemania se volvía excesivamente deficitaria (al haber muchos Sres. Papademos que comprasen coches Mercedes u otras mercancías alemanas), la tasa de cambio de la dracma con respecto al marco bajaría en el mercado de divisas.
Otra diferencia con la situación actual, es que el Bundesbank no tenía mucho de lo que preocuparse, porque lo único que conocía eran los marcos alemanes. Estaba protegido contra una afluencia masiva de monedas de bancos centrales de Grecia, Italia, España, etc.
b) Con el euro.
Con el sistema actual, el Sr. Schröder sigue teniendo una cuenta en el Commerzbank, en una moneda respaldada por el Bundesbank, y el Sr. Papademos sigue teniendo una cuenta en el Banco del Pireo, en una moneda respaldada por el Banco de Grecia. Esto no ha cambiado, precisamente porque el euro es una moneda común.
El Sr. Papademos sigue queriendo comprar un coche Mercedes. Pero esta vez no lo paga con dracmas sino con euros, que se puede cambiar de manera ilimitada a una tasa de cambio de 1=1, y por lo tanto el Banco del Pireo ya no tiene que pasar por un mercado de divisas: transfiere directamente el dinero en euros al Commerzbank en el que el Sr. Schröder tiene una cuenta.
Lo que ocurre es que los euros que transfiere el Banco del Pireo representan un crédito sobre el Banco de Grecia, enviado directamente a Alemania. El Commerzbank, al recibir estos euros (saldo acreedor griego), va a ingresar el dinero en la cuenta del Sr. Schröder. Pero al tener el Sr. Schröder una cuenta en Alemania, estos euros se tienen que convertir en crédito sobre el Bundesbank.