Por: Eleazar Díaz Rangel
El Gobierno ha aceptado las propuestas o sugerencias hechas, por ejemplo, con la creación del Consejo Nacional de Derechos Humanos
El Gobierno ha aceptado las propuestas o sugerencias hechas, por ejemplo, con la creación del Consejo Nacional de Derechos Humanos
La presencia de Unasur es única para tratar de aliviar las tensiones,
acercarse al diálogo y crear las condiciones mínimas para una
convivencia democrática, aislando a los sectores más radicales y
violentos de uno y otro lado. El documento que los cancilleres hicieron
público el jueves revela su voluntad de contribuir a resolver la
situación que vive el país.
En un párrafo dejaron escrito: “Los cancilleres reafirmaron su estricto apoyo a la democracia, resaltando la voluntad colectiva de Unasur en apoyar un proceso de diálogo amplio y respetuoso, teniendo en consideración la Conferencia Nacional de Paz, y reiteran su condena a cualquier tentativa de ruptura del orden constitucional”.
El Gobierno ha aceptado las propuestas o sugerencias hechas, por ejemplo, con la creación del Consejo Nacional de Derechos Humanos y el llamamiento al proceso para renovar los poderes públicos en deuda, y aceptó las peticiones de la oposición de televisar en cadena las reuniones y tener un “mediador de buena fe”, Maduro hasta le pidió a la oposición que lo designara. Hace horas, inesperadamente, el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin, emerge como ese posible mediador. Confío en que la MUD no tendrá reparo alguno en aceptarlo.
Sorprende, sin embargo, que la oposición, según Julio Borges, piense que la pelota está en terrenos del Gobierno. No se entiende, si Maduro ha dicho que admite todas las propuestas, falta ahora que la MUD dijera algo parecido.
El Presidente dijo que la oposición no quiere diálogo. No creo que tenga razón. Estarían contra la opinión de la inmensa mayoría de los venezolanos, comenzando por los empresarios que están reuniéndose con el Gobierno buscando soluciones a la difícil situación económica. Negarse al diálogo es perder esta excepcional oportunidad que nos ofrece Unasur para buscar la distensión del clima político y aislar a los violentos de los extremos.
La verdad es que un amplio sector de la oposición, la misma que promovió marchas pacíficas, quiere un diálogo, donde, por supuesto, ambas partes cedan. Especialmente el Gobierno, para convencer a la otra parte y a todo el país, de su voluntad de hallar puntos de encuentro. También es verdad que en la oposición existen sectores cerrados a cualquier diálogo y que son un factor de presión y hasta de chantaje contra quienes en ese lado están dispuestos a dialogar.
No será nada fácil persuadirlos a sentarse en la mesa, aún con el cardenal Pietro Parolin mediando.
En un párrafo dejaron escrito: “Los cancilleres reafirmaron su estricto apoyo a la democracia, resaltando la voluntad colectiva de Unasur en apoyar un proceso de diálogo amplio y respetuoso, teniendo en consideración la Conferencia Nacional de Paz, y reiteran su condena a cualquier tentativa de ruptura del orden constitucional”.
El Gobierno ha aceptado las propuestas o sugerencias hechas, por ejemplo, con la creación del Consejo Nacional de Derechos Humanos y el llamamiento al proceso para renovar los poderes públicos en deuda, y aceptó las peticiones de la oposición de televisar en cadena las reuniones y tener un “mediador de buena fe”, Maduro hasta le pidió a la oposición que lo designara. Hace horas, inesperadamente, el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin, emerge como ese posible mediador. Confío en que la MUD no tendrá reparo alguno en aceptarlo.
Sorprende, sin embargo, que la oposición, según Julio Borges, piense que la pelota está en terrenos del Gobierno. No se entiende, si Maduro ha dicho que admite todas las propuestas, falta ahora que la MUD dijera algo parecido.
El Presidente dijo que la oposición no quiere diálogo. No creo que tenga razón. Estarían contra la opinión de la inmensa mayoría de los venezolanos, comenzando por los empresarios que están reuniéndose con el Gobierno buscando soluciones a la difícil situación económica. Negarse al diálogo es perder esta excepcional oportunidad que nos ofrece Unasur para buscar la distensión del clima político y aislar a los violentos de los extremos.
La verdad es que un amplio sector de la oposición, la misma que promovió marchas pacíficas, quiere un diálogo, donde, por supuesto, ambas partes cedan. Especialmente el Gobierno, para convencer a la otra parte y a todo el país, de su voluntad de hallar puntos de encuentro. También es verdad que en la oposición existen sectores cerrados a cualquier diálogo y que son un factor de presión y hasta de chantaje contra quienes en ese lado están dispuestos a dialogar.
No será nada fácil persuadirlos a sentarse en la mesa, aún con el cardenal Pietro Parolin mediando.
Silencio cómplice
Si
se rastreara la historia de nuestras universidades desde 1725, cuando
fue creada la Real y Pontificia Universidad de Caracas, hasta nuestros
días, cuando funcionan más de un centenar, se encontrará a Venezuela
transformada en estos 14 años en el país de Suramérica con mayor
matrícula de estudiantes universitarios, per cápita, segundo en América
Latina y quinto en el mundo. Aunque les cueste creerlo, obra de una
“dictadura militar” comandada por Hugo Chávez.
Pues bien, en esos 289 años hubo períodos largos de clausuras, no sólo en épocas de dictaduras, sino de la democracia representativa. Algunas veces se perdió la autonomía universitaria. Hubo igualmente allanamientos de las fuerzas militares. En febrero de 1936 matan en la UCV al estudiante Eutimio Rivas. El último allanamiento ocurrió durante Caldera I. Los presupuestos se redujeron, se peleaba por los cupos y mayores recursos.
La “Historia de la UCV”, de Ildefonso Leal, relata muchas de esas vicisitudes. Pero, ni en sus páginas, ni en ninguna parte se puede encontrar que alguna vez hubiese sido incendiada y destruida una universidad venezolana y, seguramente, tampoco ha ocurrido en el resto de los países latinoamericanos. Ni en el Chile de Pinochet, cuando también quemaron bibliotecas.
Esta vez lo hicieron en San Cristóbal (Tác) con el núcleo de la Unefa, la universidad más grande de Venezuela, con unos 240 mil estudiantes. Pero no fueron fuerzas del Gobierno, sino grupos criminales, de guarimberos, fascistas. Se les ha dicho todo lo que merecen. No sé si han sido detenidos y si están siendo juzgados. Nadie los ha defendido, pero hay muchos que han guardado un extraño, cómplice y condenable silencio.
En primer lugar, pienso en los Consejos Universitarios de las universidades tradicionales: el de la UCV, en primer lugar, y en los de LUZ, ULA y UC, tan activas como han estado en estas semanas de disturbios, pero ni una palabra de condena. Ni una sola deplorándolo. Tampoco lo han hecho los directivos de las Academias, que pasan años sin ser noticia, sin abrir la boca para revelar alguna novedad académica, y ahora con regularidad se reúnen para denunciar al Gobierno por algo que hizo mal o que no hizo. El silencio, por supuesto, es también de la Asociación de Rectores de Venezuela, y no podían faltar en esa complicidad las asociaciones de profesores universitarios, tan locuaces en la denuncia, ni la mayoría de sus federaciones y centros estudiantiles.
Todos los profesores y académicos están en la lista de los 100 mil egresados ucevistas, más los de otras universidades. ¿Cómo responderán ante la historia? Porque no creerán que el incendio y destrucción de las instalaciones de la Unefa tachirense es noticia de un día, que nada quedará registrado en esta otra historia de la infamia, aunque en los libros de actas de estas instituciones no aparezca una sola línea registrándolo.
Pues bien, en esos 289 años hubo períodos largos de clausuras, no sólo en épocas de dictaduras, sino de la democracia representativa. Algunas veces se perdió la autonomía universitaria. Hubo igualmente allanamientos de las fuerzas militares. En febrero de 1936 matan en la UCV al estudiante Eutimio Rivas. El último allanamiento ocurrió durante Caldera I. Los presupuestos se redujeron, se peleaba por los cupos y mayores recursos.
La “Historia de la UCV”, de Ildefonso Leal, relata muchas de esas vicisitudes. Pero, ni en sus páginas, ni en ninguna parte se puede encontrar que alguna vez hubiese sido incendiada y destruida una universidad venezolana y, seguramente, tampoco ha ocurrido en el resto de los países latinoamericanos. Ni en el Chile de Pinochet, cuando también quemaron bibliotecas.
Esta vez lo hicieron en San Cristóbal (Tác) con el núcleo de la Unefa, la universidad más grande de Venezuela, con unos 240 mil estudiantes. Pero no fueron fuerzas del Gobierno, sino grupos criminales, de guarimberos, fascistas. Se les ha dicho todo lo que merecen. No sé si han sido detenidos y si están siendo juzgados. Nadie los ha defendido, pero hay muchos que han guardado un extraño, cómplice y condenable silencio.
En primer lugar, pienso en los Consejos Universitarios de las universidades tradicionales: el de la UCV, en primer lugar, y en los de LUZ, ULA y UC, tan activas como han estado en estas semanas de disturbios, pero ni una palabra de condena. Ni una sola deplorándolo. Tampoco lo han hecho los directivos de las Academias, que pasan años sin ser noticia, sin abrir la boca para revelar alguna novedad académica, y ahora con regularidad se reúnen para denunciar al Gobierno por algo que hizo mal o que no hizo. El silencio, por supuesto, es también de la Asociación de Rectores de Venezuela, y no podían faltar en esa complicidad las asociaciones de profesores universitarios, tan locuaces en la denuncia, ni la mayoría de sus federaciones y centros estudiantiles.
Todos los profesores y académicos están en la lista de los 100 mil egresados ucevistas, más los de otras universidades. ¿Cómo responderán ante la historia? Porque no creerán que el incendio y destrucción de las instalaciones de la Unefa tachirense es noticia de un día, que nada quedará registrado en esta otra historia de la infamia, aunque en los libros de actas de estas instituciones no aparezca una sola línea registrándolo.
Sorpresiva la remoción del general Wilmer Barrientos del
Ministerio de Industria. El martes había estado en el Inapymi, cuya
dirección había asumido, y les prometió estar con ese personal todas las
semanas. Sorprendió tanto como saber que tres generales de la Fuerza
Aérea estaban conspirando. Ni una ni otra noticia tuvieron segundo día.
En los cien años largos que tiene el fútbol en Venezuela, nunca una selección había llegado tan lejos en un campeonato mundial de categoría alguna como ahora en el sub17 femenino. Me gustó algo que acaba de decir su entrenador panameño Kenneth Zseremeta, que “En el fútbol no hay suerte, la suerte es para los mediocres”. Toda la hazaña de ese equipo es producto del aprendizaje, dedicación, sacrificios, preparación y entrega. Mañana estarán a las puertas de una final. El país quedará expectante. Como será de excepcional ese desempeño, que, por primera vez en mi vida, el jueves me emocionó ver un partido de fútbol.
En los cien años largos que tiene el fútbol en Venezuela, nunca una selección había llegado tan lejos en un campeonato mundial de categoría alguna como ahora en el sub17 femenino. Me gustó algo que acaba de decir su entrenador panameño Kenneth Zseremeta, que “En el fútbol no hay suerte, la suerte es para los mediocres”. Toda la hazaña de ese equipo es producto del aprendizaje, dedicación, sacrificios, preparación y entrega. Mañana estarán a las puertas de una final. El país quedará expectante. Como será de excepcional ese desempeño, que, por primera vez en mi vida, el jueves me emocionó ver un partido de fútbol.
Fuente: Ultimas Noticias Digital/PrensaPopularSolidaria
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