Aunque tal no sea mi propósito, debo empezar por decir que el texto de hoy probablemente no es de intención actual. También debo decir que son textos fácilmente repetibles, dado que se trata de cosas que no puede evitarse su repetición a lo largo de los años. Ya el lector estará advertido de que en esta columna venimos tratando más o menos los mismos asuntos desde hace poco más de trece años, lo cual hace casi imposible no caer en su repetición en el transcurso del tiempo.
Lo novedoso proviene de la experiencia acumulada, igualmente de los nuevos enfoques que podemos encontrar sobre las materias tratadas. En muchos casos son cambios que se han operado en el medio ambiente, que nos inducen a renovadas reflexiones al respecto. No necesitamos decir que la situación misma en el país y en el mundo va siendo transformada por nuevos factores que inicialmente parecían no existir, al menos en el grado que se nos presentan ahora mismo.
La Venezuela que teníamos trece años atrás hoy luce como otro país, pues los cambios son también en el mundo. Vivíamos entonces en un mundo impregnado de pesimismo. Predominaba la nefasta influencia que ejercía la dominación total del imperialismo. Para ser más precisos, el poderío del imperialismo yanqui se había desatado a escala mundial a raíz de la desaparición de la Unión Soviética en los primeros años de esa década. Recordemos que se hablaba de un mundo supuestamente unipolar como consecuencia de tal hecho.
Todo ello basado en la falacia de que habíamos estado hasta entonces en un mundo denominado bipolar, de confrontación entre dos polos hegemónicos. Semejante interpretación se fundamentaba en la falsa concepción surgida poco después de la II Guerra Mundial, que no tomaba en cuenta la existencia real de un tercer polo, al aparecer en la escena mundial el Movimiento de Países No Alineados, integrado con potencias como China, Indochina, India, Yugoslavia y un numeroso grupo de países que se habían reunido en Bandung y escapaban al control tanto de Estados Unidos como de la Unión Soviética.
Esta nueva realidad no era apreciada por los “expertos”, por lo que sus análisis eran distorsionados. Pero como las realidades terminan por abrirse camino, finalmente esos “expertos” han tenido que aceptar la presencia de ese grupo de países como factor determinante en el contexto mundial. Hoy es sumamente difícil por no decir imposible, no tomar en cuenta la multipolaridad que nos presenta el mundo de nuestros días. No se puede ignorar la creciente influencia en los asuntos internacionales de países que hasta hace pocos años se veían como simples peones de Estados Unidos.
Ejemplo de ello, es el indudable peso que en tal escenario ha ido tomando un país que para muchos no era sino un satélite de Estados Unidos, y me refiero al caso de nuestro país. Durante todo un siglo Venezuela estuvo secuestrada bajo el manto de la diplomacia yanqui, y prácticamente no teníamos voz propia en ese escenario. Nuestra condición de país controlado desde Washington venía desde los lejanos tiempos del aventurero Cipriano Castro, y no era sino una fuente petrolera a la disposición de los grandes consorcios, yanqui-británicos, primero, y luego yanquis después de la II Guerra Mundial.
Venezuela todavía no es un país enteramente independiente, dado que sigue en la condición de simple país petrolero. Pero al menos ya gozamos de cierto grado de autonomía a este respecto, puesto que podemos disponer de esos recursos petroleros con bastante independencia. Por eso mismo corremos graves peligros en un mundo donde las grandes potencias se disputan las fuentes de energía. Esto nos obliga, para poder ser nosotros realmente independientes, a crear una segunda economía, aparte de la petrolera, y fundamentada en el trabajo, específicamente una economía industrial como la tienen otros países en Europa y Asia.
La Venezuela que teníamos trece años atrás hoy luce como otro país, pues los cambios son también en el mundo. Vivíamos entonces en un mundo impregnado de pesimismo. Predominaba la nefasta influencia que ejercía la dominación total del imperialismo. Para ser más precisos, el poderío del imperialismo yanqui se había desatado a escala mundial a raíz de la desaparición de la Unión Soviética en los primeros años de esa década. Recordemos que se hablaba de un mundo supuestamente unipolar como consecuencia de tal hecho.
Todo ello basado en la falacia de que habíamos estado hasta entonces en un mundo denominado bipolar, de confrontación entre dos polos hegemónicos. Semejante interpretación se fundamentaba en la falsa concepción surgida poco después de la II Guerra Mundial, que no tomaba en cuenta la existencia real de un tercer polo, al aparecer en la escena mundial el Movimiento de Países No Alineados, integrado con potencias como China, Indochina, India, Yugoslavia y un numeroso grupo de países que se habían reunido en Bandung y escapaban al control tanto de Estados Unidos como de la Unión Soviética.
Esta nueva realidad no era apreciada por los “expertos”, por lo que sus análisis eran distorsionados. Pero como las realidades terminan por abrirse camino, finalmente esos “expertos” han tenido que aceptar la presencia de ese grupo de países como factor determinante en el contexto mundial. Hoy es sumamente difícil por no decir imposible, no tomar en cuenta la multipolaridad que nos presenta el mundo de nuestros días. No se puede ignorar la creciente influencia en los asuntos internacionales de países que hasta hace pocos años se veían como simples peones de Estados Unidos.
Ejemplo de ello, es el indudable peso que en tal escenario ha ido tomando un país que para muchos no era sino un satélite de Estados Unidos, y me refiero al caso de nuestro país. Durante todo un siglo Venezuela estuvo secuestrada bajo el manto de la diplomacia yanqui, y prácticamente no teníamos voz propia en ese escenario. Nuestra condición de país controlado desde Washington venía desde los lejanos tiempos del aventurero Cipriano Castro, y no era sino una fuente petrolera a la disposición de los grandes consorcios, yanqui-británicos, primero, y luego yanquis después de la II Guerra Mundial.
Venezuela todavía no es un país enteramente independiente, dado que sigue en la condición de simple país petrolero. Pero al menos ya gozamos de cierto grado de autonomía a este respecto, puesto que podemos disponer de esos recursos petroleros con bastante independencia. Por eso mismo corremos graves peligros en un mundo donde las grandes potencias se disputan las fuentes de energía. Esto nos obliga, para poder ser nosotros realmente independientes, a crear una segunda economía, aparte de la petrolera, y fundamentada en el trabajo, específicamente una economía industrial como la tienen otros países en Europa y Asia.
Debemos aprovechar la presente situación mundial para hacer de Venezuela una pequeña potencia, no basada en dádivas gubernamentales ni nada parecido. Esa es la Venezuela por la cual debemos trabajar cuanto antes, para poder ser verdaderamente independientes en todo sentido. ENTONCES PODREMOS EN VERDAD CELEBRAR EL PRIMERO DE MAYO COMO DIA INTERNACIONAL DEL TRABAJADOR.
Fuente: PrensaPopularSolidaria http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com/ Correo: pcvmirandasrp@gmail.com
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