Estamos a 23 días de las elecciones internas partidarias de
junio. Esa fecha, la de las internas, es importante, pero la central, donde se
define todo, es el 26 de octubre y hasta allí nos quedan 171 días.
Es mucho y poco tiempo, de acuerdo a como se lo mire y sobre
todo a que actitud se adopte en su transcurrir.
Estamos inmersos en la campaña electoral. La derecha ha
demostrado que va por todo, es inmensa la inversión en dinero, multimillonaria,
tanto en propaganda callejera, como en las redes sociales, y también en
televisión, radio y prensa, y lo será más.
Las clases dominantes de nuestro país y sus expresiones
políticas, el Partido Nacional y el Partido Colorado, están decididos a frenar
y hacer retroceder el proceso de cambios. Los objetivos políticos inmediatos:
quitarle la mayoría parlamentaria al Frente Amplio y si pueden desplazarlo del
gobierno nacional. Pero es mucho más que eso. Es la decisión, y la inversión
que le acompaña, de cortar el proceso de acumulación de fuerzas del movimiento
popular. En todo, no en una parte.
Ese desafío político, ideológico, social, de la derecha y de
las clases dominantes tiene que ser enfrentado y derrotado. Hemos dedicado
varios editoriales a fundamentar en el plano ideológico y político esta pugna.
Le dedicaremos más pero hoy queremos concentrarnos en otro aspecto.
La operación ideológica es de tal magnitud que quieren
adueñarse, y en muchos sectores de la sociedad lo logran, de la idea del
cambio. Ellos se presentan como los portadores del cambio. Es el centro duro de
la falsedad, de la tergiversación, política e histórica.
El cambio no es un problema solamente de edad. Por supuesto
que lo generacional juega un papel, y no menor, pero la noción de cambio
contiene otras dimensiones.
En primer lugar no pueden ser portadores del cambio los
partidos políticos que representan a las clases sociales que se beneficiaron y
se benefician con el status quo. El Partido Nacional y el Partido Colorado
expresan, sustancialmente, a los sectores del poder económico y social, a los
estancieros, los grandes empresarios, los grandes productores, los operadores
financieros, los propietarios inmobiliarios, los propietarios de las grandes
superficies comerciales. Expresan social y políticamente al poder económico. Su
composición social y la de sus listas, pobladas de “doctores”, como siempre,
expresan a la sociedad que debe ser cambiada, no al cambio. Escamotear del
debate este aspecto central solamente beneficia a la derecha y a su operación
tergiversadora.
Más allá de sus dificultades, insuficiencias y defectos; más
allá de su composición policlasista, donde están todos los sectores sociales,
también del empresariado nacional; la única fuerza política que representa por
su composición y por la de sus listas a los sectores sociales que impulsan el
cambio es el Frente Amplio. Lo es mucho más si a la dimensión estrictamente
político partidaria se la encuadra en una mucho más abarcadora, la del
enfrentamiento de dos bloques antagónicos, el bloque dominante y el bloque
político y social de los cambios. Si se analiza la realidad política, y dentro
de ella las elecciones, como un momento central de síntesis de toda la
sociedad, desde esta perspectiva, la falacia de la derecha de ser portadora del
cambio se desmonta sola.
Ocurre que ese análisis, esa lectura de la sociedad, esa
concepción, tenemos que lograr que sea síntesis de masas, de cientos de miles y
no es sencillo.
Hay que decirlo con claridad, no pueden ser abanderados del
cambio los partidos que proponen terminar con los Consejos de Salarios, con la
Negociación Colectiva, con el MIDES y las políticas sociales, con la
integración regional, los que proponen un TLC con EEUU, los que prometen
terminar con la despenalización del aborto, con la legalización de la
marihuana, con el matrimonio igualitario. Los que proponen terminar con todo lo
avanzado en estos años. No pueden ser potadores del cambio los que llevan como
candidatos, según ellos expresión del cambio, al hijo de Luis Alberto Lacalle y
al hijo de Juan María Bordaberry, cual dinastías aristocráticas.
Y en todo caso, hay que recordar, aunque suene un tanto
contradictorio con lo anterior, que si hablamos de cambios, la marcha atrás
también es un cambio, todos los automóviles la tienen, hasta los que tienen
caja automática.
La única alternativa real de cambios, de proyección hacia el
futuro del proceso de cambios, contradictorio, a veces, muchas veces, más lento
de lo que podría ser, de lo que desearíamos y muchísimo más lento de lo que
soñamos, pero aún así de cambios reales, es el Frente Amplio.
La 1001 y sus militantes han hecho mucho en este mes y poco
de campaña electoral. La han lanzado en todo el país con más de 190
actividades, reuniones en casa de familia, en ferias, en esquinas y sobre todo
en puertas de fábricas y obras. Han instrumentado una propaganda audaz,
innovadora. Han expresado en una consigna su objetivo político, ni retroceder
ni mantener: Avancemos. Han dado y darán pelea por los muros y las columnas.
Han hecho todo esto sin abandonar una sola trinchera, ni la gestión de gobierno
nacional y municipal, ni la lucha en los sindicatos y en los gremios
estudiantiles. Han hecho mucho pero no alcanza. Hace falta mucho más.
Hace falta aumentar la intensidad de la militancia y hace
falta romper el cascarón y llegar masivamente a nuestro pueblo. Miles
convenciendo a miles, esa es la fórmula política y organizativa.
Es mucho lo que está en juego, mucho más que un candidato, o
que una lista de candidatos, muchísimo más que una banca en el senado, un
ministerio o una dirección municipal. Está en juego la acumulación conquistada
y la posibilidad de dar un salto en calidad en esa acumulación para avanzar.
Hay que defender décadas de sueños y de militancia acumulada
y hay que hacerlo con las armas políticas de siempre: la militancia, la
movilización y el compromiso y hay que hacerlo en unidad.
Nada está perdido pero tampoco nada está conquistado, ni
mucho menos. Todo está en juego. Se necesita frenteamplismo, se necesita
movilización, se necesita presencia callejera, se necesita discusión.
Quedan 23 días para las internas y 171 días para las
elecciones nacionales. Depende de nosotros, de todos nosotros, si será mucho o
poco tiempo.
Fuente: Comunistas Uruguayos en España/PrensaPopularSolidaria
http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario