Probablemente sean muchos los lectores de nuestra TP, en particular de los más jóvenes, que no estarán de inmediato conscientes de la gravedad de la pérdida que significa para la buena marcha de nuestro periódico, y por lo tanto para el PCV, la muerte de ese incansable trabajador que siempre fue el camarada Guillermo Betancourt.
Me permitiré yo en esta dolorosa situación, por lo tanto, emitir algunos juicios personales sobre lo que significó, para nosotros, la presencia en nuestro periódico de un camarada con las condiciones personales de este que acabamos de perder.
En efecto, con su callada labor de administrador de TP, nos daba un sentimiento de que la continuidad misma de nuestro periódico estaba asegurada en el aspecto económico, algo que no es poca cosa para un periódico comunista. Guillermo se las arreglaba, sin hacer el menor ruido al respecto, para presionar a los camaradas de las regiones y hacer que por lo menos en algún grado pagaran los ejemplares que él mismo se encargaba de enviarles.
Al mismo tiempo, de alguna manera conseguía uno que otro aviso de algún despacho del Gobierno, sin por eso enajenar en modo alguno la independencia de TP, manteniendo su línea de plena libertad de crítica que nuestro periódico se trazó desde su fundación allá, un 17 de febrero de 1948, cuando se inició en manos del camarada Gustavo Machado.
Pero además Guillermo hasta sus últimos días fue en todo sentido un militante ejemplar, de lo cual hemos sido testigos muchos camaradas. Ha muerto desempeñando el cargo de secretario político de la célula “José Martí”, de la región Caracas, una célula que tiene el honor de haber sido fundada hace unos cuarenta años por Eduardo Gallegos Mancera, ese gran camarada que por muchos años tuvo a su cargo las relaciones internacionales del PCV y quien también fue director de TP durante varios años.
En fin, la muerte del camarada Guillermo Betancourt es una inmensa pérdida para TP y el PCV en su conjunto. En lo personal, nuestra amistad con Guillermo se inició en 1945, al encontrarnos en los bancos del Liceo “Andrés Bello”, en aquella Caracas de fines de la II Guerra Mundial, cuando de la mano del camarada Stalin todos nos sentíamos llamados a ser grandes bolcheviques. Y ha sido una amistad que no tuvo altibajos.
Fuente: PrensaPopularSolidaria
Correo: pcvmirandassrp@gmail.com
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