martes, 16 de septiembre de 2008

LA COMUNA DE PARÍS Y LA SUPRESIÓN DEL ESTADO




Por: Carlos Marx


Extractos de los borradores de La Guerra Civil en Francia

Los dos «Borradores de La Guerra Civil en Francia» fueron escritos por Marx entre abril y mayo de 1871, como materiales preparatorios sobre los que luego elaboraría el texto final del folleto, en la forma de un discurso del Consejo General de la Asociación Internacional de Trabajadores. Los borradores fueron escritos en inglés, con abundantes irregularidades idiomáticas, términos en francés e incorrecciones, aparte de las características difíciles propias del carácter de borrador para uso personal con pasajes y anotaciones pendientes de una adecuada redacción final.

Salvo los cortes indicados por (...) y los añadidos entre < > (basados en el documento definitivo) o entre [ ] (completamientos o aclaraciones de redacción), todo lo demás es del puño de Marx, como muchas palabras o frases entre paréntesis, con la única excepción, claro está, de aquellos términos de difícil traducción que se han reproducido adicionalmente y van en cursiva.

El Estado centralizado

«La maquinaria del Estado centralizada que, con sus ubicuos y complicados órganos militares, burocráticos, clericales y judiciales, estruja a la sociedad civil viva como una boa constrictor, fuera forjado primero en los días de la monarquía absoluta como un arma de la naciente sociedad moderna en su lucha de emancipación del feudalismo.

Los privilegios señoriales de los señores, ciudades y clero medievales fueron transformados en los atributos de un poder estatal unitario, desplazando a los dignatarios feudales por funcionarios asalariados del Estado, transfiriendo las armas de los guardas medievales de los señores de la tierra y las corporaciones de ciudadanos de la urbe a un ejército permanente, sustituyendo la cuadriculada (con colores de partido) anarquía de los poderes medievales contrapuestos por el plan regulado de un poder estatal, con una división sistemática y jerárquica de trabajo. (...)

Esta parasitosa sociedad civil, pretendiendo ser su contraparte ideal, creció hasta su pleno desarrollo bajo el poder del primer Bonaparte. (...) En su lucha contra la Revolución de 1848, la República parlamentaria de Francia y los gobiernos de toda la Europa continental, fueron obligados a fortalecer, con sus medidas de represión contra el movimiento popular, los medios de acción y la centralización de ese poder gubernamental. De este modo, todas las revoluciones sólo perfeccionaban la maquinaria del Estado, en lugar de arrojar fuera esta carga mortificadora.

Las fracciones y partidos de las clases dominantes que alternativamente luchaban por la supremacía, consideraron la ocupación y la dirección de esta inmensa maquinaria de gobierno como el botín principal del vencedor. Ésta se centró en la creación de inmensos ejércitos permanentes, una hueste de sabandijas del Estado, y enormes deudas nacionales.

Durante la época de la monarquía absoluta, era un instrumento de la lucha de la sociedad moderna contra el feudalismo, coronada por la Revolución francesa, y bajo el primer Bonaparte sirvió no sólo para subyugar la Revolución y aniquilar todas las libertades populares; era un instrumento de la Revolución francesa para golpear en el extranjero, para crear para Francia en el Continente, en lugar de monarquías feudales, Estados más o menos siguiendo la imagen de Francia.

Bajo la Restauración y la Monarquía de julio se convirtió no sólo en medio de la violenta dominación de clase de la clase media, mas en medio de agregar a la explotación económica directa una segunda explotación del pueblo, asegurando a sus familias [es decir, a las de la clase media] todos los emplazamientos ricos de la casa del Estado (State household).

Por último, durante la época de la lucha revolucionaria de 1848, sirvió como medio de la aniquilación de esa Revolución y de todas las aspiraciones a la emancipación de las masas populares.

Pero el Estado parásito recibió sólo su último desarrollo durante el Segundo Imperio. El poder gubernamental, con su ejército permanente, su burocracia que todo lo dirige, su clero embobecedor (stultifying) y su servil jerarquía judicial, se habían hecho tan independientes de la sociedad misma que un aventurero grotescamente mediocre, con una hambrienta banda de bandidos detrás suya, bastaba para manejarlo.»

La fisionomía y carácter del poder del Estado

«Su carácter político cambió simultáneamente con los cambios económicos de la sociedad. Al mismo paso que el progreso de la industria desarrolló, ensanchó e intensificó el antagonismo de clases entre capital y trabajo, el poder gubernamental asumió cada vez más el carácter de poder nacional del capital sobre el trabajo, de una fuerza política organizada para reforzar la esclavitud social, de un mero ingenio del despotismo de clase.»

«...En el mismo grado en que el progreso económico de la sociedad moderna inflaba las filas de la clase obrera, acumulaba sus miserias, organizaba su resistencia y desarrollaba sus tendencias a la emancipación -en una palabra, que la lucha de clases moderna, la lucha entre trabajo y capital, asumía figura y forma-, [en ese mismo grado] la fisionomía y el carácter del poder del Estado sufrían un cambio notable. Siempre había sido el poder para el mantenimiento del orden, es decir, del orden existente de la sociedad y, por lo tanto, de la subordinación y explotación de la clase productora por la clase apropiadora.

Pero, mientras este orden era aceptado como una necesidad incontrovertible e incontestada, el poder del Estado podía asumir un aspecto de imparcialidad. Mantenía la subordinación existente de las masas, que era el inalterable orden de cosas y un hecho social que no era sometido al concurso de las masas, ejercida por sus “superiores naturales” sin solicitud.

Con la entrada de la sociedad misma en una nueva fase, la fase de lucha de clases, el carácter de su fuerza pública organizada, el poder del Estado, no pudo más que cambiar también (sufre también un marcado cambio) y desarrolla cada vez más su carácter de instrumento del despotismo de clase, de ingenio político que perpetúa por la fuerza el esclavizamiento social de los productores de la riqueza por sus apropiadores, [instrumento] de la dominación económica del capital sobre el trabajo.»

«Sobre los talones de cada revolución popular, marcando una nueva fase progresiva en la marcha (el desarrollo) (el curso) de la lucha de las clases (la lucha de clases), el carácter represivo del poder del Estado se torna más despiadado y más despojado de disfraz.»

«Después de cada nueva revolución popular, que resultaba en la transferencia de la dirección de la maquinaria del Estado de un grupo de las clases dominantes a otro, el carácter represivo del poder estatal se desarrollaba más completamente y era usado más implacablemente, porque las promesas hechas, y en apariencia aseguradas por la Revolución, sólo podrían romperse mediante el empleo de la fuerza. Además, el cambio operado por las sucesivas revoluciones sólo sancionó políticamente el hecho social, el poder creciente del capital, y, por consiguiente, transfirió el poder del Estado más y más directamente a manos de los antagonistas directos de la clase obrera.»

La conquista del poder por el proletariado y la Comuna

«Pero el proletariado no puede, como las clases dominantes y sus diferentes fracciones rivales han hecho en las horas sucesivas a su triunfo, simplemente tomar posesión del cuerpo del Estado existente y manejar este instrumento ya hecho para su propio propósito. La primera condición para la posesión del poder político, es transformar [la] maquinaria de funcionamiento y destruirla -un instrumento de la dominación de clase-.

Esa enorme maquinaria gubernamental, estrujando como una boa constrictor el verdadero cuerpo social en las redes ubicuas de un ejército permanente, una burocracia jerárquica, una policía obediente, un clero y una magistratura servil, fuera forjada primero en los días de la monarquía absoluta como un arma de la naciente sociedad de la clase media en sus luchas de emancipación del feudalismo.

La primera Revolución francesa, con su tarea para dar pleno alcance al desarrollo libre de la moderna sociedad de la clase media tenía que barrer todas las fortalezas locales, territoriales, municipales y provinciales del feudalismo, preparó la base social para la superestructura de un poder estatal centralizado, con órganos omnipresentes ramificados según el plan de una división sistemática y jerárquica del trabajo.

Pero la clase obrera no puede simplemente tomar posesión de la maquinaria del Estado ya lista y manejarla para su propio propósito. El instrumento político de su esclavitud no puede servir como el instrumento político de su emancipación.»
«La verdadera antítesis del Imperio mismo -esto es, del poder del Estado, el ejecutivo centralizado, del que el Segundo Imperio era sólo la fórmula agotadora- era la Comuna.

Este poder del Estado constituye, de hecho, la creación de la clase media, primero como un medio para derribar el feudalismo, luego como un medio para aplastar las aspiraciones emancipatorias de los productores, de la clase obrera. Todas las reacciones y todas las revoluciones sólo habían servido para transferir ese poder organizado -esa fuerza organizada de la esclavitud del trabajo- de unas manos a otras, de una fracción de las clases dominantes a la otra.

Había servido a las clases dominantes como medio de subyugación y de vil enriquecimiento. Había absorbido nuevas fuerzas de cada nuevo cambio. Había servido como instrumento para echar abajo cualquier levantamiento popular y sirvió para aplastar a las clases trabajadoras después de que hubieran luchado y fuese ordenado asegurar su transferencia de una parte de sus opresores a los otros.

Ésta no era, por tanto, una revolución contra esta o esa forma legitimada, constitucional, republicana o imperialista del poder del Estado. Era una revolución contra el Estado mismo, este aborto sobrenaturalista de la sociedad, una reasunción por el pueblo y para el pueblo de su propia vida social. No era una revolución para transferirlo de una fracción de las clases dominantes a otra, sino una revolución para derribar esta misma hórrida maquinaria de dominación de clase. No era una de esas luchas enanas entre las formas ejecutiva y parlamentaria de la dominación de clase, sino una revuelta contra ambas, integrando la una con la otra, y de las que la forma parlamentaria era sólo el engañoso trabajo entre horas del Ejecutivo.

El Segundo Imperio era la forma final de esta usurpación del Estado. La Comuna era su negación definida, y, por consiguiente, la iniciación de la Revolución Social del siglo XIX. Cualquiera que fuese, por tanto, su destino en París, daría le tour du monde*. Fue aclamada en seguida por la clase obrera de Europa y los Estados Unidos como la palabra mágica de liberación. Las glorias y las hazañas antediluvianas del conquistador prusiano parecían sólo alucinaciones de un pasado ya dejado atrás.

Era sólo la clase obrera la que podría formular mediante la palabra “Comuna”, e iniciar mediante la combatiente Comuna de París, esta nueva aspiración. (...)
Sólo los proletarios, encendidos por una nueva tarea social que cumplir por ellos [mismos] para toda la sociedad, suprimir todas las clases y la dominación de clase, eran los hombres encargados de romper el instrumento de esa dominación de clase, el Estado, el poder gubernamental centralizado y organizado que usurpa ser el amo en lugar del sirviente de la sociedad. (...)

Por ellos fue destruido, no como una forma peculiar de poder gubernamental (centralizado), sino como su más poderosa expresión, elaborada en aparente independencia de la sociedad, y, por consiguiente, también su realidad más prostituida, cubierta de arriba a abajo por la infamia, habiéndose establecido en la corrupción absoluta en casa y en la ineficacia absoluta en el exterior.
Pero esta misma forma de dominación de clase sólo había sido derribada para hacer al Ejecutivo, la maquinaria gubernamental del Estado, el gran y único objeto de ataque para la revolución.

El parlamentarismo en Francia había llegado a su fin. Su último término y más pleno poder fue la República Parlamentaria de mayo de 1848 hasta el coup d'état.** El Imperio que la asesinó era su propia creación. Bajo el Imperio, con su cuerpo legislativo y su senado -con esta forma había sido reproducido en las monarquías militares de Prusia y Austria-, había sido una mera farsa, un mero trabajo entre horas del despotismo en su forma más cruda. El parlamentarismo estaba entonces muerto en Francia y la revolución de los obreros no iba ciertamente a despertarlo de esta muerte.»

«La Comuna -la reabsorción del poder del Estado por la sociedad como sus propias fuerzas vivas en lugar de como fuerzas que la controlan y la subyugan, por las masas populares mismas, formando su propia fuerza en lugar de la fuerza organizada de su opresión- [es] la forma política de su emancipación social, en lugar de la fuerza artificial (apropiada por sus opresores, su propia fuerza opuesta a ellos y organizada contra ellos) de la sociedad manejada por sus enemigos para su opresión. La forma era simple, como todas las grandes cosas.

La reacción de las revoluciones anteriores -el tiempo necesario para todos los desarrollos históricos, y en el pasado siempre perdido en todas las revoluciones en los mismos días del triunfo popular, cuando quisiera que [el pueblo] hubiese rendido sus brazos victoriosos, para ser vuelto contra sí mismo- [se afrontó] en primer lugar mediante el desplazamiento del ejército por la Guardia Nacional.

El autogobierno obrero y las funciones estatales

«Es una absurdidez decir que las funciones centrales, no de autoridad gubernamental sobre el pueblo, sino necesarias para las necesidades generales y comunes del país, se volverían imposibles. Estas funciones existirían, pero los funcionarios mismos no podrían, como en la vieja maquinaria gubernamental, alzarse a sí mismos sobre la sociedad real, porque las funciones iban a ser ejecutadas por agentes comunales y, por tanto, siempre bajo control real. Las funciones públicas dejarían de ser una propiedad privada conferida por un gobierno central a sus herramientas.»

«[Se disipa] la ilusión de que la administración y la gobernación política fuesen misterios, funciones transcendentes a ser confiadas únicamente a las manos de una casta adiestrada -los parásitos del Estado, sicofantes ricamente pagados y sinecuristas en los puestos más altos, absorbiendo la inteligencia de las masas y volviéndolas, contra ellas mismas, a los lugares más bajos de la jerarquía.


Suprimiendo la jerarquía del Estado en conjunto y reemplazando a los altaneros amos del pueblo por servidores siempre revocables, una falsa (mock) responsabilidad por una responsabilidad efectiva (real), en tanto actúan continuamente bajo la supervisión pública. Pagados como obreros cualificados, 12 libras al mes, no excediendo el salario más alto de 240 libras al año, un salario de poco más de 1/5, según una gran autoridad científica, Profesor Huxley, para satisfacer a un empleado para la junta de la Escuela Metropolitana.

Toda la farsa de los misterios del Estado y de las pretensiones del Estado fue suprimida mediante una Comuna, que consistía mayormente en simples obreros, organizando la defensa de París, cargando con la guerra contra los pretorianos de Bonaparte, asegurando el aprovisionamiento de esa inmensa ciudad, cubriendo todos los puestos hasta ahora divididos entre el gobierno, la policía y la prefectura, haciendo su trabajo públicamente, simplemente, bajo las circunstancias más difíciles y complicadas, y haciéndolo, como Milton hizo su Paraíso Perdido, por unas pocas libras, actuando a la brillante luz del día, sin pretensiones de infalibilidad, no escondiéndose detrás de las oficinas de circunlocución, no avergonzados de confesar las pifias (blunders) corrigiéndolas.

Haciendo por orden de las funciones públicas -militares, administrativas, políticas- funciones de los obreros reales, en lugar de atributos ocultos de una casta especializada; (manteniendo el orden en la turbulencia de la guerra civil y la revolución) (iniciando medidas de regeneración general).

Cuales quiera fuesen los méritos de las únicas medidas de la Comuna, su mayor medida era su propia organización, improvisada con el enemigo extranjero por una puerta y el enemigo de clase por la otra, probando por su vida su vitalidad, confirmando sus tesis por su acción. Su apariencia era la de una victoria sobre los vencedores de Francia. El París cautivo reasumió por una intrépida primavera la dirección de Europa, no dependiendo de la fuerza bruta, sino tomando la dirección del movimiento social, dando cuerpo a las aspiraciones de la clase obrera de todos los países.

Con todas las grandes ciudades organizadas en Comunas siguiendo el modelo de París, ningún gobierno podría reprimir el movimiento mediante la sorpresa de una reacción repentina. Incluso para este paso preparatorio, el tiempo de incubación, la garantía del movimiento, llegó.

Toda Francia [sería] organizada en Comunas autoadministradas (self-working) y autogobernadas, el ejército permanente reemplazado por las milicias populares, suprimido el ejército de parásitos del Estado, la jerarquía clerical desplazada por el maestro de escuela, el juez del Estado transformado en órganos comunales, el sufragio para la representación nacional no una materia de juego de manos para un gobierno todopoderoso, sino la expresión deliberada de las Comunas organizadas, las funciones del Estado reducidas a unas pocas funciones para propósitos nacionales generales.

Tal es la Comuna -la forma política de la emancipación social, de la liberación del trabajo de las usurpaciones (posesión de esclavos) de los monopolistas de los medios de trabajo, creada por los trabajadores mismos o constituyendo el don de la naturaleza-. Como la maquinaria del Estado y el parlamentarismo no son la vida real de las clases dominantes, sino sólo los órganos generales organizados de su dominio, las garantías políticas, formas y expresiones del viejo orden de cosas, así la Comuna no es el movimiento social de la clase obrera y, por tanto, de una regeneración general de humanidad, sino los medios organizados de acción.

La Comuna no suprime las luchas de clases, a través de las cuales las clases obreras se esfuerzan por la abolición de todas las clases y, por consiguiente, [de la dominación de clase] de todas las clases (porque no representa un interés peculiar, representa la liberación del “trabajo”, que es la condición fundamental y natural de la vida individual y social que sólo por la usurpación, el fraude y las invenciones artificiales puede ser desplazada desde la minoría sobre la mayoría), pero ella ofrece el medium racional en que esa lucha de clases puede recorrer sus diferentes fases del modo más racional y humano.

Ella podría empezar reacciones violentas y como las revoluciones violentas. Comienza la emancipación del trabajo -su gran meta- suprimiendo el trabajo improductivo y perjudicial (mischievous) de los parásitos del Estado, por un lado cortando las fuentes que sacrifican una inmensa porción del producto nacional para el alimento del monstruo del Estado; por el otro, haciendo el verdadero trabajo de la administración, local y nacional, por salarios obreros. Empieza, por consiguiente, con un inmenso ahorro, con la reforma económica así como con la transformación política.

Con la organización comunal una vez establecida firmemente a una escala nacional, las catástrofes que todavía podría tener que sufrir serían las insurrecciones esporádicas de los esclavistas, lo que, mientras que por un momento interrumpiría el trabajo de progreso pacífico, solamente aceleraría el movimiento, poniendo la espada en manos de la Revolución social.

La clase obrera sabe que ellos tienen que atravesar fases diferentes de lucha de clases. Saben que el reemplazo de las condiciones económicas de la esclavitud del trabajo por las condiciones del trabajo libre y asociado pueden sólo ser la obra progresiva del tiempo (esa transformación económica), que no sólo requieren un cambio de distribución, sino una nueva organización de la producción, o más bien la liberación de las formas sociales de producción del presente trabajo organizado (engendradas por la presente industria), de las tramas de la esclavitud, de su presente carácter de clase, y su armoniosa coordinación nacional e internacional.

Ellos saben que este trabajo de regeneración será una y otra vez ralentizado e impedido por la resistencia de los intereses establecidos y de los egoísmos de clase. Saben que la presente “acción espontánea de las leyes naturales del capital y de la propiedad de la tierra” sólo pueden reemplazarse por “la acción espontánea de las leyes de la economía social del trabajo libre y asociado”, a través de un largo proceso de desarrollo de nuevas condiciones, como lo fueran la “acción espontánea de las leyes económicas de la esclavitud” y la “acción espontánea de las leyes económicas de la servidumbre”.

Pero ellos saben, al mismo tiempo, que pueden darse grandes pasos en seguida a través de la forma comunal de organización política y que ha llegado la hora de empezar ese movimiento para ellos mismos y para la humanidad.»

«Las aspiraciones del proletariado, la base material de su movimiento, es el trabajo organizado a gran escala, aunque ahora organizado despóticamente, y los medios de producción centralizados, aunque ahora centralizados en manos del monopolista, no sólo como medios de producción, sino como medios de la explotación y esclavizamiento del producteur.*

Lo que el proletariado tiene que hacer es transformar el presente carácter capitalista de ese trabajo organizado y esos medios de trabajo centralizados, transformarlos de medios de dominación de clase y explotación de clase en formas de trabajo libre asociado y medios sociales de producción.»

Fuente: Envíos a Nuestro Correo/ Prensa Popular Comunistas Miranda
http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com/
Correo: pcvmirandasrp@gmail.com

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