El voto por Juan Manuel Santos no es una carta blanca a su gobierno ni mucho menos a su programa neoliberal. Es un voto por la continuidad de la búsqueda de una solución política, de los acuerdos que sustentan el diálogo de La Habana con sus seis puntos(…), dice la declaración del Comité Central del PCC. |
Editorial del Semanario VOZ
Votar por Santos no significa respaldar su política; no media ningún acuerdo ni compromiso. Es un voto por la continuidad del proceso de paz
Es un voto para cerrarle el paso a Óscar Iván Zuluaga, candidato de Uribe Vélez y quien representa la guerra en el país y en el exterior.
“Ni Zuluaga ni Santos representan la alternativa que el pueblo colombiano necesita(…)”. Así está consignado en la declaración del Comité Central del Partido Comunista Colombiano, publicada en la edición pasada de este semanario.
Y es así. Los dos representan los mismos intereses de clase, estrechamente ligados al gran capital, a los grupos económicos, a los designios del imperialismo yanqui y de las transnacionales, unidos en la llamada confianza inversionista, los TLC y la dictadura del capital financiero.
Es el mismo lenguaje, idéntico modelo económico y social basado en la política neoliberal, protegido por la democracia restringida y el terrorismo de Estado. Aunque, por supuesto, entre Zuluaga y Santos existen contradicciones que no se deben ignorar
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El primero refleja los intereses de la extrema derecha, liderada por Álvaro Uribe Vélez, que “en ocho años de gobierno uribista, de satanización a los derechos humanos y a los opositores, de militarización intensa y fanatizada del país fracasó la llamada seguridad ‘democrática’, nombre con el que se bautizó la solución militar como vía para finalizar la guerra(…)”, dice la declaración ya mencionada. Zuluaga representa la guerra, la fascistización del país, es un simple títere de Uribe Vélez, padre de la parapolítica, del todo vale y de las mafias que se apoderaron del Estado.
El segundo, candidato-presidente, representa a la burguesía que se orienta a buscar la salida política del conflicto, mediante el diálogo y un acuerdo, aunque con debilidad y concesiones al militarismo, y un gobierno neoliberal y en contravía de los intereses del pueblo.
“El interés superior de la solución política exige que el pueblo distinga con inteligencia y saque ventaja de las contradicciones de la clase dominante(…) El voto por Juan Manuel Santos no es una carta blanca a su gobierno ni mucho menos a su programa neoliberal. Es un voto por la continuidad de la búsqueda de una solución política, de los acuerdos que sustentan el diálogo de La Habana con sus seis puntos(…), dice la declaración del Comité Central del PCC.
Con mayor razón, cuando la semana pasada en medio del júbilo nacional e internacional, en la capital de Cuba fue suscrito el acuerdo que establece la Declaración de Principios para debatir el tema de víctimas, una de las prioridades de las conversaciones entre el Gobierno y las FARC-EP.
Votar por Santos no significa respaldar su política; no media ningún acuerdo ni compromiso. Es un voto por la continuidad del proceso y para cerrarle el paso a Óscar Iván Zuluaga, candidato de Uribe Vélez y quien representa la guerra en el país y en el exterior.
Zuluaga es la guerra. Anunció que reventará la Mesa de La Habana y se convertirá en peón de Washington y de los escuálidos delincuentes para atacar a la República Bolivariana de Venezuela. Fácilmente Colombia resultará comprometida en una guerra en la frontera, que pone en peligro la estabilidad de América Latina y lo conseguido en integración regional autónoma en América del Sur. Cuando terminó su segundo gobierno, Uribe Vélez dijo que le faltó tiempo para invadir a Venezuela.
El comandante Chávez le respondió en frase coloquial: “No, le faltaron fue cojones”. A Zuluaga es posible que también le falten pero tratará de incendiar la frontera, apoyando a los enemigos de la Revolución Bolivariana.
El peligro es real. Que la mafia narcoparamilitar regrese al Gobierno para cerrar las puertas del diálogo y perseguir a la izquierda, a los opositores, a los dirigentes sindicales y populares, a los críticos del régimen. Son hechos ciertos que ocurrieron en los ocho años de la horrible noche uribista.
Lo más importante es cerrar filas en el Frente Amplio por la Paz, antes y después del 15 de junio e independiente de quien sea el nuevo mandatario de los colombianos. En el Frente no caben los de la Unidad Nacional ni los pusilánimes, sí los que desde la izquierda, de los sectores democráticos y de las organizaciones sociales se alinean con la paz, la solución política y los cambios democráticos y sociales.
El Frente Amplio es de convergencia democrática en la perspectiva de ser opción de poder para conquistar los cambios de fondo y estructurales en la vida del país. Un primer paso es cerrarle el paso a Zuluaga, títere del uribismo y candidato de la guerra.
Fuente: VOZ Digital/PrensaPopularSolidaria
http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com
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