Los comunistas estaban allí, en una columna destacada por lo numerosa y organizada. Estaban junto a cientos de miles de argentinos y argentinas, de pueblo harto de un nuevo robo, teniendo este, particularmente, un irrespirable tufo imperialista. Por eso el formidable despliegue de fuerzas represivas, para contener al pueblo en su avance.
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Lluvia de adoquines, el pueblo batalla
Al cierre de esta edición en el Congreso Nacional proseguía el debate para introducir el más cuestionado de los ajustes del macrismo. Afuera, cientos de miles de ciudadanos enfrentaban una terrible represión.
La Plaza de los Dos Congresos en este momento es un campo de combate. Por un lado, el pueblo, organizado y no tanto, manifiesta masivamente su descontento ante el avance en el Congreso de lo que nunca debió haber avanzado: un proyecto de ajuste feroz contra jubilados y pensionados, consistente el Paquetazo de leyes en una reforma previsional regresiva, una laboral antiderechos y una impositiva pro empresarial. Por el otro, enormes, desproporcionadas, fuerzas de seguridad, organizadas como para invadir.
En efecto, al cierre de esta edición se verificaba que por las calles de Buenos Aires circulaba un ejército de ocupación, azul, porque las fuerzas de represión más numerosas corresponden a las de la Policía Federal y de la Ciudad. Pero también verde (convalidando que el gobierno nacional es mentiroso), de Gendarmería, la sospechada de haber asesinado a Santiago Maldonado, la que se está volviendo el cuerpo represivo por antonomasia del macrismo, que había aseverado hasta hoy que Gendarmería, esta vez, no intervendría.
En tanto, al interior del recinto congresal proseguía el debate, que logró el quórum con 130 diputados presentes y 127 ausentes. Las perspectivas de los resultados de ese debate no son favorables a los intereses populares, pero no podemos dejar de lado le posibilidad de que la presión del pueblo en la plaza y sus alrededores continúe batallando por el cambio de esa perspectiva.
Todo está por decirse y el gobierno nacional ahora no podrá negar que se rinde a los dictados del organigrama financiero global, supeditando a estos la propia soberanía argentina, como viene demostrando desde que asumió el pago a los fondos buitre. El gobierno, además de rendirse, demuestra con la represión que encara contra el pueblo que esta ley, por la cual con una simple modificación de cálculos traslada ingentes recursos de los fondos previsionales al capital financiero, entra o entra, aunque corra en las calles sangre de pueblo.
Hacia la mañana, los alrededores del edificio del Congreso, vallado varias cuadras a la redonda, eran nuevamente uno de esos escenarios históricos que cada tanto se dan en la Argentina: decenas de columnas de ciudadanos avanzaban hacia el recinto a decirle no, una vez más, al macrismo en sus políticas de saqueo.
Los comunistas estaban allí, en una columna destacada por lo numerosa y organizada. Estaban junto a cientos de miles de argentinos y argentinas, de pueblo harto de un nuevo robo, teniendo este, particularmente, un irrespirable tufo imperialista. Por eso el formidable despliegue de fuerzas represivas, para contener al pueblo en su avance.
La batalla desigual
Con adoquines, pedazos de cemento, bolitas de vidrio o hasta botellas, las masas se defendían de los balazos policiales. Vale destacar que la avanzada policial comenzó poco antes de que iniciara la sesión en la Cámara de Diputados, aunque poco se podía saber de lo que ocurría en el recinto. La respuesta fue la lluvia de adoquines y la consecuencia fue un avance todavía más profundo de los azules.
Primero avanzaron por el ala sur de la plaza, después por el ala norte, logrando con esta penetración despejar otra manzana, en la que habían vallado el tercio de frente al edificio del Congreso. Pero este avance les duró poco, porque la masa, recogiendo energía de su inmensa furia, volvió a recuperar el terreno perdido, desafiando las balas de goma y los gases lacrimógenos, que todo lo cubrían, saltando obstáculos y llevando banderas.
Hacia el cenit de la tarde, alto el sol y recrudecida la balacera policial (entre cuyos agentes no faltaban quienes provocaran y, parapetados en sus escudos, incitaran a los manifestantes gritando “vengan, vengan”), la Gendarmería, por varios puntos, fue acercándose a la plaza, aunque el gobierno nacional había advertido que no usaría otro órgano represivo más que fuerzas policiales.
Eran miles los verdes y no los cientos que desde el gobierno habían mentido. Usaban diversos uniformes, violetas, negros, celestes. De los camiones bajaban abundantes muchachos y muchachas que no tenían más uniforme que una casaca celeste de Policía de la Ciudad. Y a la vista no llevaban armas, más allá de una vistosa mochila...
No faltaban, hay que decirlo, quienes aplaudían el ingreso de Gendarmería, pero también hay que dar cuentas de que eran muy pocos esos vecinos, siendo en tanto muchísimos los gritos de rechazo que cosechaban los verdes a su paso. Mientras esto pasaba, increíblemente, la Cámara de Diputados seguía debatiendo un proyecto para el cual no sólo no debió haberse dado quórum sino que ni siquiera debió pasar de la Cámara de Senadores.
Mentirosos de un lado, pueblo del otro
La manifestación había empezado con ciertas garantías de seguridad, que ahora sabemos insuficientes cuando no falsas. Entre ellas hay que destacar que pesaba sobre la marcha una medida cautelar de la Justicia porteña, que obliga al no uso de gases lacrimógenos y balas de goma sino como último recurso, cosa que, a la luz de lo que hemos contado hasta ahora, no se cumplió.
Tampoco se cumplió una premisa emanada de la misma medida cautelar: la de que los uniformados portaran la debida identificación. Al contrario, se pueden ver aún ahora circulando por el centro de la ciudad, uniformes irreconocibles portados por individuos inidentificables. Esta medida no observada, además, prevé que los registros audiovisuales tomados por las fuerzas de seguridad queden a disposición del juzgado que la emitió. Pero ya podemos aventurar que esto no será así: el precedente de los otros dos mandatos violentados por los represores no nos inspira lo contrario.
La decisión represiva es necesaria a los intereses del macrismo, que trató de extorsionar a los jubilados en los días que median entre la represión del jueves y la de hoy prometiéndoles un bono de 750 pesos al 70 por ciento de ellos. Pero sin embargo, sin dejarse engatusar por esa dádiva que al gobierno sólo cuesta menos de 4 mil millones de los 100 mil millones de pesos que saquea con la Ley que busca imponer, los jubilados también fueron a la plaza y, con ellos, cientos de miles de argentinos y argentinas que asumen, una vez más, el civismo de la rebeldía.
Tanto interés tiene el gobierno en esos millones, que le garantizan un tiempito más de bicicleta financiera en plan de ajuste sobre los pobres, que hasta sacó de la galera una reunión expres con varios gobernadores de provincia, algunos oficialistas, otros no tanto.
El objetivo, era que estos disciplinaran a sus diputados para que la Ley Previsional, nuevo y más repudiado capítulo del Paquetazo de ajustes, saliera indemne de la sesión de hoy. Cumplido: los diputados dieron un quórum ilegítimo desde el punto de vista popular y avanzan el tratamiento de una ley resistida por la opinión pública hasta en las calles. De hecho, se estableció la sesión de hoy luego de esta reunión con gobernadores.
Pero, consciente de que a la historia no la hacen ni los historiadores ni los nombres sino las masas, las masas, justamente, se debaten ahora con un desproporcionado dispositivo de represión y, en renovada muestra de vigor colectivo, logran alzar la voz para que llegue a los entreguistas y ajustadores que gobiernan. En las calles se las ve a esas protagonistas del debate histórico. “Hermosas como un león al mediodía”, diría de ellas Borges, si fuera nuestro, o sea: si no fuera ciego.
Fuente: Nuestra Propuesta/PrensaPopularSolidaria
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