La privilegiada situación de la península ibérica, punto de encuentro entre 
el Océano Atlántico y el Mar Mediterráneo y principal frontera entre Europa y 
África, ha convertido su territorio en uno de los principales activos 
geoestratégicos de la OTAN. Este organismo bélico, 
sin enemigo definido tras la caída de la URSS y el Pacto de Varsovia, está 
inmerso en una fase de redefinición.
En la última cumbre de la organización, los jefes de Estado de los países 
miembros decidieron dotarla de un nuevo rol. La OTAN, que había jugado un papel 
eminentemente defensivo durante la Guerra Fría, desarrollará una capacidad de 
intervención armada a nivel global. El objetivo es que cuente con fuerzas de 
acción rápida preparadas para invadir un territorio y mantenerlo hasta 30 días a 
la espera de refuerzos. España y Portugal serán fundamentales como plataformas 
de lanzamiento y coordinación de estas acciones armadas en el sur de Europa y el 
norte de África.
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
