La capa
social de los burócratas renunció a los ataques abiertos contra Stalin
para evitar violentas reacciones populares. Entendió que hacía falta ir
más despacio para, en la práctica cotidiana, ir desmontando los
mecanismos y las estructuras socialistas; no sería sino hasta después
cuando podría atacar los fundamentos ideológicos del sistema. Las
fuerzas marxistas-leninistas proseguían con sus actividades bajo
Brezhnev, pero ya no eran determinantes para las orientaciones del
partido.
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Por Ludo Martens
Cuando Gorbachov nos sorprendió a todos en 1985 con un discurso
radicalmente nuevo acerca de los 17 años de brezhnevismo, lanzando
valientes propuestas en el terreno del desarme, retirando después sus
tropas de algunas misiones aventureras en el tercer mundo, se abrió de
nuevo un viejo debate. ¿Aún existe una esperanza de que la Unión
Soviética vuelva a los principios socialistas revolucionarios? ¿Hace
falta revisar el análisis elaborado a finales de los años 60 por el
Partido Comunista Chino y el Partido del Trabajo de Albania? ¿Se había
completado el restablecimiento del capitalismo en la URSS tras el golpe
de Jruschov en 1956? ¿Se podía decir que el régimen que existía desde
entonces en la URSS era un capitalismo de Estado que practica una
política exterior socialimperialista?
Hoy, en agosto de 1990, Gorbachov nos vuelve a sorprender por la rapidez
y la energía con las que restablece el libre mercado y la empresa
privada, con la que implementa planes de privatización e integración en
el sistema capitalista mundial.
Estas declaraciones inesperadas nos obligan a volver al análisis del periodo de Brezhnev, entre 1966 y 1982.
Circulan diferentes opiniones entre quienes se reclaman del marxismo-leninismo.
Algunos consideran que la llegada al poder de Brezhnev en 1965 supuso el
comienzo de una crítica del revisionismo de Jruschov. Terminaron los
furibundos ataques contra Stalin y contra la experiencia histórica de
los años 20 y 30. Hubo un cierto reconocimiento de los méritos de Stalin
y de la línea que defendió. La URSS recuperó algunos principios
esenciales del leninismo abandonados por Jruschov.
Otros opinan que este discurso más ortodoxo servía de cobertura para
velar el proceso de empobrecimiento ideológico y político que seguía
desarrollándose a la cabeza del partido y del Estado. Este discurso,
aparentemente más marxista-leninista, no se correspondía con una
práctica verdaderamente revolucionaria, sino más bien a un
comportamiento hegemonista y aventurero.
Otros opinan que la vuelta a un discurso más ortodoxo era la expresión
de un compromiso entre diferentes clases y tendencias políticas. La capa
social de los burócratas renunció a los ataques abiertos contra Stalin
para evitar violentas reacciones populares. Entendió que hacía falta ir
más despacio para, en la práctica cotidiana, ir desmontando los
mecanismos y las estructuras socialistas; no sería sino hasta después
cuando podría atacar los fundamentos ideológicos del sistema. Las
fuerzas marxistas-leninistas proseguían con sus actividades bajo
Brezhnev, pero ya no eran determinantes para las orientaciones del
partido.
¿Era inevitable el cambio radical que supuso Gorbachov tras el periodo
de Brezhnev? ¿Era Gorbachov la expresión de un salto cualitativo en un
proceso prolongado de degeneración? Tras el fracaso del brezhnevismo,
¿era posible un viraje revolucionario y marxista-leninista en la
dirección del PCUS?
Por supuesta, una respuesta completa para todos estos interrogantes
requeriría de un estudio de la evolución económica y social de la URSS,
un análisis de la diferenciación entre clases sociales, una información
bastante completa acerca de las diferentes tendencias existentes en el
seno del PCUS y entre sus cuadros dirigentes, un análisis de peso del
aparato militar y de sus tendencias políticas e ideológicas.