Mientras que el movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones gana terreno a nivel internacional, los intentos de Israel por deslegitimarlo recuerdan al maccarthismo de los años cincuenta en EEUU.
Hace algunos días, el pasado 3 de Junio, el primer ministro israelí,
Benyamin Netanyahu, y miembros de su gobierno atacaron al movimiento
internacional del BDS.
El primer ministro utilizó elementos del lenguaje normalmente reservados a Hamas o Irán para referirse al movimiento BDS como una “amenaza estratégica” para Israel.
Netanyahu reaccionó así a una votación de la Junta Directiva de la Unión Nacional de Estudiantes del Reino Unido celebrada el 2 de Junio de 2015 en la que éste se alineó con el movimiento BDS.
En su desesperación, Netanyahu utilizó sus mentiras habituales. Él acusó al movimiento estudiantil de no haber condenado al EI cuando aquel aprobó el 3 de diciembre una resolución que condenaba a dicho grupo “como una organización terrorista reaccionaria que perpetra atrocidades” contra las personas en las zonas donde opera.
El mismo día, el presidente israelí Reuven Rivlin expresó una opinión idéntica acerca de la amenaza estratégica que el BDS representa para Israel. Él declaró a un grupo de decanos de universidades israelíes: “Yo no habría imaginado que las universidades israelíes hicieran frente a un peligro real, pero la atmósfera en el mundo está cambiando, lo que crea una solución donde es imposible tratar esta cuestión (del boicot) sino como una amenaza estratégica de nivel 1”.
En realidad, sí parece que Netanyahu, Rivlin y otros dirigentes sionistas tengan buenas razones para inquietarse.
En primer lugar, con el acuerdo sobre el programa nuclear iraní perfilándose para finales de mes, Netanyahu y los apologistas de la ocupación israelí van a convertirse en el centro de la atención internacional. El mundo condena cada vez con más fuerza la abominable política de ocupación y apartheid de la entidad sionista contra los palestinos.
En segundo lugar, el BDS gana terreno porque es un movimiento moral. Él muestra lo que la ocupación ilegal y racista de Israel hace a los palestinos y arroja luz sobre los crímenes contra la humanidad que Israel perpetra de forma sistemática contra este pueblo desde hace 67 años. Por todo el mundo, la campaña ofrece a las personas dotadas de un sentido moral una opción clara: actuar en base a valores humanistas y de justicia o alinearse con una ocupación militar racista.
Una parte creciente del mundo académico y empresarial internacional rehúsa colaborar con la universidades o empresas israelíes. Todas estas actividades jugaron un papel importante en la caída del régimen del apartheid sudafricano. El BDS está, sin duda, calcado de las campañas antiapartheid en Sudáfrica. En este sentido, llama al fin de la ocupación, la igualdad de los ciudadanos árabes en Israel y una solución justa para los refugiados palestinos de 1948.
Omar Barguti, uno de los fundadores del movimiento, explicó que el BDS fue lanzado por una enorme franja de la sociedad civil como “una fase relativamente nueva en el conjunto de la lucha palestina por la libertad, la justicia y la autodeterminación. Barguti señaló que más de 170 partidos políticos, sindicatos, asociaciones de mujeres, grupos por los derechos de los refugiados, ONGs y organizaciones populares han llamado a “un boicot a Israel hasta que éste respete íntegramente las obligaciones de derecho internacional”.
Después de varios años en los que los dirigentes israelíes hablaban desdeñosamente del “nulo impacto” del BDS, ahora parece que Netanyahu, Rivlin, el AIPAC y sus servidores dentro del Congreso de EEUU están muy preocupados por el creciente impacto de estas sanciones populares contra Israel. El Congreso de EEUU ha tratado de destruir la libertad de expresión en el país al tratar de prohibir al movimiento BDS y el gobierno sionista de Canadá ha hecho lo mismo. El AIPAC y Netanyahu tratan de vincular a este movimiento con el “antisemitismo”. Esto en un momento en el que Netanyahu se ha mostrado claramente en contra de la solución de dos estados y el fin de la ocupación.
El pánico israelí comienza a extenderse hasta alcanzar un nivel que se vio sólo en los últimos años del régimen racista de Sudáfrica. Algunos comentarios recientes de israelíes refuerzan la credibilidad de estas evaluaciones. Basta contemplar una reciente primera página del periódico Yedioth Aharonot. En ella, el escritor ultra Ben-Dror Yemeni advirtió que “el éxito del BDS es particularmente impresionante porque es un movimiento que se sirve del lenguaje de los derechos”.
En efecto, el BDS se preocupa únicamente de los derechos humanos, cívicos y nacionales de los palestinos.
Israel y los lobbies sionistas responden con sus tácticas de presión para intentar amedrentar a los partidarios del BDS en los campus universitarios por medio de amenazas y chantajes. Un sitio web llamado Canary Mission ha anunciado que creará una lista negra de estudiantes y profesores universitarios pro-palestinos.
Estos sitios intentan dañar las perspectivas económicas y de las personas a las que atacan. “Es vuestro deber asegurar que los radicales de hoy no son los asalariados de mañana”, dice un narrador sionista en el vídeo.
Serán, sin embargo, muchos millones de personas las que habrían de figurar en tales listas dado que el movimiento BDS no deja de extenderse entre estudiantes, académicos, empresarios, profesionales y simples consumidores que vigilan las etiquetas de los productos que compran para asegurarse que no sean “Made in Israel” o comiencen por el número 729 en el código de barras.
El primer ministro utilizó elementos del lenguaje normalmente reservados a Hamas o Irán para referirse al movimiento BDS como una “amenaza estratégica” para Israel.
Netanyahu reaccionó así a una votación de la Junta Directiva de la Unión Nacional de Estudiantes del Reino Unido celebrada el 2 de Junio de 2015 en la que éste se alineó con el movimiento BDS.
En su desesperación, Netanyahu utilizó sus mentiras habituales. Él acusó al movimiento estudiantil de no haber condenado al EI cuando aquel aprobó el 3 de diciembre una resolución que condenaba a dicho grupo “como una organización terrorista reaccionaria que perpetra atrocidades” contra las personas en las zonas donde opera.
El mismo día, el presidente israelí Reuven Rivlin expresó una opinión idéntica acerca de la amenaza estratégica que el BDS representa para Israel. Él declaró a un grupo de decanos de universidades israelíes: “Yo no habría imaginado que las universidades israelíes hicieran frente a un peligro real, pero la atmósfera en el mundo está cambiando, lo que crea una solución donde es imposible tratar esta cuestión (del boicot) sino como una amenaza estratégica de nivel 1”.
En realidad, sí parece que Netanyahu, Rivlin y otros dirigentes sionistas tengan buenas razones para inquietarse.
En primer lugar, con el acuerdo sobre el programa nuclear iraní perfilándose para finales de mes, Netanyahu y los apologistas de la ocupación israelí van a convertirse en el centro de la atención internacional. El mundo condena cada vez con más fuerza la abominable política de ocupación y apartheid de la entidad sionista contra los palestinos.
En segundo lugar, el BDS gana terreno porque es un movimiento moral. Él muestra lo que la ocupación ilegal y racista de Israel hace a los palestinos y arroja luz sobre los crímenes contra la humanidad que Israel perpetra de forma sistemática contra este pueblo desde hace 67 años. Por todo el mundo, la campaña ofrece a las personas dotadas de un sentido moral una opción clara: actuar en base a valores humanistas y de justicia o alinearse con una ocupación militar racista.
Una parte creciente del mundo académico y empresarial internacional rehúsa colaborar con la universidades o empresas israelíes. Todas estas actividades jugaron un papel importante en la caída del régimen del apartheid sudafricano. El BDS está, sin duda, calcado de las campañas antiapartheid en Sudáfrica. En este sentido, llama al fin de la ocupación, la igualdad de los ciudadanos árabes en Israel y una solución justa para los refugiados palestinos de 1948.
Omar Barguti, uno de los fundadores del movimiento, explicó que el BDS fue lanzado por una enorme franja de la sociedad civil como “una fase relativamente nueva en el conjunto de la lucha palestina por la libertad, la justicia y la autodeterminación. Barguti señaló que más de 170 partidos políticos, sindicatos, asociaciones de mujeres, grupos por los derechos de los refugiados, ONGs y organizaciones populares han llamado a “un boicot a Israel hasta que éste respete íntegramente las obligaciones de derecho internacional”.
Después de varios años en los que los dirigentes israelíes hablaban desdeñosamente del “nulo impacto” del BDS, ahora parece que Netanyahu, Rivlin, el AIPAC y sus servidores dentro del Congreso de EEUU están muy preocupados por el creciente impacto de estas sanciones populares contra Israel. El Congreso de EEUU ha tratado de destruir la libertad de expresión en el país al tratar de prohibir al movimiento BDS y el gobierno sionista de Canadá ha hecho lo mismo. El AIPAC y Netanyahu tratan de vincular a este movimiento con el “antisemitismo”. Esto en un momento en el que Netanyahu se ha mostrado claramente en contra de la solución de dos estados y el fin de la ocupación.
El pánico israelí comienza a extenderse hasta alcanzar un nivel que se vio sólo en los últimos años del régimen racista de Sudáfrica. Algunos comentarios recientes de israelíes refuerzan la credibilidad de estas evaluaciones. Basta contemplar una reciente primera página del periódico Yedioth Aharonot. En ella, el escritor ultra Ben-Dror Yemeni advirtió que “el éxito del BDS es particularmente impresionante porque es un movimiento que se sirve del lenguaje de los derechos”.
En efecto, el BDS se preocupa únicamente de los derechos humanos, cívicos y nacionales de los palestinos.
Israel y los lobbies sionistas responden con sus tácticas de presión para intentar amedrentar a los partidarios del BDS en los campus universitarios por medio de amenazas y chantajes. Un sitio web llamado Canary Mission ha anunciado que creará una lista negra de estudiantes y profesores universitarios pro-palestinos.
Estos sitios intentan dañar las perspectivas económicas y de las personas a las que atacan. “Es vuestro deber asegurar que los radicales de hoy no son los asalariados de mañana”, dice un narrador sionista en el vídeo.
Serán, sin embargo, muchos millones de personas las que habrían de figurar en tales listas dado que el movimiento BDS no deja de extenderse entre estudiantes, académicos, empresarios, profesionales y simples consumidores que vigilan las etiquetas de los productos que compran para asegurarse que no sean “Made in Israel” o comiencen por el número 729 en el código de barras.
Fuente: Al Manar TV/Palestina Libre/PrensaPopularSolidaria
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Correo: pcvmirandasrp@gmail.com
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