Por: Fernando Arribas García
Desde marzo no hemos escrito sobre este tema porque, aunque se ha hecho cada vez más evidente que no hay ni hubo nunca la supuesta «guerra económica», creímos correcto no echarle leña a las fogatas guarimberas que por meses pretendieron chamuscar al legítimo gobierno nacional. Comportarnos de otra manera hubiera sido un error político «giordaniesco», y una violación de la línea política del PCV y de las normas de disciplina a las que conscientemente nos sometemos quienes pertenecemos a él
.
Pero, superados esos días de combate callejero y cierre de filas en defensa del gobierno, es tiempo de reabrir el debate sobre temas económicos. No somos partidarios de ese estilo de discurso que requiere que toda afirmación sea validada con citas de algún autor consagrado. Sin embargo, en este caso no tenemos más remedio que echar mano directamente a los textos de Marx –del mismísimo barbudo de Tréveris, y no de alguno de sus sucedáneos muy del gusto del gobierno y sus aparatos editoriales–, más que para defendernos, para defenderlo a él y la doctrina que nos legó.
Todo lo que sigue está, pues, directamente sustentado en los escritos titulados «Trabajo asalariado y capital» (1849-91) y «Salario, precio y ganancia» (1865) de Marx; todas las citas son traducidas por nosotros de la edición en inglés de las Obras Escogidas de Marx y Engels en tres tomos (Moscú: Editorial Progreso, 1969).
Invitamos a los lectores a que busquen y estudien los textos indicados y relean nuestro artículo de diciembre a la luz de ellos. Advertencia, esta exposición no compromete en modo alguno al PCV como colectivo, ni expresa por ahora posiciones oficiales del Partido.
¿Qué determina el precio de una mercancía?
Con esta pregunta Marx abre el fragmento de «Trabajo asalariado y capital» que explica el mecanismo fundamental de la formación y fluctuación de los precios –no de los valores, mucho cuidado–.
Y responde: «Es la competencia entre compradores y vendedores, la relación entre la oferta y la demanda, entre la solicitud y su satisfacción. La competencia que determina el precio tiene tres facetas […]
----una competencia entre vendedores que empuja hacia abajo el precio de las mercancías ofrecidas […]
----una competencia entre compradores que a su vez causa el aumento de los precios de las mercancías en venta […]
----una competencia entre compradores y vendedores: los unos quieren comprar tan barato como sea posible, los otros vender tan caro como puedan […]»
-----«[…] si la oferta de una mercancía es inferior a su demanda, la competencia entre vendedores es débil o inexistente.
Y en la misma medida en que decrece esta competencia, aumenta la competencia entre compradores. Resultado: un aumento más o menos considerable de precios de las mercancías. […]
-----el caso contrario, con el resultado contrario: un gran exceso de la oferta sobre la demanda, una competencia desesperada entre los vendedores, una escasez de compradores, ventas forzosas a precios de barata».
Así que, primer punto a tener en cuenta:
la dinámica fundamental de la variación de precios –lo que modernamente llamamos inflación y deflación–, está determinada, como dijimos en diciembre, por la relación entre oferta y demanda en el mercado.
Afirmar tal cosa no es plegarse a teorías clásicas ni neoclásicas; es simplemente reconocer una verdad científica indiscutible, que tanto el marxismo como toda otra doctrina económica medianamente seria admite.
Segundo punto, que causó mucha molestia en algunos de nuestros lectores de diciembre:
de acuerdo con Marx –y es verdad, también de acuerdo con Fedecámaras, nos guste o no–, en condiciones de escasez como las que existen en Venezuela por la débil producción nacional y las dificultades para importar lo que no se produce, el factor principal que hace subir los precios es el comportamiento de la parte compradora, y no el de la parte vendedora.
Y por lo tanto, todo intento de resolver el problema de la inflación regulando las actividades de los vendedores por métodos policiales o de fiscalización, está condenado a fracasar más temprano que tarde. Mientras persista la escasez, tiene mucho más sentido regular a la parte compradora con mecanismos de control de compras, como el sistema «biométrico» del que ha hablado recientemente el gobierno nacional.
¿Y las ganancias de los empresarios?
A esta cuestión se dedica buena parte de «Salario, precio y ganancia»: si no es la voluntad de los empresarios la que determina los precios y los infla deliberadamente, ¿cómo obtienen sus ganancias habituales?
Respuesta: «[…] es un absurdo suponer que la ganancia regular y habitual […] surja de algún aumento de los precios de las mercancías o de su venta por el empresario a un precio que exceda su valor real. […]
-----para explicar el carácter general de la ganancia hay que empezar por el teorema de que las mercancías se venden, por término medio, por sus verdaderos valores, y que las ganancias se obtienen vendiéndolas precisamente por su valor […] Si no logramos explicar las ganancias sobre esta suposición de base, no lograremos explicarlas de ninguna manera».
«El valor de la mercancía se determina por la cantidad total de trabajo que contiene. Pero una parte de esa cantidad es trabajo remunerado con un salario equivalente; y otra parte es trabajo sin remuneración equivalente para el trabajador. Por tanto, cuando el capitalista vende la mercancía por su valor real, es decir, por la cristalización en dinero de la cantidad total de trabajo encerrado en ella, siempre necesariamente vende con ganancias. […]
Repito pues que es vendiendo las mercancías por su verdadero valor, y no por alguno superior, que los empresarios obtienen sus ganancias habituales.»
Así que, punto tres, la base fundamental de la ganancia de los empresarios capitalistas no es alguna forma de manipulación fraudulenta para elevar los precios en el mercado (las supuestas «usura», «especulación», «acaparamiento», etc.), sino la explotación de los trabajadores por los empresarios, esto es, la apropiación por estos últimos de parte del trabajo realizado por aquellos como trabajo no remunerado.
Por lo tanto, pese a la irritación que causó esta otra afirmación decembrina nuestra, no es verdad que la alta inflación sea característica de las economías capitalistas, ni es cierto que las manipulaciones fraudulentas del mercado por los empresarios sean inherentes o naturales al capitalismo. Afirmar lo contrario sería, además de «un absurdo», atentar contra el concepto de plusvalía, piedra fundamental de todo el marxismo.
Y por lo tanto, asimismo, la alta inflación crónica en Venezuela no es simple culpa del capitalismo, sino de la persistencia de un modelo económico tan atrasado que todavía no llega ni siquiera a capitalista propiamente, y de unos gobiernos que no han sabido –o no han querido– emprender con seriedad su transformación profunda.
Epílogo
Si criticar la política económica del gobierno sobre estas bases conceptuales, como lo hicimos en diciembre y lo hacemos habitualmente, constituye delito de neoliberalismo o cualquier otra cosa, aceptamos la condena, pero apenas en grado de cómplices menores. Porque el culpable principal del delito es el cabecilla de nuestra banda, quien responde al nombre de Karl Marx.
Así que si alguno de nuestros lectores quiere insistir en tales acusaciones, que las dirija en primer lugar contra nuestro «capo» –domicilio actual: cementerio de Highgate en Londres– y sólo después a este modesto articulista que apenas procura cumplir un papel de difusor y defensor de sus doctrinas económicas.
Fuente:Tribuna Popular/PrensaPopularSolidaria
http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com
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