Por: Natalya M. García.
Ernesto Che Guevara es asesinado en Bolivia el 9 de octubre de 1967. El 18 de octubre de ese año, el Comandante en Jefe Fidel Castro, en
la velada solemne en memoria del Comandante guerrillero, en la Plaza de
la Revolución, de La Habana, afirma con firmeza ante el digno pueblo
cubano: “Si queremos expresar cómo aspiramos que sean nuestros
combatientes revolucionarios, nuestros militantes, nuestros hombres,
debemos decir sin vacilación de ninguna índole: ¡Que sean como el Che!”
Si entendemos que, como vanguardia de la clase obrera y el pueblo trabajador, no somos un ente aislado y ajeno, sino que, al contrario, nos nutrimos de ellos para edificar una nueva sociedad, una sociedad Socialista, el ejemplo del Che debe ser una referencia para nosotros.
Ya nos referíamos en el artículo anterior a que el comunista debe confrontar con su moral –elaborada por la fuerza de los trabajadores en el transcurso de toda la historia de la humanidad– el individualismo, el sexismo y el racismo que vulnera la unidad del movimiento obrero.
En 1920, Lenin subrayó, en su discurso ante el III Congreso de la Unión de la Juventud Comunista (Komsomol), que la formación sobre el comunismo –y el ser comunista– no consistía exclusivamente en el estudio de los libros y folletos comunistas, ya que con esta práctica sólo conseguiríamos tener fanfarrones eruditos comunistas.
De esta manera, Lenin señalaba el terrible vicio que nos filtra el capitalismo: el divorcio entre el libro y la vida práctica, entre la teoría y su aplicación.
Desde luego, deslastrarnos de semejante deficiencia conlleva un arduo trabajo. Por la sencilla razón de que aún nos encontramos en una sociedad enajenada. Sentimientos chovinistas y egoísmo nacional abundan hoy en el mundo.
Teniendo un gran sentido del deber con la sociedad que estamos construyendo y con todos los hombres del mundo, podemos ver claramente el indisoluble nexo que existe entre la teoría y la práctica: que los hombres ocupados sólo en el trabajo práctico y desentendidos de la herramienta que significa la teoría, contradice en demasía el espíritu comunista y se vuelve una amenaza para nuestra causa.
Sin embargo, el espíritu de trabajo revolucionario lo vemos en el accionar del Che. Para nadie son un secreto sus arduas jornadas de trabajo voluntario los fines de semana, sobreponiéndolas a los ratos de recreación y descanso en los inicios de la Revolución cubana.
El Che fue fundador de la escuela creadora de conciencia: el trabajo voluntario, que aporta individual y colectivamente a elevar los niveles de conciencia que son necesarios para transitar del capitalismo al Socialismo –sobre las bases científicas del marxismo-leninismo y en la perspectiva de la formación económico-social comunista–.
Los hombres de las futuras generaciones deben ser como el Che, “sin una sola mancha en su conducta, sin una sola mancha en su actitud, sin una sola mancha en su actuación”.
El Che se convirtió en modelo de hombre porque llevó a su más alta expresión –como diría Fidel– la combatividad del revolucionario y el espíritu internacionalista proletario, que de ello ya hablaremos más adelante.
Fuente: Tribuna Popular/PrensaPopularSolidaria
http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com
Correo: pcvmirandasrp@gmail.com
Si entendemos que, como vanguardia de la clase obrera y el pueblo trabajador, no somos un ente aislado y ajeno, sino que, al contrario, nos nutrimos de ellos para edificar una nueva sociedad, una sociedad Socialista, el ejemplo del Che debe ser una referencia para nosotros.
Ya nos referíamos en el artículo anterior a que el comunista debe confrontar con su moral –elaborada por la fuerza de los trabajadores en el transcurso de toda la historia de la humanidad– el individualismo, el sexismo y el racismo que vulnera la unidad del movimiento obrero.
En 1920, Lenin subrayó, en su discurso ante el III Congreso de la Unión de la Juventud Comunista (Komsomol), que la formación sobre el comunismo –y el ser comunista– no consistía exclusivamente en el estudio de los libros y folletos comunistas, ya que con esta práctica sólo conseguiríamos tener fanfarrones eruditos comunistas.
De esta manera, Lenin señalaba el terrible vicio que nos filtra el capitalismo: el divorcio entre el libro y la vida práctica, entre la teoría y su aplicación.
Desde luego, deslastrarnos de semejante deficiencia conlleva un arduo trabajo. Por la sencilla razón de que aún nos encontramos en una sociedad enajenada. Sentimientos chovinistas y egoísmo nacional abundan hoy en el mundo.
Teniendo un gran sentido del deber con la sociedad que estamos construyendo y con todos los hombres del mundo, podemos ver claramente el indisoluble nexo que existe entre la teoría y la práctica: que los hombres ocupados sólo en el trabajo práctico y desentendidos de la herramienta que significa la teoría, contradice en demasía el espíritu comunista y se vuelve una amenaza para nuestra causa.
Sin embargo, el espíritu de trabajo revolucionario lo vemos en el accionar del Che. Para nadie son un secreto sus arduas jornadas de trabajo voluntario los fines de semana, sobreponiéndolas a los ratos de recreación y descanso en los inicios de la Revolución cubana.
El Che fue fundador de la escuela creadora de conciencia: el trabajo voluntario, que aporta individual y colectivamente a elevar los niveles de conciencia que son necesarios para transitar del capitalismo al Socialismo –sobre las bases científicas del marxismo-leninismo y en la perspectiva de la formación económico-social comunista–.
Los hombres de las futuras generaciones deben ser como el Che, “sin una sola mancha en su conducta, sin una sola mancha en su actitud, sin una sola mancha en su actuación”.
El Che se convirtió en modelo de hombre porque llevó a su más alta expresión –como diría Fidel– la combatividad del revolucionario y el espíritu internacionalista proletario, que de ello ya hablaremos más adelante.
Fuente: Tribuna Popular/PrensaPopularSolidaria
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