Presentamos
este
trabajo de Punto y hora celebrando un aniversario de Marx, publicado en
1983
en la revista de la izquierda abertzale Punto y Hora, controlada en
aquel entonces por el HASI de Txomin ziluaga, y esto es importante de
recalcar por el articulo destacado de J. Apalategui donde se rebaja y
niega la aportación leniniana a la cuestión nacional.
El
antistalinismo de Jokin Apalategui no es óbice para publicar sus reflexiones,
muy al contrario, es de obligación su estudio y lectura del libro del que es
autor junto a Paulo Iztueta, es riguroso
en sus apreciaciones historicas aunque extrae erroneas conclusiones siempre
enfocadas a la suprema causa de la nación vasca (la moneda de las dos cara
nunca se mantiene en pie, siempre cae hacia un lado). Pero hay que destacar su
veracidad en contraposición a la manipulación de la que hacen gala otros
ideologos abertzales que nos presentan
un falso lenin independentista.
Jokin Apalategi , monografico 100 años de Marx en punto y hora
En el siglo XX
la nación constituye verdaderamente un pretexto para el reforzamiento estatal;
el interés nacional legitima el Estado soberano o expansionista. En este sentido,
el proyecto socialista se halla obligado a tener en cuenta este dato para, a
partir del mismo, contestar sus fundamentos y sus consecúencias, y de esta
manera el proyecto socialista se sitúa deliberadamente en una perspectiva de
internacionalismo.
Pero una vez
expuesto el proyecto, una vez reivindicada la perspectiva, comienzan las
dificultades que vienen dadas por el hecho de que, por una parte, la doctrina
leninista pretende en cada caso realizar «el
análisis concreto de las situaciones concretas», que hacen, por otra parte,
que el proyecto comunista contribuya a su vez al reforzamiento del Estado que,
en una cierta época ha pretendido realizar
«el socialismo en un solo país» y que, de forma insistente impone sus
imperativos de política extranjera; esto a su vez hace que la cuestión nacional
en el siglo XX se multiplique en significaciones diversas y a la vez
contradictorias. Por todas estas razones, la reivindicación de internacionalismo
que parece conllevar el proyecto socialista no supone ninguna unidad de
significación.
Recordemos, eso
sí, que aún admitiendo la unidad de una trama en la temática socialista, es
evidente que la «cuestión nacional» se plantea diferentemente en 1848, en 1900,
en 1917, en 1945, en 1983 ...
Una vez
introducidos en el tema, con este resumen de tipo general adentrémonos en lo
histórico del movimiento marxista internacional, donde podemos destacar dos tiempos
respecto al problema nacional.
Dos tiempos en
el planteamiento de la cuestión nacional
En un primer
tiempo, se «ignora» la cuestión nacional; una cierta concepción de la historia
enseña que su motor no es la guerra entre los pueblos, sino la lucha de las
clases; así la nación sólo se toma en cuenta en tanto que forma “ideológica”
del Estado capitalista e imperialista, y el internacionalismo es el programa de
combate contra ese Estado.
En un segundo
tiempo, se “reconoce» la existencia de una cuestión nacional que se impone por
diferentes concreciones históricas, pero, ¿de qué cuestión nacional se trata?
Sin duda de la misma de siempre, concebida de manera tan estrecha como siempre,
sobre todo cuando se trata de proclamar la unidad del Estado- Nación soviético
y la necesidad de «servir» los intereses de su politica extranjera. El
internacionalismo queda inscrito en el programa socialista: justifica el
reconocimiento de las vías nacionales en el cuadro de la coexistencia pacífica,
la disociación de la ayuda económica y política al Tercer Mundo, la limitación
de la soberanía en el campo socialista, etc.; a saber, ve reforzada sus significación primera: desprecio
de la cuestión nacional en sí, exaltación del Estado.
La postura de
los fundadores del marxismo
Si pasamos a
precisar más las posturas de los diferentes teóricos del movimiento
internacional marxista podemos concluir que para Marx y Engels el nacionalismo
es fundamentalmente una ideología ligada a un cierto estadio del capitalismo;
los casos de opresión nacional son ciertamente condenables moralmente pero pueden
ser necesarios históricamente: recordemos aquella frase «no hay que ver una
nacionalidad oprimida en todo ladrón de corderos en conflicto con Turquia ...
».
Se mira bajo el
mismo prisma a la hora del examen de los problemas «coloniales»: las conquistas
coloniales se hacen ciertamente en nombre de intereses detestables (se nos
dirá) pero pueden representar una necesidad histórica: están ligados al progreso
de la civilización y del capitalismo y a este título pueden ser comprendidos
como estadios necesarios de la revolución socialista ...
Una conclusión
es cierta: la revolución socialista es el prisma desde el cual se mira la
cuestión nacional. Nunca jamás la cuestión nacional se tiene en cuenta en sí
misma. Siempre se minimiza. Esta reducción se deriva lógicamente de la conceptualización
marxista global que de ninguna forma considera la nación como una categoría
fundamental, explicando la historia esencialmente como una evolución socioeconomica
donde las principales realidades motrices son las categorías de modo de
producción que integran los principales grupos sociales: es decir las clases.
La nación, como otras tantas realidades se explica como epifenómeno de la intersección
de las realidades denominadas fundamentales. Incluso Marx trata las cuestiones
nacionales como cuestiones provenientes de la estrategia o aún de la táctica
política más que de la teoria; estrategia y táctica ellas mismas al servicio de
una evolución histórica cuyo motor es la lucha de clases. Ahora bien
precisamente para Marx, en esta evolución histórica, la nación está condenada.
El internacionalismo no es un programa sentimental, el proletariado no tiene en
este momento ningún interés nacional en un proceso mundial que la burguesía ha
puesto ya en marcha. La solución de la cuestión social manda pues sobre las
cuestiones nacionales.
Esta marginación
del problema nacional conserva una doble significación: por una parte hay una sobreestimación
de la cuestión social, y por otra parte se remite a las «grandes naciones» y no
a los problemas de las minorías nacionales. ¿Acaso esta visión de la Naciónestado no es la
que domina las posiciones de la II Internacional en su pretendida incapacidad
para plantear la cuestión nacional (y colonial)?
El debate de los
teóricos de la II
Internacional
Si pasamos a
examinar la II Internacional,
a título de ejemplo podemos destacar dos confrontaciones significativas.
Aquella primera que opone la ortodoxia marxista a los que se denominan los
«internacionalistas intransigentes» y aquella otra, entre la ortodoxia marxista
y los defensores de la «autonomía nacional».
Vayamos a
descifrar con más precisión estas dos confrontaciones.
La primera se
abre a partir de problemas históricamente nuevos. Rosa Luxemburgo y Pannekoek
toman al pie de la letra la exigencia internacionalista. Niegan toda prioridad
a la «independencia naciona!». sólo cuenta la lucha de clases. Cuando Rosa
Luxemburgo a propósito de Polonia declara querer revisar «las viejas ideas de
Marx» no hace sino aplicar a Polonia unos argumentos marxianos. cuando para Marx
el caso polonés constituía precisamente una excepción. Rosa Luxemburgo rechaza
esa excepción: si el conflicto que divide al socialismo polonés es del orden de
prioridades a acordar al objetivo nacional y al objetivo de clase, Rosa
Luxemburgo sin ningún titubeo, insiste sobre la prioridad de la lucha de clases
del proletariado. Dicho de otra forma afirma la prioridad que tiene lo social
sobre lo nacional. Además Rosa Luxemburgo quiere purificar el punto de vista de
Marx de toda posible ambigüedad: si el nacionalismo burgués se refleja en la reivindicación
del Estado independiente entendiendo esto como «forma de gobierno que permite a la burguesia de una nacionalidad de
dominar a una población compuesta de diferentes nacionalidades», si «los movimientos nacionales burgueses están
esencialmente fundados sobre la independencia nacional y sobre la unificación
del Estado», la política nacional del proletariado debe ser radicalmente
diferente a ello: de esta manera nos dirá que «la independencia de Polonia es una utopía opuesta a los intereses del
socialismo internacional y a los intereses del proletariado polonés».
Como se puede
apreciar por lo que acabamos de decir la sobrestimación de lo social en este
caso es radical. La independencia nacional no forma parte del programa del
proletariado. El interés nacional del proletariado se debe reducir a recoger las
reivindicaciones democráticas culturales del movimiento nacional.
Asimismo
Pannekoek nos dirá que «el hecho nacional es un hecho ideológico burgués» y que
para el proletariado no existe «una
fuerza que sea constitutiva de las naciones, ni existen unos intereses
nacionales específicos» .
A esto la
ortodoxia marxista de la
II Internacional responde afirmando que la independencia
nacional puede estar ligada a los intereses de clase del proletariado, lo cual
se traduce en la defensa del Estado nación.
Kautsky acentúa
la versión “estatal" de Marx y equipara la comunidad lingüística con la
nación, proyección del Estado-Nación unificado progresivamente por los progresos
de la industrialización. Finalmente, se acentúa el carácter «táctico» del reconocimiento
eventual del hecho nacional.
La segunda
confrontación con la ortodoxia marxista de la Segunda Internacional viene de los
defensores de la autonomía nacional.
El representante
máximo de la corriente defensora de la autonomía nacional se llama Otto Bauer.
Su corriente política se conoce como la del austromarxismo. Y, ¿qué viene a defender?
Otto Bauer define la nación «como un
conjunto de hombres unidos por una comunidad de destino en una comunidad de
carácter». Como se puede apreciar el acento se pone en la importancia de la
cultura nacional. la cual permite reivindicar una autonomía cultural. El austromarxismo
intenta sobrepasar la corriente que define la nación únicamente como comunidad
lingüística.
Bauer integra en
su marxismo una visión neo-kantiana que se puede resumir en lo siguiente: la Historia produce una
conciencia étnicosocial, esta conciencia se constituye en su motor y se realiza
en su conciencia nacional. Bauer rechaza, por otra parte la distinción habitual
heredada de Engels entre «naciones sin historia» y grandes naciones; contrariamente
a lo que hacía Kautsky no privilegia
«las grandes unidades nacionales». Para él, «el sentimiento nacional» el
nacionalismo, no está ligado al capitalismo. Al contrario, la evolución del
capitalismo con sus carteles, sus trust, sus grandes bancos, condena el
nacionalismo.
Otto Bauer
concluye diciendo que la clase obrera debe retomar a su cuenta «la antorcha de la libertad, de la unidad y de la autodeterminación
de los pueblos».
Bien que «el
proletariado no tenga patria», debe defender el programa de liberación
nacional. La conquista de la autodeterminación completa de la nación va pues,
en el sentido de la historia. No hay que oponerse al movimiento diferenciativo
ni al reforzamiento progresivo de las culturas nacionales. En lugar de predecir
la desaparición de las diferencias, «el
socialismo internacional debe comprender la diferenciación nacional de los
métodos de lucha y de la ideología en su seno como el resultado de su
crecimiento externo e interno... La tarea de la Internacional debe y
puede ser no la de igualar las especificidades nacionales sino la de realizar
la unidad internacional en la diversidad nacional».
El planteamiento
«político» de la cuestión nacional
Y si pasamos a
resumir la posición de la
II Internacional respecto a la cuestión colonial afirmamos
que, al igual que con la cuestión nacional existe una sobrestimación de la
cuestión social.
Entre 1904 Y
1907 en el seno de la
II Internacional se perfilan dos tendencias a la hora de
valorar la cuestión colonial.
La primera
representada entre otros por Bernstein (socialdemocrata) viene a decir lo
siguiente: la política colonial es condenable porque sus «métodos» son atroces
pero el colonialismo es una necesidad histórica desde el punto de vista del
desarrollo de las fuerzas productivas como desde el punto de vista de la
civilización. La segunda tendencia. representada por Kautsky dice lo siguiente:
«la política colonial capitalista en su
misma esencia lleva necesariamente la servidumbre, el trabajo forzado o la
exterminación de las poblaciones. La misión civilizadora que se auto-atribuye
la sociedad capitalista a la hora de justificar la colonización no es sino un
pretexto para cubrir su sed de explotación y de conquista; sólo la sociedad
socialista podrá ofrecer a todos los pueblos la posibilidad de desarrollar
plenamente su civilización».
De esta forma
llegamos a un nuevo estadio en el planteamiento de la cuestión nacional dentro
del movimiento internacional marxista.
Se puede dar una fecha clave como es el Año 1.913, cuando Stalin publica su Libro "Marxismo y la Cuestión Nacional"
En su Libro Stalin define la Nación como «una
comunidad humana estable,históricamente formada y surgida sobre la base de la
comunidad de idioma, de territorio, de vida económica y de psicología,
manifestada esta en la comunidad de cultura».
Así. Pues, Stalin va más
lejos que nadie, incluido Lenin, en el reconocimiento de los criterios denominados
«objetivos» del hecho nacional.
Pero la definición
de Stalin va en el sentido leninista en la medida que permite dar una solución
política al problema nacional, es decir, el derecho de la autodeterminación que
a su vez está en dependencia directa de
un interés estratégico superior, el de la revolución en Rusia.
La Aurodeterminación Nacional
El derecho de la
autodeterminación leninista conlleva a su vez unas limitaciones históricas que
creemos importantes subrayar. Se habla del derecho de separación como reivindicación
específica del proletariado. En las visperas de 1917 hay un nuevo matiz dado
por consideraciones de orden estratégico. Así, Lenin llega a defender el
principio de la autodeterminación nacional como clave de la Revolución Rusa,
ya que se trata de una condición sine qua non de la alianza de la clase obrera
y de los movimientos nacionales para acabar con el poder zarista. Sin embargo,
y esto es fundamental, si Lenin se interesa a las naciones no se interesa más
que antes a la entidad nacional. Incluso podríamos ir más lejos basándonos en
la insistencia que se observa en Lenin sobre el hecho nacional y que se nos
define como una elección puramente táctica. En este sentido Lenin antes de 1917
es partidario de la unidad del partido centralizado y contrario al federalismo.
Pero a partir de la Revolución
de octubre cuando el partido tiene asegurada su unidad interna, lo que supone
la seguridad de mantener la unidad del Estado, se abre a la fórmula de la
federación. Es precisamente a partir de esta decisión de crear una comisión
para poner en marcha el sistema federal que va a abrirse un periodo de desacuerdos
entre Lenin y Stalin. ¿Cuál era el motivo profundo de esos desacuerdos? No
parece que provenía de la aceptación del federalismo porque el mismo Stalin lo
suscribía, sino que parece que proviene de la violencia de los métodos preconizados
por Stalin y del carácter fuertemente inigualitario de una federación que
estaría dominada por el chauvinismo-gran ruso
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