Por: Piotr Krasnov
Traducido del ruso por Josafat S. Comín
La principal conclusión de los sucesos de Ucrania, es la capacidad del pueblo ruso para la organización, para la acción en condiciones difíciles. Y también el saber cómo actuar cuando es necesario sin esperar órdenes de arriba. Esto significa que tenemos todo por delante. Sabemos y podemos comprender hasta qué punto es necesario instaurar un poder popular en el país, refundar la alianza fraternal de nuestros pueblos. Podemos conseguirlo.
El principal lema de la actual propaganda ucraniana habla de una Ucrania unida e indivisible. La tesis de que “somos un solo país, un solo pueblo, aunque hable en distintas lenguas”, se inculca machaconamente en las conciencias de la población de Ucrania con ayuda de los medios, desde la mañana hasta la noche. Además esto lo hacen esos mismos, que hace unos meses atrás hacían llamamientos a la ucranización forzosa, y al recorte de derechos de la parte de Ucrania “amoskolada” (“moskal”, término despectivo para referirse a los rusos. N de la T.)
Sin embargo en cuanto cruzas la frontera entre Rusia y Ucrania,
enseguida te das cuenta que no hay ningún tipo de unidad, Ucrania está
dividida por el principio “nosotros” y “ellos”. Fracturada de un modo
firme y definitivo. De camino a Crimea pasé medio día en Járkov. La
ciudad había recibido a los “invitados de Occidente” con la bayoneta
calada. Los habitantes de Járkov habían repelido el ataque de los
maidanistas contra el monumento a Lenin. “Los nuestros han ganado”, con
extraña unanimidad decían en Járkov. ¿A quién hemos vencido? Lógicamente
hemos vencido a los “no nuestros”. Las mismas palabras las volví a oír
en Zaporozhie, por no hablar de los habitantes de Simferópol y
Sebastopol. Esa fina capa de camuflaje de unidad e indivisibilidad de
Ucrania que durante 25 años se ha estado imponiendo en la república,
había volado en un solo día.
Sin embargo Crimea se diferencia sustancialmente de la Ucrania
oriental. En Crimea comprenden claramente quiénes somos nosotros y
quiénes son ellos. La voluntad del pueblo es una sola: debemos vivir en
Rusia.
En Járkov, Lugansk y Donbass todavía no se han decidido si dejar a los antiguos dirigentes, que han quedado en herencia del putrefacto Partido las Regiones de Yanukóvich, o colocar nuevos. Si se opta por los nuevos, habrá que ver hasta qué punto son moderados, o radicales. Y lo más importante, qué es lo que que se ha de exigir a los dirigentes: ¿Un Estado federal? ¿La independencia? ¿El ingreso la Federación Rusa? De optar por este último supuesto, ¿sería como sujetos separados, o una especie de Federación ucraniana oriental?
En Járkov, Lugansk y Donbass todavía no se han decidido si dejar a los antiguos dirigentes, que han quedado en herencia del putrefacto Partido las Regiones de Yanukóvich, o colocar nuevos. Si se opta por los nuevos, habrá que ver hasta qué punto son moderados, o radicales. Y lo más importante, qué es lo que que se ha de exigir a los dirigentes: ¿Un Estado federal? ¿La independencia? ¿El ingreso la Federación Rusa? De optar por este último supuesto, ¿sería como sujetos separados, o una especie de Federación ucraniana oriental?
Mientras la población de la Ucrania del este no decida qué es lo que
quieren ser y qué es lo que son, Kiev irremediablemente, a la chita
callando, los “embridará”.
El motivo es tan sencillo como inevitable: el capital ucraniano es en
gran medida independiente del ruso. Ucrania está repartida entre los
oligarcas locales, que harán todo lo que sea necesario para evitar que
su “comedero” caiga en manos de Rusia o de quien sea. Los políticos y
otros cargos ucranianos no son más que de marionetas obedientes, o en el
mejor de los casos, concienzudos socios de la oligarquía ucraniana. Por
eso los gobiernos regionales seguirán siempre sirviéndose de las
simpatías prorrusas de la Ucrania oriental, para inmediatamente después
vender a su electorado por un puñado de dólares. Eso es precisamente lo
que ha venido pasando los últimos 25 años en el este del país. Han
engañado, han traicionado a su pueblo y han vuelto a robarles.
Enfrentar esto sólo se podría con una idea, que agrupase en torno
suyo a todos. En Crimea, esa idea ha pasado a ser la lucha de liberación
nacional. Solo uniéndose en torno a esa idea el pueblo ha podido,
primero expulsar a todos los cargos de dudosa reputación, y segundo
obligar al resto a cumplir su voluntad. En el este de Ucrania no ha
sucedido ni lo primero, ni lo segundo. Al menos, no ha sucedido por
ahora.
Las conversaciones sobre la “mano de Moscú” en los sucesos ucranianos
merecerían capítulo aparte. Llegamos a Crimea del modo más sencillo:
nos sentamos en un tren y marchamos para allá. Nadie nos revisó nada en
ese tren. En Simferópol nos cambiamos a un tren ucraniano hasta
Sebastopol. Según los revisores, tampoco nadie les había detenido en
Perekop. En la estación de Sebastopol no se veía por ningún lado
milicianos, ni cuerpos especiales de la GRU, militares, ni siquiera
policía. Si mi baúl hubiese estado cargado de explosivos, lo hubiera
podido pasar tranquilamente desde Járkov o Dniepropetrovsk, directamente
hasta la alcaldía de Sebastopol. Esa es la “mano de Moscú”. Esos son
los “miles de militares rusos que controlan cada edificio y cada
estornudo”.
La ciudad está tranquila, la gente va tranquilamente a su trabajo.
Silencio y calma. Mientras, los medios de Ucrania presentan un cuadro de
despliegue militar masivo. Tanques, toma de cuarteles masiva por gentes
armadas etc. Llegaron incluso a hablar de violaciones de la población
local por militares rusos, algo que lo único que provocó fue risa. No es
difícil imaginar para qué necesita el gobierno ucraniano todo eso. En
el presupuesto hay un agujero de 15 mil millones de dólares. Al menos
desde el gobierno (cuando era oposición) mencionaban a esa cifra. Ahora
habla ya de 35 mil millones de dólares. Echarle la culpa de todo a Rusia
es la única salida. Esa rusofobia histérica durará tanto como dure el
gobierno provisional ucraniano, que más bien, tendrá una pronta y
deshonrosa salida.
Ahora unas pocas palabras sobre el papel de Putin y en general del
Estado ruso. En Crimea he tenido la sensación de que Putin ha estado
haciendo todo lo posible para que todo permaneciese como estaba e
impedir la separación de Crimea de Ucrania. La desestabilización de la
situación no beneficia ni a una ni a otra parte. Poco les importan los
intereses del pueblo. Lo fundamental para ellos es aclarar la cuestión
del gaseoducto y continuar tranquilamente sacando dinero de sus países a
sus cuentas particulares en occidente.
Ya he mencionado lo que representa esa “élite” ucraniana, sus altos
cargos y políticos. En Crimea no se diferencian para nada de sus
correligionarios del resto de Ucrania. En todo caso los diferenciaría
ese comercio con el “sentimiento ruso” y el modo más descarado con el
que se han estado vendiendo a Kiev. En el momento en que la Crimea rusa
se alzó, los politicuchos locales tuvieron que comenzar a negociar no
sólo con Kiev, sino también con Moscú. Y la política de Moscú con respecto a
Crimea era bastante desconsoladora.
El nuevo alcalde de Sebastopol, Chaliy, el 5 de marzo realizó una
visita a la Fiscalía. Al finalizar las conversaciones, manifestó que el
fiscal recientemente nombrado por Kiev debía permanecer en su cargo
hasta la celebración del referéndum. En vez de negociaciones sobre la
transición a la zona del rublo, lo que se oía era palabrería patriótica
sobre “cómo detuvimos al fascismo o cómo combatieron nuestros abuelos”. Y
en lugar de declarar que la pregunta propuesta en el referéndum debía
ser la separación de Ucrania, este político local, quien hasta hace dos
años era un protegido de Yatseniuk, estaba ahora cantando encendidas
loas a la mayor gloria de Putin. En respuesta, la gente aplaudía y
coreaba alegremente ¡Putin, Putin!
La protesta parecía que había podido ser ensillada por los análogos
locales de nuestros “rusiaunidos”. Y parecía ya que este era el fin. El
referéndum se había fijado para el día 30 de marzo. Y como quien no
quiere la cosa, se habían olvidado de incluir la pregunta sobre el
ingreso en la Federación Rusa. Como máximo se hablaba de restablecer la
autonomía de 1992. Esa era la maniobra de Moscú, así es cómo Putin
pensaba reunificar Crimea. En la práctica hizo todo, para conservar el
statu quo, y preservar la indivisibilidad de Ucrania en nombre de los
intereses de Gazprom y la integridad de su gaseoducto. Y ustedes se
preguntarán: ¿y qué pasa con esas “gentes amables”? (militares sin
signos distintivos. N de la T) ¿No son acaso militares rusos? De eso
hablaré más tarde. Primero toca explicar por qué Crimea ha querido pese a
todo, ser rusa.
La alarmante y desesperada situación del 5 de marzo dio un giro
brusco de 180° al día siguiente. Y eso es mérito total y absoluto de las
fuerzas de autodefensa de Crimea. La noticia de que el referendo se
adelantaba del día 30 al 16, y que va a ser incluida la pregunta sobre
el ingreso en la Federación de Rusia, me pilló en el puesto de control. Y
lo que viví y vi en ese puesto de control, organizado por las fuerzas
de autodefensa, me impactó en lo más profundo del alma.
Ocurre, que en realidad nada depende de los análogos locales de los
“rusiaunidos”, dispuestos a vender a quien haga falta, ni de los
Yatseniuk, Turchinov, Yárosh, Putin, de los habitantes locales
indiferentes, y ni siquiera de Obama y compañía. El destino de Crimea
estaba por entero y por completo en manos de la milicia local, en manos
de los cosacos del Don y Kuban. Y también dependía de chavales como
nosotros, que habían decidido coger rumbo a Crimea, a pesar de todos los
cuentos de miedo que salían de la televisión, tanto nuestra como
ucraniana.
Los crimeos fueron los que organizaron la cocina de campaña, los que
cortaron las carreteras, los que revisaron y registraron los coches. No
crean lo que dicen los medios. No ha habido aquí ningún Spetnaz del GRU,
ni ningún ejército de Putin. Si hubieran sido las tropas especiales,
entonces los liberales estarían únicamente indignados y enfadados. Pero
lo que están ahora es asustados. Y hacen bien en asustarse. Porque el
pueblo ha adquirido la experiencia de autoorganización y acción sin
esperar nada del gobierno.
Todos llegaron a defender la ciudad de Sebastopol, jóvenes y mayores: jubilados, estudiantes, obreros, funcionarios. Había gente con escopetas de caza, con porras, con escudos. Nos traían bloques de hormigón en camiones, sacos con arena. La gente se comunicaba a través del móvil con los puestos vecinos, entrenando las tácticas de defensa contra los “zapadentsy” (ucranianos de las regiones occidentales. N de la T.), aprendiendo a utilizar las porras y los escudos. Los voluntarios serbios daban consejos muy útiles. Se ve que tienen gran experiencia en enfrentamientos callejeros con la policía. En los puestos de control hay una estricta ley seca y una férrea disciplina militar. Un completo orden. Los voluntarios nos acercan agua, comida, medicamentos, tabaco… La policía también está con el pueblo. Trajeron un perro para qué registrarse los coches, buscando explosivos. Las abuelas de la aldea cercana nos traían empanadas.
El pueblo de Crimea ha demostrado que es capaz de expulsar a los mandamases de sus despachos y colocar gente nueva en su lugar. Y lo más importante: exigir y conseguir del nuevo gobierno que actúe en defensa de los intereses del pueblo.
Todos llegaron a defender la ciudad de Sebastopol, jóvenes y mayores: jubilados, estudiantes, obreros, funcionarios. Había gente con escopetas de caza, con porras, con escudos. Nos traían bloques de hormigón en camiones, sacos con arena. La gente se comunicaba a través del móvil con los puestos vecinos, entrenando las tácticas de defensa contra los “zapadentsy” (ucranianos de las regiones occidentales. N de la T.), aprendiendo a utilizar las porras y los escudos. Los voluntarios serbios daban consejos muy útiles. Se ve que tienen gran experiencia en enfrentamientos callejeros con la policía. En los puestos de control hay una estricta ley seca y una férrea disciplina militar. Un completo orden. Los voluntarios nos acercan agua, comida, medicamentos, tabaco… La policía también está con el pueblo. Trajeron un perro para qué registrarse los coches, buscando explosivos. Las abuelas de la aldea cercana nos traían empanadas.
El pueblo de Crimea ha demostrado que es capaz de expulsar a los mandamases de sus despachos y colocar gente nueva en su lugar. Y lo más importante: exigir y conseguir del nuevo gobierno que actúe en defensa de los intereses del pueblo.
Y a pesar de todos los intentos de los “rusiaunidos” locales y
políticos similares, de tirar todo por la borda y sacar a referéndum
solo la pregunta sobre una mayor autonomía, el numerito no les resultó.
La Crimea rusa ha entrado por sí sola a formar parte de Rusia y Rusia
la ha recibido con los brazos abiertos. Putin se quedó sin elección.
Mejor dicho sí que se le dio a elegir: o acoger a Crimea, o no hacer
nada y mirar cómo Crimea combate en solitario con Ucrania, como a través
de Kerch, llegan los voluntarios rusos a Crimea, y como, si te
descuidas, pueden volver de allí, armados y con muchas preguntas que
hacerle a un Putin que hubiese traicionado a Crimea. En una palabra,
Putin no tenía elección. Se quisiera o no, no había otra salida que
acoger a Crimea en Rusia. Y hemos sido nosotros los que le hemos dejado
sin elección: los crimeos rusos, los cosacos, los voluntarios de muchas
ciudades de la Federación Rusa. A Putin no le queda otra más que
apuntarse él, esta victoria de los voluntarios de Crimea.
Y me voy a detener ahora a decir unas palabras sobre la “gente
amable”, que hay que decir que en Crimea no han sido tantos, y desde
luego no han sido los que han tenido un efecto determinante. Los
militares rusos, como es lógico, han estado bloqueando algunos
objetivos. La pregunta es por qué y para qué. Tengo la impresión de que
la misión de los militares rusos más bien era impedir que las milicias
de autodefensa de Crimea pudiesen por sí solas desarmar a las unidades
ucranianas y ocupar determinados puntos estratégicos. En otras palabras
la intromisión de la “gente amable”, o como les denomina la televisión
ucraniana, los “hombrecillos verdes”, está motivada por esa aspiración
inicial de Putin de hacer que no “volcase la barca”, mantener el statu
quo y permitir que Crimea siguiese siendo de Ucrania. Por supuesto van a
ser los medios ahora los que nos digan cómo Putin anexionó con
titánicos esfuerzos heroicos a Crimea. Pero en realidad ésta no es una
victoria de Putin, sino una derrota. Es una victoria del pueblo ruso y
en primer lugar de los crimeos. Putin únicamente se adjudica la
victoria.
Y ya que hablamos de adjudicaciones. La temporada del turismo
político está a su máximo apogeo en Crimea. A mediodía, por lo visto
después de haber dormido bien y bien afeitados, se presentaron en
nuestro puesto de control dos hombres trajeados del partido “Rodina”.
Nos aseguraron que Rogozin nos ayudaría, se hicieron las fotos de rigor
con los voluntarios serbios y se fueron. Ni siquiera nos dejaron tabaco.
Más valdría en vez de estar pagando los viajes a estos personajes a
cuenta del contribuyente ruso, que se ocupasen de la Flota del mar Negro
que año tras año está en peor estado, pese a todo esos cuentos de que
se está levantando. Un sinnúmero de diferentes fuerzas políticas
llegaron a observar el referéndum del día 16 de marzo. Ahora cada uno
querrá apuntarse un tanto en la victoria. Qué le vamos a hacer, es ley
de vida, un mal inevitable.
Pero la principal conclusión de los sucesos de Ucrania, es la
capacidad del pueblo ruso para la organización, para la acción en
condiciones difíciles. Y también el saber cómo actuar cuando es
necesario sin esperar órdenes de arriba. Esto significa que tenemos todo
por delante. Sabemos y podemos comprender hasta qué punto es necesario
instaurar un poder popular en el país, refundar la alianza fraternal de
nuestros pueblos. Podemos conseguirlo.
Fuente: Pravda/Semanario VOZ/PrensaPopularSolidariagttp://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com
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