Por: Jerónimo Carrerra
Es sabido que todo lo que nace, muere. Ley inapelable, y se aplica tanto a los seres humanos, claro, como a sus creaciones. Es lo que en la actualidad acontece respecto a la llamada Organización de las Naciones Unidas, mejor identificada por su sigla de ONU.
La pasada semana, en esta columna, ya me he referido a determinados rasgos que nos hacen pensar, por su evidente novedad, que estamos a las puertas de un mundo nuevo. Expresé la idea que no es mía, según la cual en esta parte del mundo que llamamos América, la llegada del grupo de aventureros comandados por Cristóbal Colón significó toda una revolución, y de alcance mundial.
Desde entonces, puede decirse que en esta parte del mundo cada ser humano nace con la idea congénita de ser revolucionario. Los pobres porque son pobres, y los ricos porque son… ricos. Hemos tenido, y tenemos, por lo tanto, revoluciones de todos los tipos, bajo diversas denominaciones.
Cada revolución nace con la promesa de resolver viejos y muy arraigados vicios sociales, empezando por el robo de los dineros públicos que practican casi todos los gobernantes, conjuntamente con sus familiares y los llamados “compadres”….
Pues bien, la fundación de la ONU al ser derrotada la Alemania hitleriana por una amplia coalición de fuerzas disímiles, propagó el sentimiento optimista de estar toda la humanidad a las puertas de un nuevo mundo. A tal visión contribuyó de manera decisiva, por lo menos para los sectores revolucionarios, y también para todos los pueblos del entonces calificado como “tercer mundo”, el papel de la Unión Soviética en el triunfo de los aliados…
Sin desconocer, claro, la contribución que dieron los países capitalistas, como los Estados Unidos y sus aliados.
De tal convergencia vino la creación de la ONU, reemplazando a la llamada Sociedad de Naciones que había sido creada al finalizar en 1918, tras cuatro años de matanzas, la bautizada como I Guerra Mundial y también con una derrota de los alemanes. Se pensó entonces que la humanidad no tendría ya otras guerras de esa magnitud… hasta que apareció en escena un loquito austriaco llamado Adolf Hitler. Y pudo encenderle la mecha a una II Guerra Mundial con cierta colaboración, en especial de Francia e Inglaterra, pero también de Estados Unidos. Esa es la verdad… verdadera.
Todo esto me viene a la mente, de modo inevitable por mi edad, al tomar en cuenta la creciente crisis del capitalismo en países que están “armados hasta los dientes”, en especial Estados Unidos. Con la coincidencia del derrumbe de la ONU como organización llamada a garantizar la paz en el mundo… Pero esperemos que de su colapso, que luce ya inevitable, pueda surgir una nueva fórmula que condene las guerras de todo tipo e imponga un desarme universal.
ECUADOR EN VENEZUELA
Tan significativo título es el que lleva una hermosa revista, muy bien impresa en papel de alta calidad, que ha editado la Embajada del Ecuador en Venezuela. Son 166 páginas de materiales diversos, todos sumamente interesantes para quienes creemos en la hermandad que nos une a los venezolanos con los ecuatorianos, puede decirse que en calidad de ser países gemelos.
Además, este número inicial de tal revista lo hemos recibido en la sede de nuestro Partido Comunista de Venezuela (PCV), o sea en el ya histórico Edificio Cantaclaro, de manos del propio embajador del Ecuador en Venezuela, el amigo Ramón Torres Galarza, quien ha tenido el hermoso gesto de visitarnos antes de partir de regreso a su país. Ha sido una despedida la suya, naturalmente, emotiva como era de esperarse y evocadora de la hermandad que nos ha unido a los dos pueblos y sus revolucionarios.
Quiero decir aquí, que en lo personal, la visita del camarada y la lectura de esta revista, me han hecho rememorar cosas gratas de visitas mías a ese país hermano. A lo cual podría añadir nombres de un montón de camaradas ecuatorianos que he tenido la buena suerte de conocer “en alguna parte del mundo”, y todos muy buena gente.---
Fuente: PrensaPopularSolidaria
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