Por: John V. Whitbeck
Traducción: Javier Villate
Bennet, --el 6 de noviembre---, escribió un artículo de opinión muy significativo, titulado “Para Israel, los dos estados no es una solución”, en el International New York Times. En este artículo, Bennett argumenta que “por su seguridad, Israel no puede retirarse de más territorios y no puede permitir el establecimiento de un estado palestino en Cisjordania”. Más adelante, propone su propio “plan de cuatro pasos” para la paz.
Su “plan de paz” incluye la anexión unilateral por parte de Israel del
Área C de Cisjordania, aproximadamente un 61 por ciento del territorio,
con el fin de “reducir el ámbito del territorio en disputa, facilitando
un acuerdo a largo plazo en el futuro”.
En su concepción de la paz, cualquier “entidad palestina” basada en manchas de tinta residuales de las Áreas A y B de Cisjordania “apenas será un estado. No controlará sus propias fronteras y no podrá tener un ejército”. En cuanto a Gaza, “no puede formar parte de ningún acuerdo”.
Bennett concluye: “Soy consciente de que el mundo no aceptará al principio esta propuesta. Parece ir en contra de todo lo que Israel, los palestinos y la comunidad internacional han defendido durante los últimos 20 años. Pero voy a trabajar para que este plan se convierta en política del gobierno, porque hay una nueva realidad en Oriente Medio que ha puesto fin a la viabilidad del proceso de paz de Oslo”.
Uno puede esperar que la explosión de sinceridad de Bennett acabe por disipar las ilusiones residuales de aquellos gobiernos occidentales que han estado impidiendo durante décadas la creación de un estado palestino en la práctica, argumentando que este solo podría ser el resultado, incluso en un nivel meramente legal, de unas negociaciones con Israel; o sea, con el consentimiento previo de la potencia ocupante, que lo ha sido durante casi medio siglo.
También cabe esperar que la sinceridad de Bennett ayude a los gobiernos occidentales a reconocer la necesidad urgente de salvar la solución de dos estados mediante uno o, idealmente, los dos únicos cursos de acción concebibles para ello:
1) EEUU no veta la solicitud del Estado de Palestina para ser miembro de pleno derecho de la ONU y, por tanto, permite que tal cosa suceda,
y 2) siguiendo el virtuoso ejemplo de Suecia, una oleada de reconocimientos diplomáticos del Estado de Palestina por parte de los 19 estados de la Unión Europea (UE) que todavía no lo han hecho, complementado con un programa claro y coherente orientado a intensificar las sanciones de la UE hasta que Israel cumpla con el derecho internacional y las resoluciones de la ONU, retirándose por completo del Estado de Palestina ocupado.
En un mundo que todavía profesa el respeto formal por el derecho internacional y la Carta fundacional de la ONU, no puede permitirse que la ocupación de un estado miembro de la ONU por un estado vecino dure indefinidamente, y Europa es el principal socio comercial y la patria cultural de Israel, país que goza de privilegios especiales que le otorgan muchas de las ventajas de una integración virtual en la Unión Europea.
Sea cual sea el curso de acción elegido, representaría un test saludable y constructivo de la sociedad israelí y convertiría el fin de la ocupación en una cuestión de cuándo ha de suceder en lugar de un asunto sobre si va a suceder o no.
Parece que los parlamentos de Francia y España votarán el reconocimiento del Estado de Palestina antes de fin de año, aunque, como en el caso del voto abrumadoramente favorable de la Cámara de los Comunes británica y el voto unánime del senado irlandés, en ninguno de los dos casos se tratará de una decisión vinculante para los respectivos gobiernos.
Si el gobierno de EEUU permitiera que el Estado de Palestina se convirtiera en estado miembro de la ONU, hay buenas razones para creer que le seguiría, rápidamente, una oleada de reconocimientos diplomáticos por parte de gobiernos de la UE, que tradicionalmente han diferido a EEUU todos los asuntos relacionados con Israel, Palestina y el denominado “proceso de paz”.
Hay motivos para esperar que el Partido Republicano pase a controlar el Congreso de EEUU, lo cual descarta que el presidente Obama vaya a cambiar nada en sus dos últimos años en la Casa Blanca. Lo más probable es que el Premio Nobel de la Paz se centre en dejar un legado de logros históricos en política exterior de forma discreta y pragmática.
No obstante, si ninguno de estos dos cursos de acción se pusiera en práctica antes de mediados de 2015, el pueblo y los líderes palestinos, así como todas las personas decentes que quieren realmente la paz con una cierta medida de justicia en Israel/Palestina, tendrán que tirar al basurero de la historia la “solución de dos estados” y la actual “legalidad de dos estados”, aceptar la actual “realidad de un estado” y embarcarse en una lucha a largo plazo contra el apartheid y por la igualdad de derechos y la dignidad humana en un estado unitario para todos los que viven en la Palestina del antiguo Mandato Británico.
En su concepción de la paz, cualquier “entidad palestina” basada en manchas de tinta residuales de las Áreas A y B de Cisjordania “apenas será un estado. No controlará sus propias fronteras y no podrá tener un ejército”. En cuanto a Gaza, “no puede formar parte de ningún acuerdo”.
Bennett concluye: “Soy consciente de que el mundo no aceptará al principio esta propuesta. Parece ir en contra de todo lo que Israel, los palestinos y la comunidad internacional han defendido durante los últimos 20 años. Pero voy a trabajar para que este plan se convierta en política del gobierno, porque hay una nueva realidad en Oriente Medio que ha puesto fin a la viabilidad del proceso de paz de Oslo”.
Uno puede esperar que la explosión de sinceridad de Bennett acabe por disipar las ilusiones residuales de aquellos gobiernos occidentales que han estado impidiendo durante décadas la creación de un estado palestino en la práctica, argumentando que este solo podría ser el resultado, incluso en un nivel meramente legal, de unas negociaciones con Israel; o sea, con el consentimiento previo de la potencia ocupante, que lo ha sido durante casi medio siglo.
También cabe esperar que la sinceridad de Bennett ayude a los gobiernos occidentales a reconocer la necesidad urgente de salvar la solución de dos estados mediante uno o, idealmente, los dos únicos cursos de acción concebibles para ello:
1) EEUU no veta la solicitud del Estado de Palestina para ser miembro de pleno derecho de la ONU y, por tanto, permite que tal cosa suceda,
y 2) siguiendo el virtuoso ejemplo de Suecia, una oleada de reconocimientos diplomáticos del Estado de Palestina por parte de los 19 estados de la Unión Europea (UE) que todavía no lo han hecho, complementado con un programa claro y coherente orientado a intensificar las sanciones de la UE hasta que Israel cumpla con el derecho internacional y las resoluciones de la ONU, retirándose por completo del Estado de Palestina ocupado.
En un mundo que todavía profesa el respeto formal por el derecho internacional y la Carta fundacional de la ONU, no puede permitirse que la ocupación de un estado miembro de la ONU por un estado vecino dure indefinidamente, y Europa es el principal socio comercial y la patria cultural de Israel, país que goza de privilegios especiales que le otorgan muchas de las ventajas de una integración virtual en la Unión Europea.
Sea cual sea el curso de acción elegido, representaría un test saludable y constructivo de la sociedad israelí y convertiría el fin de la ocupación en una cuestión de cuándo ha de suceder en lugar de un asunto sobre si va a suceder o no.
Parece que los parlamentos de Francia y España votarán el reconocimiento del Estado de Palestina antes de fin de año, aunque, como en el caso del voto abrumadoramente favorable de la Cámara de los Comunes británica y el voto unánime del senado irlandés, en ninguno de los dos casos se tratará de una decisión vinculante para los respectivos gobiernos.
Si el gobierno de EEUU permitiera que el Estado de Palestina se convirtiera en estado miembro de la ONU, hay buenas razones para creer que le seguiría, rápidamente, una oleada de reconocimientos diplomáticos por parte de gobiernos de la UE, que tradicionalmente han diferido a EEUU todos los asuntos relacionados con Israel, Palestina y el denominado “proceso de paz”.
Hay motivos para esperar que el Partido Republicano pase a controlar el Congreso de EEUU, lo cual descarta que el presidente Obama vaya a cambiar nada en sus dos últimos años en la Casa Blanca. Lo más probable es que el Premio Nobel de la Paz se centre en dejar un legado de logros históricos en política exterior de forma discreta y pragmática.
No obstante, si ninguno de estos dos cursos de acción se pusiera en práctica antes de mediados de 2015, el pueblo y los líderes palestinos, así como todas las personas decentes que quieren realmente la paz con una cierta medida de justicia en Israel/Palestina, tendrán que tirar al basurero de la historia la “solución de dos estados” y la actual “legalidad de dos estados”, aceptar la actual “realidad de un estado” y embarcarse en una lucha a largo plazo contra el apartheid y por la igualdad de derechos y la dignidad humana en un estado unitario para todos los que viven en la Palestina del antiguo Mandato Británico.
Fuente: Consortiumnews/ Palestina Libre/ PrensaPopularSolidaria
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