Por Manlio Dinucci
Estados
Unidos ha logrado borrar el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial y de
la resistencia de los pueblos soviéticos. Según nos cuentan en
Occidente, aquel conflicto mundial se desarrolló alrededor de la
cuestión judía, versión que pasa por alto la ideología colonial
que justificaba la extensión hacia el este del «Lebensraum» y el exterminio de todos los pueblos eslavos.
El 70º aniversario de la Victoria sobre el nazismo, celebrado en Moscú el 9 de mayo de 2015 [1],
fue objeto de un boicot, implantado bajo la presión de Washington,
por parte de todos los gobernantes de la Unión Europea –con excepción
del primer ministro de Grecia– y silenciado por los medios de prensa
occidentales en lo que fue un grotesco intento de borrar la Historia.
Este tipo de
intentos ya va arrojando resultados: en Alemania, Francia y Gran
Bretaña, el 87% de los jóvenes ignoran el papel de la Unión Soviética en
la liberación de Europa del nazismo, papel que fue determinante para la
victoria de la coalición antinazi.
Después de haber
atacado la URSS, el 22 de junio de 1941, con 5 millones y medio de
soldados, 3.500 tanques y 5.000 aviones, la Alemania nazi concentró en
territorio soviético 201 divisiones, o sea el 75% de todas sus tropas, y
otras 37 divisiones de sus gobiernos satélites, entre ellos, el de
Italia.
La URSS solicitó
constantemente a los Aliados la apertura de un segundo frente en Europa.
Pero Estados Unidos y Gran Bretaña retrasaron ese momento para que el
poderío nazi se descargara sobre la URSS, y así debilitarla, y
garantizar a Washington y Londres una posición predominante cuando
terminase la guerra. El segundo frente se abrió con el desembarco
anglo-estadounidense en Normandía, en junio de 1944, en momentos en que
la Unión Soviética y los partisanos soviéticos ya habían derrotado a las
tropas alemanas y asestado el golpe decisivo a la Alemania nazi.
Fue muy alto el
precio que pagó la Unión Soviética: unos 27 millones de soviéticos, más
de la mitad de ellos civiles, murieron en la Segunda Guerra Mundial,
lo cual significa que un 15% de la población soviética murió en ese
conflicto –contra un 0,3% de la población estadounidense–; alrededor de 5
millones de soviéticos fueron deportados a Alemania; más de 1.700
ciudades y localidades, 70.000 aldeas y 30.000 fábricas soviéticas
fueron destruidas.
600
000 moscovitas desfilaron, el 9 de mayo de 2015, portando los retratos
de sus padres, abuelos y otros familiares que murieron defendiendo la
Patria contra el nazismo. Encabezando el cortejo, con la foto de su
padre, el presidente Vladimir Putin.
Pero hoy se trata
de borrar esa página fundamental de la historia de Europa y de la
Historia mundial mediante la falsificación de los acontecimientos. La
guerra fría, que dividió nuevamente Europa inmediatamente después del
fin de la Segunda Guerra Mundial, no fue resultado de una actitud
agresiva de la URSS sino del plan de Washington tendiente a imponer la
dominación estadounidense en una Europa destruida por el conflicto
bélico.
Los hechos
históricos también son elocuentes en este sentido. Apenas un mes después
del bombardeo atómico estadounidense contra las ciudades japonesas de
Hiroshima y Nagasaki, en septiembre de 1945, ya se calculaba en
el Pentágono que para atacar la URSS se necesitarían más de 200 bombas
atómicas. En 1946, cuando Churchill abría oficialmente la guerra fría
con su discurso sobre la «cortina de hierro», Estados Unidos
disponía de 11 bombas nucleares, cifra elevó a 235 en 1949, en momentos
en que la Unión Soviética ni siquiera tenía aún la bomba atómica. Pero
aquel mismo año, la URSS efectuó su primer ensayo nuclear y comenzó a
construir su propio arsenal nuclear.
Aquel fue también
el año de la fundación de la OTAN, en Washington, con objetivos
claramente antisoviéticos, 6 años antes de la constitución del Pacto
de Varsovia, firmado en 1955.
Al término de la
guerra fría, como resultado de la disolución –en 1991– del Pacto
de Varsovia e incluso de la propia Unión Soviética, la OTAN se extendió
–también bajo la presión de Washington– hasta penetrar en el territorio
de la ex URSS. Y cuando, luego de recuperarse de la crisis, Rusia
reconquistó su lugar en la escena internacional estableciendo relaciones
económicas cada vez más estrechas con la Unión Europea, el putsch
de Ucrania –orquestado por Estados Unidos y la OTAN– vino a reinstaurar
en Europa un clima de guerra fría.
Al boicotear,
siguiendo los pasos de Washington, el 70º aniversario de la Victoria
sobre el nazismo, Europa occidental –o más bien la Europa occidental de
los gobiernos– está borrando la historia de su propia Resistencia al
nazismo, historia que además traiciona con su respaldo a los nazis que
forman parte del régimen de Kiev.
Pero esa misma
Europa occidental subestima por demás la capacidad de Rusia para
enfrentar las fuerzas que tratan de ponerla contra la pared. Esa Europa
occidental vive con la ilusión de que puede seguir imponiendo
su voluntad, cuando la presencia en Moscú de los principales dirigentes
de las naciones miembros del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China,
Sudáfrica), comenzando por el presidente de China, y de muchos otros
países, confirma que la dominación imperial de Occidente está en plena
decadencia.
[1] «Discurso de Vladimir Putin por el 70º Aniversario de la Victoria en la Gran Guerra Patria», por Vladimir Putin, Traducción de Sayed 7asan, Réseau Voltaire, 9 de mayo de 2015.
Publicado por Il Manifesto (Italia), Traducido al español por la Red Voltaire) a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio.
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