Por: Jerónimo Carrera
Al llegar la celebración de este 12 de Octubre, llámesele como se le quiera llamar, no puedo evitar que me vengan a la memoria aquellos clásicos versos que comienzan diciendo: Yo me hundí hasta los hombros en el mar de Colón…
No puedo evitarlo, sinceramente, pese a que el nombre de ese muy genial navegante genovés es ahora casi una mala palabra. Así como el del autor de tal poema, el extraordinario poeta venezolano, y mi paisano de Cumaná, Andrés Eloy Blanco (1897-1955), seguramente el mayor de los poetas venezolanos del siglo pasado, ha sido poco a poco relegado a un semi olvido… Quizás por el pecado de haber él prestado su nombre al entonces naciente partido, y hoy felizmente al borde del sepulcro, bautizado como de “acción democrática”.
Pecado cometido también por nuestro mayor novelista, Rómulo Gallegos, que no ha podido ser condenado al ostracismo, al parecer. Y con mucha mejor suerte por el maestro Luis Beltrán Prieto, quien durante muy largos años figuró como el tercer bate del equipo de los adecos, y fue descartado en 1968 por el manager Rómulo Betancourt, según lo que me han dicho ex adecos de entonces, simplemente por ser negro y ateo, lo que creía ese manager lo hacía inaceptable para Washington y el Vaticano… Así era la Venezuela de aquella época, aunque esto parezca algo increíble para nuestros muchachos de los tiempos actuales.
Pues bien, soplan nuevos vientos y todo indica que tenemos otra variedad de racismo, la que yo he llamado como racismo al revés. Así son las cosas en esta vida, y luce ahora que aquí pronto ser blanco será visto como un defecto personal, como un grave pecado, algo inaceptable en lo político, igual a como antes lo fuera ser negro o indio. Incluso ser mestizo puede resultar un handicap, y espero que los lectores me perdonen este anglicismo.
Lo curioso es que por estas tierras americanas todos tenemos un idioma único, el de Cervantes, que nos permite entendernos a todo lo largo desde México hasta la Argentina y Chile, con unas muy pocas excepciones. Esa es nuestra mayor riqueza, el castellano, uno de los cuatro o cinco idiomas más importantes del mundo.
Sin ese idioma, que nos lo trajo la primera invasión europea de hace cinco siglos, acá tendríamos nadie sabe cuántos lenguajes diversos. Como siempre sucede, los invasores europeos trajeron cosas malas y cosas buenas. A su vez, los invadidos americanos les enviamos para allá, igualmente, nada menos que el tabaco para que se mueran de cáncer, y la maravilla de la papa para que no mueran de hambre.
Hay que bien entenderlo, como lo apuntan con su habitual sagacidad los jóvenes Karl Marx y Friedrich Engels en su genial Manifiesto del Partido Comunista, de 1848, que la humanidad toda viene viviendo un largo proceso de unificación, de creación de un mercado único, a lo que contribuyó poderosamente ese viaje de Cristóbal Colón.
Cosa muy distinta ha sido la segunda invasión europea, a raíz de la II Guerra Mundial, propiciada por un aparato llamado UNRRA, con el apoyo de Estados Unidos más que nada, y con el cual trajeron a Venezuela y algunos otros países americanos una masa de los llamados refugiados, mayoritariamente fascistas y anticomunistas, derrotados en esa guerra. Y lo peor fue que no eran hombres o mujeres en estado de soltería, para que se casaran aquí, sino familias enteras, que nos sembraron sus prejuicios racistas.
Si queremos ser realmente bolivarianos, no olvidemos nunca aquello que escribió en 1815 Simón Bolívar, en su célebre Carta de Jamaica, explicando que: “Nosotros somos un pequeño género humano.”
Fuente: PrensaPopularSolidaria_ComunistasMiranda http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com Correo: pcvmirandasrp@gmail.com
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Hace 6 años
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