Por: Jerónimo CarreraResulta algo curioso que los más contrapuestos dirigentes de la vida política internacional, todos casi al unísono, parecería que se han puesto de acuerdo en otorgarle prioridad al tema de moda: un desastre ecológico a escala mundial.
Aparte de echarse la culpa unos a otros, cosa que es habitual en ellos, el debate ha sido llevado al terreno económico, pero en el sentido de la contribución monetaria que se espera de cada uno para poder financiar las medidas que se supone podrán evitarnos el tal desastre. Hablando claro, allí se refleja ostensiblemente una mentalidad capitalista, que todo lo reduce al dinero. Ya lo dijo alguien hace tiempo: poderoso caballero es Don Dinero…
Sin embargo, si analizamos más a fondo y con la seriedad que el asunto requiere, creo yo que notaremos la ausencia de mención del fenómeno concomitante más decisivo, como es el desmedido aumento de la población mundial que caracteriza el recién finalizado siglo XX.
En toda la milenaria historia de la humanidad nunca este planeta había estado tan poblado por seres humanos como lo está ahora, y lo cual es un factor que no debería ser pasado por alto si se quiere en verdad determinar todos los factores que pueden causar cambios de cierta magnitud en el medio ambiente. En su reunión en Copenhague, y hasta lo que se ha podido saber de ella, el tema de la demografía no ha sido tocado en absoluto. La ecología, en cambio, ha tenido el papel preponderante.
De todos modos, no quiero dejar de decir que en el caso nuestro, de Venezuela, es el factor demográfico lo que ha producido sin duda el más significativo cambio en la vida del país -unido al generado por la explotación de nuestro petróleo, claro- en todo el siglo XX, y hasta comparable al de la revolución de independencia en el siglo anterior.
Baste con señalar que para comienzos del pasado siglo, y aún en su tercera década, Venezuela tenía apenas un poco más de tres millones de habitantes, viviendo en algo más de un millón de Km². Recuerdo bien a Caracas, a fines de los años ’20, con sólo 150 mil, y mi querida Cumaná con 20 mil era una de las tres o cuatro ciudades con la mayor población en todo nuestro país.
Ahora se dice que tenemos unos treinta millones de habitantes, y nadie puede decir la cantidad exacta, pues estamos invadidos por indocumentados de todas las procedencias, además de que no se realizan censos como los de otros tiempos.
Mi amigo Elías Eljuri, a cargo de las estadísticas oficiales, nos presenta cálculos en la televisión, siempre muy optimistas en cuestiones laborales, por ejemplo, en los que nadie en verdad puede creer.
Lo realmente importante es que el cambio demográfico comenzó aquí con la segunda invasión europea, al terminar la II Guerra Mundial, comparable a la que emprendió Cristóbal Colón a fines del siglo XVI. Luego han venido gentes de todas partes, al punto de haberse producido aquí una mezcla de nacionalidades que han hecho de Venezuela un país internacional como pocos.
Pues bien, como yo tuve la buena fortuna de asistir a clases del profesor Alfred Sauvy, allá por 1947 en París, y él es hoy considerado como el precursor de la demografía científica, sigo con especial interés todo lo relativo al crecimiento excesivo y no planificado de la humanidad. Somos ya alrededor de diez mil millones en este planeta, y obviamente lo estamos destruyendo.
Es una buena casa, pero con demasiada gente se torna inhóspita e inhabitable. De allí proviene el dilema que seriamente tiene que confrontar ahora mismo nuestra especie en este planeta: Demografía vs. Ecología.
El clásico ser o no ser, de William Shakespeare. Eso es todo
Fuente: PrensaPopularSolidaria_ComunistasMiranda
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