Por: Jerónimo Carrera
Para todo estudioso del pensamiento y obra de Vladimir Ilich Lenin, como lo debería ser en nuestro tiempo todo legítimo aspirante al más que académico título de revolucionario, el mes de abril guardará siempre una significación muy relevante. No tanto por ser el mes de su natalicio, del cual este próximo día 22 se cumplen 138 años, sino por la circunstancia de conocerse con la denominación ya histórica de las tesis de abril una de sus contribuciones fundamentales a la teoría y práctica de la revolución.
Guardan ciertamente estrecha relación estas tesis de Lenin con las igualmente fundamentales tesis sobre Feuerbach, de Karl Marx, escritas exactamente 73 años antes y en condiciones totalmente diferentes, pero ambas de un valor inapreciable para la comprensión cabal de los procesos revolucionarios en el mundo contemporáneo.
Este claro enlace del pensamiento de Lenin con el de Marx, básico e imprescindible para todo movimiento revolucionario de nuestros días, es lo que nos lleva a los alumnos de esos dos grandes maestros de los actuales revolucionarios, aunque actuemos en condiciones locales tan diversas, a llamarnos marxistas-leninistas.
Por lo tanto, bien establecido ha quedado desde hace ya mucho tiempo que el leninismo ha devenido parte inseparable del marxismo, cuyo desarrollo está determinado por la situación imperante en cada nuevo periodo del continuo proceso evolutivo de la humanidad. Lenin entendió de un modo genial que con el estallido de la que conocemos como I Guerra Mundial se abría una etapa enteramente nueva de la historia, en la cual podía la clase obrera convertirse en clase predominante e iniciar luego la construcción de una sociedad socialista. Tal como lo habían anunciado Karl Marx y Friedrich Engels en el Manifiesto del Partido Comunista, de cuya publicación inicial se cumplieron 160 años en febrero último.
Pues bien, al estallar dicha guerra en agosto de 1914, se encontraba Lenin en el exilio y en Rusia imperaba una cruel monarquía que cometió el terrible crimen de llevar a su pueblo a ese conflicto sin suficiente preparación. Consecuencia de ello fue que al iniciarse el año de 1917 los ejércitos rusos ya estaban derrotados por los alemanes, y se abrió de inmediato en Rusia una situación revolucionaria.
La situación era observada por Lenin desde Suiza, y al ser derrocado el zar por la revolución burguesa de febrero lo primero que hizo Lenin fue darse como objetivo regresar a Rusia como fuese, o sea atravesando las líneas de batalla alemanas. Lo logró, casi milagrosamente, bien podríamos decir, así que llegó a Petrogrado vía Estocolmo el 3 de abril de 1917.
Al día siguiente pudo presentar en dos reuniones públicas, una tras de otra, ante bolcheviques y mencheviques, sus ideas sobre la situación revolucionaria existente y su perspectiva de llegar a convertirse en algo más trascendental. En pocas palabras, en pasar de su fase inicial a una más significativa: la revolución socialista.
Esas ideas de Lenin son las que han hecho historia y las conocemos como las tesis de abril. Con esas ideas formuladas en tales tesis, se produjo la gran revolución de octubre, de aquel mismo año, bajo la conducción del partido comunista, que acababa de “quitarse la ropa sucia” al dejar su viejo nombre de partido socialista democrático.
Todo esto lo he estado releyendo en estos primeros días de abril, y al respecto recomiendo leer: G. Walter, Biografía de Lenin, La Habana 1967, 470 págs.; Lenin, Obras Escogidas, en doce tomos, Tomo VI, Editorial Progreso, Moscú 1976, 566 págs.; Albert Nenarókov, Historia ilustrada de la Gran Revolución Socialista de Octubre, 1917, un mes tras otro, Editorial Progreso, Moscú 1987, 400 págs.
Lectura muy útil para revolucionarios en nuestra Venezuela actual, sin duda, en abril y siempre, pienso yo.
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