“Desde febrero de 1917, en que la multitud de obreros y soldados que venía como un mar embravecido a azotar contra los muros del Palacio de Táuride había obligado a la Duma imperial a asumir contra su gusto el poder supremo. Fueron las masas populares, obreros, soldados y campesinos, las que imprimieron todos estos cambios a la dirección de la revolución. Fueron también ellas quienes derribaron al ministro Miliukov, y fue su Soviet quien lanzó al mundo los términos de la paz rusa: ni anexiones ni indemnizaciones: derecho de los pueblos a disponer de sí mismos” John Reed
Por: Claudia Herrera Sirgo.
La Revolución Bolchevique fue el hecho político y filosófico más trascendental en la historia del siglo XX, porque cambió el definitivo rumbo del mundo.
La Rusia Zarista cae luego de serios acontecimientos que fueron fraguando el agotamiento del régimen absolutista, desde pequeñas protestas de calle en 1904, pasando por exigencias de tipo constituyente por parte del pueblo y con fuertes medidas represivas como el cruento ‘Domingo Sangriento’ (1905).
Burguesía, proletariado y algunas unidades militares comienzan a sublevarse y unirse para dar al traste contra el tirano Nicolás II, en búsqueda de intereses asociados a las clases en pugna (mayores libertades políticas para la burguesía incipiente, tierras libres para el campesinado y vindicaciones económicas y laborales en general para los obreros).
En esta década, mencheviques y bolcheviques van, en dialéctica contradicción entre burguesía al poder o revolución proletaria, tejiendo la segunda fase de la Revolución Rusa.
Triunfo revolucionario
En febrero de 1917 la frías calles rusas reciben el fragor de la resistente lucha y la consigna permanente: “Paz y pan, abajo la autarquía”. Estableciéndose finalmente la derrota del Zarismo e instaurándose un gobierno provisional que, al estar convencido de que los burgueses debían ocuparse de gobernar (llamada por ello fase burguesa), no logran concretar los intereses de clases supra mencionados.
Obreros, campesinos, militares de base y pueblo en general continúan con las exigencias. Los bolcheviques se encuentran con sus principales dirigentes en condición de exilio. Retorna Lenin en abril, planificando nuevas estrategias que sigan desencadenando el retiro del apoyo al gobierno reformista para que se formara una nueva república que permitiera visualizar una federación, nacionalizando servicios bancarios y la tierra, mejorando las condiciones laborales de la clase obrera.
Según el antiguo ‘calendario juliano’, vigente para la época en Rusia, el 25 de octubre de 1917 –7 de noviembre en el posteriormente asumido ‘calendario gregoriano’–, se constituye como el día del inicio de sucesos que dieron origen al nuevo Estado de obreros, campesinos y soldados, regido por los principios del Partido Bolchevique.
La grandiosa característica de este proceso que sustentó las bases de la creación de la URSS, es que fue un ejemplo de las concreciones ideológicas en el siglo XX, que perseguía fortalecer un sistema político con orientación y fundamento filosófico marxista –y luego también leninista, desde el punto de vista orgánico y de las concepciones del desarrollo capitalista en su fase imperialista–.
Proceso auténtico
Cambiar la polaridad del mundo imperialista significó, además, el abono y la esperanza de muchos pueblos que sintieron que otras formas sociales basadas en la justicia común podía ser posible y, más aún, desarticular una bestia tan petrificada como lo que representa el Estado Burgués; tan difícil de entender y procesar en nuestro país cuando la incipiente lucha por la Liberación Nacional se ve impedida de seguir avanzando ante tan paquidérmica estructura.
La Revolución Bolchevique fue la verdadera Revolución Comunista y es, sin titubeo, una escuela política que lleva en sí misma una enseñanza de tácticas y estrategias que va más allá de la lucha por el Poder de las mayorías; dar sustento a nuevas formas de relacionarse y viabilizar la creación del primer Estado verdaderamente Socialista en el mundo.
En la URSS –aunque muchos lo pretendan negar–, fue posible palpar la justa redistribución de la tierra, las vindicaciones y control obrero de la producción fabril, abolición absoluta de la propiedad privada, asegurando así que la lucha de clases es en definitiva una poderosa forma de conmover y estremecer la linealidad histórica.
Finalmente, vale la pena recordar la maravillosa obra del periodista y poeta comunista estadounidense John Reed, que dio un apasionante testimonio sobre estos hechos en sus Diez días que estremecieron al mundo: “Las cuestiones de la paz, de la tierra, de la democratización del ejército deberían ser planteadas de tal manera que ningún soldado, ningún campesino, ningún obrero pudiese dudar de que el gobierno se esfuerza firmemente, decididamente, por resolverlas”.
Fuente: Tribuna Popular/PrensaPopularSolidaria
http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com
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