Mercosur y Venezuela: una nueva perspectiva de integración suramericana
Con Venezuela, el bloque suma 270 millones de habitantes, equivalentes al 70% de la población de Sudamérica, un producto interno bruto alrededor de los 3,3 billones de dólares, o 83,2% del PIB del continente suramericano, y un territorio de 12,8 millones de kilómetros cuadrados.
Por Lucas Morais
"Hoy, representamos la fuerza social de nuestros pueblos que se unen para mostrar que la solicitud se acabó". Así se expresó la presidenta argentina Cristina Fernández, desde la capital brasileña, durante la cumbre que oficializó el ingreso de la República Bolivariana de Venezuela al Mercosur, el 31 de julio de este año, transformándose en el quinto país a formar parte del bloque como miembro permanente. "Se trata de la mayor oportunidad, en 200 años, de Venezuela, un país que, por modelos de desarrollo que le fueron impuestos, estuvo condenado al subdesarrollo, al retraso y a la miseria", afirmó el presidente Hugo Chávez en la ceremonia.
La presidenta Dilma Roussef, a su vez, dijo que, "considerando los cuatro países más ricos del mundo, Estados Unidos, China, Alemania y Japón, el Mercosur sumado es ahora la quinta economía global". Ya el presidente de Uruguay, Pepe Mujica, destacó que "buscamos una política de integración como nunca tuvimos. Debemos ser conscientes de que es ahora o nunca. El desafío es enorme". Luego de su primera expansión, el bloque suramericano pasa a contar con dos componentes geopolíticos claves: la seguridad alimentaria y energética.
Mientras Venezuela ingresa al bloque, Paraguay, miembro fundador del Mercosur, fue suspendido de todos los organismos por decisión de la cumbre, en 29 de junio, en Mendoza, Argentina, debido al golpe de Estado realizado el 22 de junio, contra el presidente Fernando Lugo, en un juicio político sumario en el senado, que lo reemplazó por el vicepresidente Federico Franco, miembro del Partido Liberal Radical Auténtico y vinculado a las oligarquías stroessianas y a las transnacionales que operan en el país, como la Monsanto.
Con Venezuela, el bloque suma 270 millones de habitantes, equivalentes al 70% de la población de Sudamérica, un producto interno bruto alrededor de los 3,3 billones de dólares, o 83,2% del PIB del continente suramericano, y un territorio de 12,8 millones de kilómetros cuadrados. Venezuela tiene el cuarto mayor PIB de América del Sur y la cuarta población del continente. El Mercosur pasa a ser, por lo tanto, la quinta economía del mundo, si sumados los PIB, quedando atrás, respectivamente, de Estados Unidos, China, India y Japón, y al frente de Alemania. Brasil, al lado de Estados Unidos y China, son los únicos tres países que están, a la vez, en la relación de los diez países con mayor territorio, de los diez países de mayor población y de los diez países con mayor PIB en el mundo, lo que pone a la nación brasileña geopolíticamente como uno de los ejes centrales de la economía global.
Tal adhesión altera substancialmente las perspectivas geopolíticas en América y el globo, abarcando casi todo el territorio suramericano con litoral atlántico, lo que posee implicaciones militares, energéticas, culturales, demográficas, de transportes, de pesca y de infraestructura. Quedan al margen de este territorio de América del Sur Colombia, que limita al norte con el Mar del Caribe, Bolivia, Chile, Ecuador y Perú, además de las pequeñas Guyana Francesa, Guyana y Suriname, con costa atlántica.
Del punto de vista alimentario, Venezuela se beneficiará de la integración con Argentina, Uruguay y Brasil, que son grandes productores. Ya en la perspectiva energética, dichos países se beneficiarán de la facilidad de realizar el comercio sistemático con el país que posee las reservas petroleras más importantes del continente y la mayor fuente de gases de Sudamérica. En contraste, vale mencionar que México, principal frontera hispánica de la América del Norte, frente al mayor poder económico y geopolítico global, posee el 85% de su mercado externo destinado totalmente a los Estados Unidos.
La economía venezolana tenía, desde los años 1930, el petróleo como su principal motor económico, que conllevó a graves problemas en la industrialización del país, según Celso Furtado en sus estudios para la Cepal en los años 1950. Hasta el comienzo del siglo XXI, los recursos del petróleo no habían sido sistemáticamente utilizados para desarrollar y diversificar la cadena productiva nacional y costaban alrededor de los siete dólares el barril hasta 1999. La elección del general bolivariano Hugo Chávez alteró esa realidad, cuando propuso la nacionalización de PDVSA y logró, por referéndum popular, una nueva Constitución, además de articular la reforma de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, lo que permitió restablecer los valores del crudo en el comercio mundial, materia-prima que constaba más de 100 dólares el barril en un momento de bonanza económica global. A eso, vale sumar el abandono de las políticas rentistas y que habían marginado la producción agrícola, cambiando hacia una política económica de inversión social en salud, educación, alimentación, cultura, democratización de la comunicación, reforma agraria, entre otras, posibilitadas por nueva política petrolera del país. Un mercado interno en ascensión, creciente poder de adquisición e industrial, sin conflictos bélicos o étnicos y con un Estado democrático de Derecho cada vez más consolidado caracterizan esa nueva Venezuela, que sobrevivió, gracias a la lucha de masas, en las calles de Caracas, al golpe de Estado cívico-militar patrocinado por la CIA y el Pentágono junto a las oligarquías, sectores de la iglesia católica y medios de comunicación, entre los días 11 y 13 de abril de 2002.
El contexto geopolítico e histórico actual es bien distinto al del "Mercado Común del Sur" de 1991, idealizado por Menem (Argentina), Collor (Brasil), Andrés Rodríguez (Paraguay) y Lacalle (Uruguay), que buscaba coordinar políticas macro económicas de (neo) liberalización en favor de una inserción en el mercado mundial como meras colonias exportadoras de materias-primas. La propuesta de dicha concertación era el profundización de las relaciones comerciales y la coordinación de las corporaciones transnacionales en favor de sus matrices europeas o norteamericanas. Hoy, ese proyecto de integración completa 21 años con muchas limitaciones y contradicciones, posee perspectivas enormes para la profundización de su integración también en infraestructura (como en el transporte por carreteras, trenes, aviación, etc.), cultura, salud, educación, además de la estabilidad política institucional. El comercio del bloque suma hoy 50 mil millones de dólares anuales y posee un parlamento propio aún por consolidarse.
El ingreso de Venezuela incorpora 900 mil kilómetros cuadrados, prácticamente las superficies de Francia y Alemania sumadas, y consolida la jurisprudencia y el control sobre las mayores reservas energéticas, minerales, naturales e hídricas del globo y, con eso, pondrá el bloque en un status central en el tablero geopolítico de las naciones y del mercado mundial. Así, el Mercosur pasa a tener las mayores reservas petroleras del mundo, lo que también cambia las políticas del Imperio norteamericano, que buscaba instalar, desde el Tratado de Asunción, en 1991, el Área de Libre Comercio de las Américas - Alca -, una verdadera amenaza a la soberanía, desarrollo y autodeterminación de los pueblos del hemisferio suramericano. Dicho proyecto fue sepultado en 2005 por las fuerzas políticas progresistas, que llegaron al poder luego de victorias significativas en elecciones.
América del Sur históricamente fue y es sistemáticamente perjudicada y agredida por los Estados Unidos a través de las políticas del "dividir para reinar" que, hoy, representaría "desunir para volver a reinar como antes". El Imperio cuenta, para este propósito, con las fuerzas políticas del conservadurismo y el reaccionarismo de las derechas oligarcas, siempre aliadas a las transnacionales y opuestas a la integración y a las culturas latinoamericanas, y una profunda penetración en las fuerzas militares de todos los países del hemisferio. Sin embargo, el ingreso venezolano al Mercosur marca exactamente la ausencia de élites conservadoras en las representaciones electivas ejecutivas nacionales.
Ese nuevo Mercosur posee también la perspectiva de acercarse de otros productores de energía de la región, como Bolivia, potencia en gas natural, y Ecuador, que posee abundantes reservas de hidrocarburos.
Otro aspecto de extremada relevancia para entender este cambio geopolítico es que el bloque se aliará, naturalmente, a China, Rusia, India (BRICS) y a los mercados de África, más allá de los mercados consolidados con los Estados Unidos y los países europeos. Esa relación de los países del Mercosur y los países de los BRICS abre perspectivas globales e involucra miles de millones de personas alrededor de un bloque geopolítico que representa el 56% del crecimiento económico global (mientras el G-7 representa el 9%), que está consolidándose y donde hay espacios de acuerdos más ventajosos para ambas partes (distinto a las negociaciones "Sur-Norte") y tendrá, a partir de este año, un banco de los BRICS. Argentina, por su vez, pretiende inserirse en esta locomotora. Así, el Mercosur va al revés de la política económica que los Estados Unidos pretendían imponer a la región a través del Alca. En este sentido, los BRICS son hoy el centro emergente del capitalismo global.
La integración del bloque enfatiza el suceso de la política exterior venezolana de Hugo Chávez, defendiendo la integración política suramericana y, por que no, latinoamericana. Además, consagra a Venezuela como un importante jugador en el tablero internacional y, especialmente, en América Latina. Sin embargo, hay que atentarse para los movimientos de las oligarquías brasileña y argentina que, en el caso de fortalecerse al nivel electoral, pueden usar el peso de sus Estados y sus corporaciones para "adiestrar" a la joven República Bolivariana, como "naturalmente" pretenden los Estados Unidos. Una integración política soberana, que aleje a la injerencia imperialista, tarea importante para la garantía del despegue político de una máquina que instaló e instala por toda América dictaduras (hoy con el modelo de golpes constitucionales, como en Honduras y en Paraguay) que liquidaron, en la tortura o en el masacre, las vanguardias políticas de las generaciones de los años 1950 a 1980.
El éxito del Mercosur dependerá también, de como cada nación, y el conjunto de ellas, manejará el tan propalado "desarrollo". Todos esos países están en el límite entre las urgencias coyunturales del capitalismo y la necesidad histórica de transformaciones estructurales para los pueblos, y también entre la urgencia de superar la pobreza, preservar el medio ambiente y poner fin a la sistemática masacre contra los pobres, los pueblos originarios, entre otros.
Es la integración histórica de los pueblos suramericanos que está en juego ahora y en los próximos años. Para más allá de la integración meramente económica formalizada en el Mercosur, urge la construcción de una solidaridad que fortalezca la perspectiva histórica emancipadora de la unidad latinoamericana y su integración.
Traducción al español: equipo de redacción en portugués de teleSUR
Fuente: Diario Liberdade/Telesur/PrensaPopularSolidaria
http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com
Correo: pcvmirandasrp@gmail.com
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