Por Jerónimo Carrera
El pasado 20 de enero, los televisores del mundo entero transmitían las mismas imágenes: Barack Hussein Obama, de 47 años de edad, afroamericano, hijo de un economista keniano y una antropóloga estadounidense, tomaba posesión de su cargo como cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos de América. Se cumplía el sueño de muchos y, ante los ojos del mundo, se hacía realidad el “cambio” que incrédulamente esperábamos desde que se anunció su candidatura presidencial por el partido Demócrata.
Finalmente se daba el primer paso. Pero las expectativas no son pocas y el panorama se presenta oscuro. El planeta entero atraviesa una crisis económica de proporciones mayúsculas, y el terrorismo, las guerras, el hambre, el calentamiento global y el desempleo, entre otros males, azotan a la población mundial, que a su vez, fija la mirada sobre la cabeza de Mr. Obama, nuevo presidente del país más poderoso del mundo.
De allí que durante la jornada, las cadenas de televisión se dedicasen a transmitir, una y otra vez, especiales sobre el mandatario norteamericano. Así todos supimos que mientras se celebraba la ceremonia de juramentación, el presidente de la Corte Suprema de Justicia cometió un error, por lo que hubo que repetir el juramento.
Conocimos el ecléctico origen étnico del presidente, supimos que está casado desde 1992 con Michelle Robinson, con quien tiene dos hijas. Supimos también que en aquel pueblo de Kenia donde nació su padre, celebraron su investidura con todos los honores. Igual que en Obama, pueblo japonés que comparte con él un mismo nombre, y que se ha aprovechado de esa casualidad para explotar sus posibilidades turísticas. Además, nos enteramos de que el actor Will Smith lloró tanto al conocer el triunfo del demócrata, que tuvo que explicarle a su hija que eran lágrimas de dicha y no porque sucediera algo malo.
Por ello no es de extrañar que los grandes dirigentes políticos de todo el globo hayan expresado públicamente sus felicitaciones, al igual que han manifestado sus posiciones con respecto al nuevo presidente estadounidense, y frente a las promesas que le llevaron a la Casa Blanca. Entre ellas, la de reconsiderar el bloqueo a Cuba, país con el que dijo estar dispuesto a mejorar las relaciones y a reunirse con alguno de sus dirigentes. De allí, quizás, que Fidel Castro se mostrase tan complacido con el cambio, a la espera de que surjan políticas más beneficiosas para el gobierno cubano.
Hugo Chávez, por su parte, aseguró alegrarse de que haya llegado a la presidencia norteamericana un hombre “de buenas intenciones” como Obama, y celebró que entre las primeras medidas que ha tomado éste como jefe de Estado se incluyera la de firmar los decretos para prohibir las torturas y acabar con la prisión de Guantánamo.
Cada uno de los presidentes de los países del tercer mundo aspira a que Mr. Obama se fije en ellos. A que las relaciones con sus naciones se inicien, cambien, mejoren o, como en el caso de Uribe, continúen en las mismas condiciones. La esperanza del mandatario colombiano, es que la crisis económica norteamericana no se refleje en un recorte de la ayuda que hasta ahora recibía del gobierno de Bush para hacer frente a la guerrilla y al narcotráfico.
Pero lo más importante, sin duda, es que el nuevo gobierno de los Estados Unidos respete a los pueblos y se atenga al estado de derecho, a diferencia de su predecesor. En ese sentido, no nos queda más que esperar a que las buenas voluntades del gabinete del presidente norteamericano no se queden en el camino. La labor no es sencilla y las expectativas son demasiadas. Hay mucho trabajo por hacer. Todo el mundo pretende un milagro de Obama, pero hay que recordar que el país más golpeado por la crisis es, precisamente, la cuna del presidente. Sólo el tiempo dirá hasta dónde puede llevarnos el anhelado change.
http://www.elimparcial.es/america/lo-que-todos-saben-y-anhelan-de-obama-32684.html
El pasado 20 de enero, los televisores del mundo entero transmitían las mismas imágenes: Barack Hussein Obama, de 47 años de edad, afroamericano, hijo de un economista keniano y una antropóloga estadounidense, tomaba posesión de su cargo como cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos de América. Se cumplía el sueño de muchos y, ante los ojos del mundo, se hacía realidad el “cambio” que incrédulamente esperábamos desde que se anunció su candidatura presidencial por el partido Demócrata.
Finalmente se daba el primer paso. Pero las expectativas no son pocas y el panorama se presenta oscuro. El planeta entero atraviesa una crisis económica de proporciones mayúsculas, y el terrorismo, las guerras, el hambre, el calentamiento global y el desempleo, entre otros males, azotan a la población mundial, que a su vez, fija la mirada sobre la cabeza de Mr. Obama, nuevo presidente del país más poderoso del mundo.
De allí que durante la jornada, las cadenas de televisión se dedicasen a transmitir, una y otra vez, especiales sobre el mandatario norteamericano. Así todos supimos que mientras se celebraba la ceremonia de juramentación, el presidente de la Corte Suprema de Justicia cometió un error, por lo que hubo que repetir el juramento.
Conocimos el ecléctico origen étnico del presidente, supimos que está casado desde 1992 con Michelle Robinson, con quien tiene dos hijas. Supimos también que en aquel pueblo de Kenia donde nació su padre, celebraron su investidura con todos los honores. Igual que en Obama, pueblo japonés que comparte con él un mismo nombre, y que se ha aprovechado de esa casualidad para explotar sus posibilidades turísticas. Además, nos enteramos de que el actor Will Smith lloró tanto al conocer el triunfo del demócrata, que tuvo que explicarle a su hija que eran lágrimas de dicha y no porque sucediera algo malo.
Por ello no es de extrañar que los grandes dirigentes políticos de todo el globo hayan expresado públicamente sus felicitaciones, al igual que han manifestado sus posiciones con respecto al nuevo presidente estadounidense, y frente a las promesas que le llevaron a la Casa Blanca. Entre ellas, la de reconsiderar el bloqueo a Cuba, país con el que dijo estar dispuesto a mejorar las relaciones y a reunirse con alguno de sus dirigentes. De allí, quizás, que Fidel Castro se mostrase tan complacido con el cambio, a la espera de que surjan políticas más beneficiosas para el gobierno cubano.
Hugo Chávez, por su parte, aseguró alegrarse de que haya llegado a la presidencia norteamericana un hombre “de buenas intenciones” como Obama, y celebró que entre las primeras medidas que ha tomado éste como jefe de Estado se incluyera la de firmar los decretos para prohibir las torturas y acabar con la prisión de Guantánamo.
Cada uno de los presidentes de los países del tercer mundo aspira a que Mr. Obama se fije en ellos. A que las relaciones con sus naciones se inicien, cambien, mejoren o, como en el caso de Uribe, continúen en las mismas condiciones. La esperanza del mandatario colombiano, es que la crisis económica norteamericana no se refleje en un recorte de la ayuda que hasta ahora recibía del gobierno de Bush para hacer frente a la guerrilla y al narcotráfico.
Pero lo más importante, sin duda, es que el nuevo gobierno de los Estados Unidos respete a los pueblos y se atenga al estado de derecho, a diferencia de su predecesor. En ese sentido, no nos queda más que esperar a que las buenas voluntades del gabinete del presidente norteamericano no se queden en el camino. La labor no es sencilla y las expectativas son demasiadas. Hay mucho trabajo por hacer. Todo el mundo pretende un milagro de Obama, pero hay que recordar que el país más golpeado por la crisis es, precisamente, la cuna del presidente. Sólo el tiempo dirá hasta dónde puede llevarnos el anhelado change.
http://www.elimparcial.es/america/lo-que-todos-saben-y-anhelan-de-obama-32684.html