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Los dirigentes de la Unión Europea –destacadamente Merkel, Hollande y Cameron- intensificaron en las últimas semanas sus críticas a Rusia. El pretexto son los acontecimientos de Ucrania. Un objetivo prioritario es Vladimir Putin. Uno de los absurdos de esa campaña es la insistencia en presentar al presidente de Rusia como un dictador que estaría empeñado en una política que intentaría la reconstitución parcial de la Unión Soviética. Un anticomunismo evidente es identificable en crónicas de influyentes analistas occidentales. No obstante que Rusia es hoy un país capitalista, slogans decadentes de la Guerra Fría son retomados. Putin es acusado de recurrir a métodos y al lenguaje de comunistas históricos. Hasta la realización de la parada de la Victoria en Moscú, el 9 de Mayo, para conmemorar la derrota del Reich nazi, fue interpretada como una amenaza en Washington y algunas capitales de la Unión Europea. Una extraña fiebre ideológica gana súbitamente actualidad y destacados intelectuales del sistema capitalista divulgan a despropósito entusiastas apologías del neoliberalismo y exorcizan al marxismo como antigüedad obsoleta. En esa atmósfera es en la que se inserta el nuevo discurso anticomunista que, agitando fantasmas, falsifica la Historia. En la tentativa de presentar a Marx y a Lenin como enemigos de la democracia, intervienen figuras exponenciales de una ideología inseparable del engranaje liberticida que amenaza a la humanidad y es responsable de crímenes monstruosos. En Portugal los comentaristas en la TV, en la radio y en los periódicos de “referencia” cumplen con celo su tarea, difundiendo tonterías en el combate al supuesto renacimiento de la “nostalgia comunista” en Rusia. Creo por ello que es útil recordar datos y situaciones históricas que desmontan la actual campaña ideológica del imperialismo. Comenzaré por llamar la atención sobre la falsedad de las tesis de académicos anticomunistas que atribuyen a Lenin un dogmatismo rígido en la utilización del marxismo para la comprensión y transformación del mundo. Se trata de una grosera mentira. El fundador del primer Estado socialista no veía en el marxismo una ciencia inmóvil, de fronteras definitivas. “No consideramos de modo alguno –escribió- a la teoría de Marx como algo acabado e intocable, estamos por el contrario convencidos de que ella apenas asentó la piedra angular de la ciencia que los socialistas deben hacer avanzar en todas las direcciones, si no quieren atrasarse en relación a la vida. Pensamos que para los socialistas rusos es especialmente necesaria la elaboración independiente de la teoría de Marx, pues esta teoría ofrece solamente postulados generales orientadores que en Inglaterra se aplican de manera diferente que en Francia, en Francia de manera diferente a Alemania, en Alemania de manera diferente a Rusia.” (1) Lenin repitió incansablemente que sin teoría revolucionaria no puede triunfar ningún movimiento revolucionario. Y consiguió, con imaginación y talento, ser simultáneamente flexible en la aplicación del método marxista e intransigente en el combate a las ideas y maniobras de aquellos que, afirmando ser marxistas, asumían en la práctica posiciones incompatibles con la ideología del autor de El Capital. Contrariamente a la convicción de muchos jóvenes que identifican a los “renovadores” que contribuyeron a la socialdemocratización de muchos partidos comunistas europeos como un fenómeno relativamente reciente, el revisionismo del marxismo sumerge sus raíces en el siglo XIX. Comenzó aún en vida de Marx y fue permanente. En 1894, cuando Lenin preparaba la fundación del futuro partido bolchevique, tuvo que librar una lucha dura contra los “marxistas legales”, tendencia liderada por el alemán Struve que procuraba “tomar del marxismo todo aquello que era aceptable para la burguesía liberal, incluyendo la lucha por reformas, incluyendo la lucha de clases (sin la dictadura del proletariado), incluyendo el reconocimiento “general” de los ideales socialistas y la sustitución del capitalismo por un “nuevo sistema” y rechazar “solamente” el alma viva del marxismo, y su carácter revolucionario”. La segunda ofensiva de los oportunistas para desvirtuar el marxismo en beneficio de la burguesía tuvo su epicentro en el Partido Socialdemócrata Alemán, en su tiempo muy prestigiado, cuando su dirigente Edward Bernstein publicó en 1899 una serie de artículos en que revisaba tesis fundamentales del marxismo. En su apología del reformismo lanzó una consigna famosa: “el movimiento lo es todo, el objetivo final casi nada”. (2) Lenin y Rosa Luxemburgo le arrancaron la máscara, denunciándolo como un usurpador del marxismo. Para los comunistas “el objetivo final” lo es todo y el reformismo de Bernstein apuntaba hacia la conciliación con la burguesía. En la práctica, Bernstein retomaba tesis reaccionarias de la filosofía de Kant. Pero su prédica influyó en un amplio sector del Partido Socialdemócrata Alemán, entonces marxista, con repercusiones negativas en Rusia. (3) Una tercera gran ofensiva del revisionismo ocurrió en 1908. Dos filósofos, el austriaco Ernst Mach y el alemán Richard Avenarius, que negaban la existencia objetiva del mundo material, difundieron la llamada filosofía de la “experiencia crítica”, más conocida por el nombre de Empiriocriticismo. Según ellos, los cuerpos serían solamente “complejos de sensaciones”. Los trabajos de ambos dieron origen a una corriente del pensamiento que se popularizó con el nombre de “machismo”. Mach sobre todo, aunque pretendía ser marxista, rechazó lo esencial del materialismo histórico y del materialismo dialéctico. Una parte considerable de la intelectualidad progresista europea se adhirió con entusiasmo a esa nueva filosofía, aceptándola como puntera en la ciencia. Kautsky, abriendo las columnas del órgano central de la socialdemocracia alemana a la apología del Empiriocriticismo, contribuyó a aumentar la confusión generada. Los mencheviques se adhirieron inmediatamente, pero la propaganda machista perturbó también a cuadros de la fracción bolchevique del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia- POSDR-b. Esa influencia negativa llevó inclusive a la formación de un grupo oportunista, los “oztovistas” que defendía la retirada del Parlamento Ruso (la Duma) de los diputados bolcheviques, afirmando que el Partido debería realizar solamente actividades ilegales. Fue entonces cuando Lenin declaró la guerra a esa peligrosa modalidad del revisionismo, primero a través de artículos, después en un libro Materialismo y empiriocriticismo, ensayo filosófico que con el tiempo se volvió un clásico del marxismo como obra teórica. Demostró que Mach y sus seguidores, simulando realizar un trabajo científico innovador, se limitaban al final a colocar un nuevo rotulo a viejas tesis idealistas (4). Los esfuerzos para destruir al marxismo fueron permanentes en vida de Lenin y prosiguieron después de su muerte. (1) V.Lenin, O Nosso Programa, Obras Completas, in Tomo 4, pág. 184 (2) V.I.Lenin, A Falência da II Internacional,idem,Tomo 26, pág. 227 (3) V.I.Lenin, Uma Orientação Retrógrada na Social-democracia Russa, idem, Tomo 4, pág. 265 (4) V.I.Lenin, Materialismo e Empiriocriticismo, Edições Avante! 1982, Lisboa Serpa e Vila nova de Gaia, Agosto de 2014 Traducción: Jazmín Padilla Fuente:El Comunista_México/Redglobe/PrensaPopularSolidaria http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com |
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Hace 6 años
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