Por: Alfredo Rada Vëlez
Una lectura serena de varias encuestas
de alcance nacional, dejando en claro que esos estudios realizados por
empresas privadas son solamente referenciales, lleva a la conclusión de
que es ya irreversible la tendencia hacia una contundente victoria del
Movimiento Al Socialismo (MAS) en las elecciones del 12 de octubre.
Conforme se acerca esa fecha, la
perplejidad inicial va dando paso a la preocupación cada vez más notoria
en las dos expresiones políticas de la oposición de derecha, la
moderada, que postula a Samuel Doria Medina, y la radical, que apoya a
Jorge Quiroga Ramírez, reducidas hoy a una disputa por el mismo segmento
minoritario de votación: menos de una tercera parte del padrón
electoral.
Es una lucha fratricida porque entre
las dos opciones de derecha no existen profundas discrepancias
ideológicas o programáticas, ya que comparten los mismos fundamentos
neoliberales que, para señalar un aspecto de sus programas, les lleva a
plantear que Bolivia debe incorporarse a la “Alianza del Pacífico”, ese
bloque de libre comercio conformado por los gobiernos de Chile, Perú,
Colombia y México.
En realidad, el zarandeo entre
samuelistas y tutistas está expresando una lucha intestina por la
supervivencia política a mediano plazo, una pugna en la que lleva la
peor parte el empresario cementero, que puede terminar convertido en el
chivo expiatorio de la peor derrota de las fuerzas conservadoras en una
década.
Al interior de los dos partidos (Unidad
Demócrata, UD; y el Partido Demócrata Cristiano, PDC) sus estrategas y
asesores externos de campaña, habiendo dado por perdida la contienda por
la Presidencia, se afanan ahora por preservar algunos bolsones de
votación en Beni, Santa Cruz y Tarija, para desde allí relanzar un
frente único de oposición en el ámbito nacional, pensando en las
elecciones municipales y departamentales que se efectuarán en marzo de
2015.
Particularmente importante para la
continuidad y profundización del proceso de cambio es la creciente
gravitación política del departamento de Santa Cruz, ya que es el que
tiene la mayor y más diversificada actividad económica del país, es el
más extenso en territorio y el que ocupa el segundo lugar en población
del país con tendencia sostenida a seguir recibiendo flujos migratorios
del occidente.
En Santa Cruz, el MAS puede superar el
50% de respaldo en las urnas, con lo que redondeará un inédito triunfo
político de carácter estratégico para la izquierda en una región
tradicionalmente controlada por partidos y logias conservadoras de los
intereses de la burguesía agraria, industrial y financiera.
Sabido es que entre 2004 y 2009, las
representaciones políticas de esa burguesía, haciéndose fuertes tanto en
los comités cívicos como en las prefecturas (hoy gobernaciones) de los
departamentos de la denominada “media luna”, intentaron desestabilizar
al naciente proceso de cambio efectuando un supremo esfuerzo para hacer
fracasar la Asamblea Constituyente (2006-2007), para así precipitar la
caída de Evo Morales.
Fueron derrotadas democráticamente en
el Referéndum Revocatorio de agosto de 2008 y luego militarmente, cuando
fue sofocado el intento de golpe cívico-regional de septiembre de ese
mismo año, cuya cota de violencia fascista y racista más alta fue la
masacre de campesinos en la localidad pandina de Porvenir.
Pero nunca hay que olvidar que aquella
fue una derrota en el plano superestructural que obligó a esa burguesía a
replegarse de la acción conspirativa, lo que no significa que haya
perdido su poder económico basado en los procesos de acumulación
capitalista. Sin embargo, su hegemonía política en la región oriental se
ha debilitado y fisurado; lo que a su vez ha permitido el
fortalecimiento de las fuerzas campesinas, obreras y populares que, en
los últimos años han logrado significativos avances en su unidad,
organización y movilización.
Me adscribo a la hipótesis de que el
triunfo electoral de la izquierda en Santa Cruz será el resultado de
estas transformaciones en la composición y correlación de fuerzas entre
las clases sociales que han terminado consolidando y fortaleciendo el
liderazgo político de Evo Morales en tierras cruceñas. Vistas así las
cosas, las maniobras táctico-electorales con fuerte dosis de pragmatismo
se ubican en un plano secundario.
El previsible triunfo de las fuerzas
transformadoras en Santa Cruz abre grandes perspectivas para profundizar
el proceso de cambio en Bolivia. Pero eso dependerá de la manera cómo
los principios revolucionarios y el contenido discursivo anticapitalista
del Gobierno definan sus orientaciones programáticas hacia aquella
región del país, donde el capitalismo y el consumismo se arraigan con
más fuerza en el conjunto de la sociedad.
¿Podrá la joven clase obrera de este
departamento, la más numerosa a nivel nacional pero también la menos
organizada en el sector fabril, de la construcción y en la actividad
petrolera, actuando como parte de un Bloque Social Revolucionario más
amplio, desplegar su propio rol en el impulso de nuevas transformaciones
revolucionarias?
¿Se movilizarán las bases campesinas
para hacer valer su propuesta de profundizar la revolución agraria,
eliminando las nuevas formas de latifundio y la denominada
extranjerización de la propiedad de la tierra en los departamentos
amazónicos de Bolivia? ¿Se mantendrá la inclinación favorable al cambio
de sectores importantes de las clases medias cruceñas que, seducidas por
la buena gestión de la economía, aceptan hoy con entusiasmo lo que ayer
rechazaban con desconfianza?
Está claro que en el nuevo contexto en
el que los partidos de la derecha son incapaces de representar
adecuadamente sus intereses generales, la burguesía cruceña a través de
sus organizaciones clasistas, como la Cámara de Industria y Comercio
(CAINCO) y la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), han pasado de la
confrontación a la adulación, buscando arribar a acuerdos con un
Gobierno que saben se mantendrá por el siguiente quinquenio. En este
afán conciliador nuevamente acuden al discurso de la “seguridad
jurídica” y piden “reglas del juego estables”; en otras palabras están
buscando detener el curso de las transformaciones.
Acá entrará en juego el Bloque Social
Revolucionario que en el país se expresa por la articulación de la
Central Obrera Boliviana (COB) con todas las organizaciones que
conforman la Coordinadora Nacional por el Cambio (CONALCAM), que desde
hace algunos meses vienen planteando la tesis política de la
profundización del proceso de cambio desde los movimientos sociales.
Este Bloque, que respalda al compañero
Evo Morales y que es el factor unitario que está contribuyendo al
triunfo, especialmente en los departamentos más densamente poblados del
país, tendrá también que proponer un curso de acción posterior al 12 de
octubre en el que se administre adecuadamente y, en función de objetivos
revolucionarios, el resultado en las urnas.
Fuente: Partido Comunista Peruano/PrensaPopularSolidaria
http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com
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