Por Alberto Adriazen
DESPUÉS DEL 5 DE OCTUBRE:A inicios de los años noventa, durante un seminario organizado por DESCO para discutir el nuevo significado de lo popular en América Latina, el argentino Pancho Aricó dijo a uno de los asistentes: “Yo te reto a que hables sobre la realidad empleando otras palabras” refiriéndose a palabras tales como imperialismo, burguesía y otras más.
Detrás de esta demanda no estaba la negación o la inexistencia de estos conceptos, sino el recuerdo de aquel aforismo de Ludwig Wittgenstein que dice que imaginar un lenguaje es imaginar un mundo.
La idea de Aricó, al pedir un nuevo lenguaje, era reconocer que estábamos frente a nuevos fenómenos y que, por lo tanto, se requería no solo modificar el imaginario izquierdista de esos años sino también nuestra manera de pensar para entender esa nueva realidad y construir una nueva política.
Alan Touraine ha manifestado algo parecido en una reciente entrevista. El sociólogo francés ha dicho que a partir del ocaso progresivo del capitalismo industrial y la prevalencia del capitalismo financiero y especulativo, que resta capitales a las inversiones productivas, el capitalismo ha vaciado “de contenido las categorías político-sociales en las que estábamos acostumbrados a pensar…
Hoy, todas las categorías y las instituciones que nos ayudaban construir la sociedad –Estado, Nación, Democracia, Clase, Familia– se han vuelto inutilizables. Eran hijas del capitalismo industrial. Ya no nos ayudan a pensar las prácticas sociales ni a gobernar el mundo…Es necesario encontrar nuevas categorías”.
Traigo a colación estas palabras de Aricó y de Touraine porque, luego de leer las llamadas autocríticas de las izquierdas (subrayo el plural) tras la derrota del cinco de octubre particularmente en Lima –algunas interesantes y otras simplemente autocomplacientes-, considero que se evidencia la existencia de varios problemas de fondo.
Uno de ellos es, justamente, cómo construimos nuevas categorías, como diría Touraine, o un nuevo lenguaje como apuntaba Aricó, para repensar la política y el cambio en el país. Creer que repitiendo lo mismo y actuando de la misma manera como siempre hemos hecho, podremos tener resultados distintos, es vivir en el error.
Con el siguiente ejemplo pretendo ilustrar lo que no debemos hacer: se dice que Susana Villarán perdió, entre otras razones, por su alianza con Perú Posible, partido con graves hechos de corrupción.
Sin embargo, no se dicen dos cosas: a) que en Lima ganó el candidato al que más se asocia con la corrupción, aquel que “roba pero hace obras” y que el segundo lugar lo ocupó el candidato de un partido visiblemente corrupto como es el APRA; y b) por qué aquellos que hicieron de este tema una “cuestión de estado y un problema ético”, afectando una posible unidad, en las votaciones en seis de los siete distritos de Lima donde se presentaron, no alcanzaron el uno por ciento. Salvo en Ancón donde obtuvieron el 1,22%.
Con ello no quiero culpabilizar a uno u otro sector, más allá que en la derrota del cinco de octubre hay unos más responsables que otros, sino decir que el debate debe contribuir a responder, además de cuáles son las posibles causas del fracaso, a precisar, como han dicho pocos analistas, cuáles son las posibles estrategias y los escenarios políticos y electorales para el 2016 y qué es lo que pretende la derecha. Partir de estas consideraciones, con seguridad, nos permitirían ser más realistas.
Pensar, por ello, que un “debate y un acuerdo programático” (subrayo el entrecomillado) son el principal mecanismo para resolver los problemas de las izquierdas, sin un debate de escenarios, de estrategias y de cómo hacer política en un mundo mediático donde pesan más la opinión pública y los ciudadanos/electores, lo cual requiere de “nuevas tecnologías políticas” y de nuevas coaliciones, es insistir en la “vieja política”.
La política que se construye al margen de la sociedad como también en esa otra vieja idea de que el “pueblo izquierdista” existe y que está siempre en el mismo lugar, sin cambiar, en lugar de aceptar que es un “artefacto político y cultural” creado o inventado por la política.
Por eso me parece discutible cuando se afirma que “hay que volver al pueblo” o que hay que reencontrarse con el “pueblo izquierdista” o “representar al pueblo izquierdista, ecologista, indigenista, descentralista, participativo” para solucionar los problemas de las izquierdas y cambiar el país, como si nada hubiese pasado en estos años con ellas y con un “pueblo” que, como bien dijo Alberto Flores Galindo, no le pertenece a las izquierdas.
También considero que se debe discutir el tema de la “unidad de la izquierda” (destaco el singular para enfatizar que se le ve como si fuese una y no varias) que, hasta ahora, en verdad, no ha tenido mucho éxito y que más bien traba una competencia sana entre esas izquierdas diversas.
Son finalmente los ciudadanos, los ciudadanos/electores y lo que llamamos “clases populares” los que definirán con cuál izquierda se identifican y a cuál quieren pertenecer. Por eso lo más importante es llegar a un pacto de no agresión más aún cuando la derecha y los poderes fácticos buscan convertirnos en una fuerza marginal, en una reserva cultural.
Hoy las izquierdas se juegan su futuro. Creer que la solución es una candidatura de “la izquierda” que exprese una identidad y un programa de izquierda para las próximas elecciones, es no tomar en cuenta las reales correlaciones de fuerzas y sobre todo el objetivo central de la derecha en la actualidad.
Las izquierdas requieren de coaliciones democráticas más amplias no solo por su debilidad actual sino, también, porque necesitan de un espacio que les permita crecer y ser fuertes como lo demostró, por ejemplo, el gobierno de transición de Valentín Paniagua que le dio, por decir lo menos, un poco de oxígeno a una izquierda que venía derrotada por el fujimorismo.
No olvidemos que la clave de la política es ¿qué hacer? y no ¿quién tuvo la culpa? El debate sobre los culpables, los fracasos y las derrotas, dejémoslo a los historiadores. Cambiar un país y su matriz productiva toma tiempo. Es tarea de varias generaciones. Por eso, pensar que somos apenas una parte de una larga marcha es, acaso, la mejor autocrítica.
Fuente:Diario Uno (La Primera)/ Partido Comunista Peruano/ PrensaPopularSolidaria
http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario