José Reinaldo Carvalho *
La revolución cuyo centenario es motivo de celebración para las fuerzas vivas del movimiento obrero, revolucionario y comunista durante todo el año 2017, la Gran Revolución Socialista Soviética, dirigida por el Partido bolchevique bajo el liderazgo de Lenin, fue el acontecimiento social más importante en la historia de la humanidad. Por primera vez, el proletariado, unido a los otros estratos populares, especialmente el campesinado, tomó el poder político y comenzó la construcción del poder de los trabajadores y de la sociedad socialista.
La Revolución Rusa de 1917 confirmó la teoría de Marx y Engels, basada en el análisis científico de la sociedad, de que el capitalismo es un sistema económico y social históricamente condenado. Bajo la influencia de sus contradicciones antagónicas, en un momento dado del desarrollo económico y la lucha política de la clase obrera, tienen lugar situaciones revolucionarias, las cuales, en un marco de madurez de las condiciones objetivas y subjetivas, resultan en una victoria de la revolución.
La revolución de 1917 impulsó el progreso social. A partir de una base económica retrasada, en unas pocas décadas la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se convirtió en uno de los países más prósperos y socialmente más avanzado en el mundo. Sobre las ruinas del antiguo régimen, ha devenido una nueva civilización humana, una economía desarrollada, el progreso material y espiritual, la justicia, la igualdad, un pueblo culto y digno. Son logros sociales sin precedentes, las reformas estructurales, los avances civilizatorios realizados por el nuevo orden político del Estado proletario basado en la alianza obrero-campesina.
La victoria de la revolución rusa, en el marco de las condiciones peculiares del principio del siglo pasado, confirmó la tesis de Lenin de que con el paso del capitalismo a la fase imperialista, se abrió la era de la revolución socialista, debido a la madurez de las contradicciones objetivas entre el proletariado y la burguesía, el imperialismo y los pueblos y naciones oprimidos, más allá de las contradicciones entre las potencias imperialistas por el dominio del mundo.
El triunfo de las clases oprimidas en 1917 en Rusia mostró que sólo una revolución podría abrir el camino a la conquista de la liberación, la transformación social y las políticas progresistas. La revolución ha refutado la concepción sobre la colaboración de clases en tanto que ha reforzado la estrategia del movimento obrero y popular.
La revolución de 1917 impulsó el progreso social. A partir de una base económica retrasada, en unas pocas décadas la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se convirtió en uno de los países más prósperos y socialmente más avanzado en el mundo. Sobre las ruinas del antiguo régimen, ha devenido una nueva civilización humana, una economía desarrollada, el progreso material y espiritual, la justicia, la igualdad, un pueblo culto y digno. Son logros sociales sin precedentes, las reformas estructurales, los avances civilizatorios realizados por el nuevo orden político del Estado proletario basado en la alianza obrero-campesina.
La victoria de la revolución rusa, en el marco de las condiciones peculiares del principio del siglo pasado, confirmó la tesis de Lenin de que con el paso del capitalismo a la fase imperialista, se abrió la era de la revolución socialista, debido a la madurez de las contradicciones objetivas entre el proletariado y la burguesía, el imperialismo y los pueblos y naciones oprimidos, más allá de las contradicciones entre las potencias imperialistas por el dominio del mundo.
El triunfo de las clases oprimidas en 1917 en Rusia mostró que sólo una revolución podría abrir el camino a la conquista de la liberación, la transformación social y las políticas progresistas. La revolución ha refutado la concepción sobre la colaboración de clases en tanto que ha reforzado la estrategia del movimento obrero y popular.
La dimensión internacional de la revolución soviética
Ningún otro evento político-social ha materializado la consigna lanzada seis décadas antes por Marx: "Proletarios de todos los países, uníos". Aunque no dio lugar a la revolución proletaria mundial - esta era la expectativa de los bolcheviques y todo el movimiento revolucionario en el momento - la revolución socialista de 1917 tuvo un impacto internacional extraordinario, influencia directa en los acontecimientos posteriores, cambió la faz del mundo y dejó huellas indelebles en todo el siglo 20.
La revolución triunfante el 7 de noviembre 1917 cambió la faz del mundo y abrió una nueva era en la historia humana. Celebrada en el apogeo de la guerra entre las grandes potencias que compiten para dominar el planeta, estableció el contrapunto esencial para el sistema imperialista. Desde entonces, la disyuntiva entre el capitalismo (imperialista) y el socialismo se convirtió en una de las contradicciones esenciales de la época. Los conflictos políticos, las guerras y las revoluciones de liberación nacional y socialistas del siglo 20 se han desarrollado teniendo estos antagonismos como factores objetivos determinantes.