Vicente Lombardo Toledano y La Revolución De Octubre
Por: Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.
Dos aspectos interrelacionados de la personalidad de Vicente Lombardo Toledano son: el de combatiente infatigable al servicio de la clase obrera y los pueblos de México y del mundo, y el de hombre de ideas del más alto nivel, estudioso profundo y minucioso, pensador metodológicamente riguroso. Sustentó la convicción de que existe unidad dialéctica entre el conocimiento y la lucha fructífera para modificar la realidad con un sentido progresivo, que enunció en estos términos: “sin saber no es posible luchar, sin luchar no es posible saber” y fue consecuente con ella a lo largo de su vida.
Por eso, cuando en 1935, siendo dirigente de la Confederación General de Obreros y Campesinos de México, visitó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas por primera vez, invitado por los sindicatos soviéticos, aprovechó la oportunidad para examinar la realidad del país en que había triunfado la Revolución Socialista dirigida por Lenin, y acerca del cual se difundían las cuestiones más contradictorias, muchas de ellas inverosímiles, pero poco sabían con certeza los pueblos de México y América Latina.
Para entonces, hacía una década que Lombardo había emprendido y desarrollado el estudio sistematizado de la filosofía del materialismo dialéctico, formulada por Marx y Engels, y había hecho suya la afirmación de que la filosofía no sólo es instrumento para conocer la realidad sino también medio para transformarla. Con ese convencimiento, Lombardo, como él mismo afirma, halló para siempre su sitio en el mundo: “el de un militante de la revolución que debe liquidar la explotación del hombre por el hombre y concluir la querella milenaria entre el hombre y la naturaleza”.
Con ese bagaje de conocimientos y firmeza llegó Lombardo a la URSS y recorrió una parte significativa de su inmenso territorio, de agosto a noviembre del citado año, lapso que empleó en formarse una opinión sustentada sobre su realidad. Para ese fin, examinó la geografía de la URSS y su etnografía; y, a partir de su conocimiento del pasado histórico de ese país multinacional, estudió su presente; analizó los rasgos que caracterizaron al régimen zarista en contraste con los del nuevo régimen, que se había empezado a edificar apenas 18 años atrás y que sin embargo ya apuntaba avances portentosos.
Comparó la teoría marxista con la realidad concreta que ahí se estaba dando; dialogó con los obreros y los campesinos; entrevistó a científicos, intelectuales y artistas; a dirigentes sindicales y políticos; habló con elementos representativos de los diversos sectores de la nueva sociedad sin clases que ahí se erigía. Observó la vida cotidiana en diversas regiones del país en lo económico, político y social; valoró los obstáculos enormes que enfrentaba y las soluciones que el nuevo régimen iba poniendo en práctica para vencerlos.
Y llegó a la conclusión de que lo que ahí se edificaba era el mundo del porvenir, al que todos los pueblos del mundo aspiran y tienen derecho: la nueva sociedad sin explotadores ni explotados, en la que el hombre dejaba de ser el lobo del hombre, la sociedad socialista. Ahí, en la Unión Soviética, todo esto empezaba a ser ya una realidad, como fruto de la revolución más trascendente de la historia de la humanidad: la Revolución Socialista de Octubre, dirigida por el genio de Lenin quien, con sus camaradas, aplicara al efecto los principios de la filosofía marxista.
Desde la tierra soviética, Lombardo envió sus impresiones de viaje en la forma de artículos periodísticos que la prensa mexicana reprodujo, y a su regreso dictó una serie de conferencias dirigidas a la clase trabajadora de nuestro país, en las que informó de sus observaciones, expuso sus juicios y desmintió las versiones falsas que propalaban los medios de comunicación al servicio de la burguesía y el imperialismo.
De aquel momento en adelante, Lombardo tuvo siempre a la Unión Soviética entre los objetos de su examen acucioso y permanente, sin perder de vista jamás su origen revolucionario clasista ni los diversos aspectos de su interaccionar en el escenario del mundo, enfrentada con el imperialismo como su enemigo mortal, aunque no el único; analizó las diversas contradicciones internas y externas que la URSS enfrentó en la construcción del socialismo, y plasmó sus opiniones en ensayos, conferencias, discursos, artículos, mensajes y otros documentos.
Hoy en día, transcurridos 90 años de la Revolución Socialista de Octubre y poco más de tres lustros de que la Unión Soviética fuera disuelta, en 1991 --en el marco de una correlación mundial de fuerzas que en el último cuarto de siglo ha sido muy diferente, adversa a la clase obrera y a los pueblos del mundo, en medio de la llamada globalización neoliberal-- las versiones que se difunden y dominan respecto a ambos fenómenos, la Revolución de Octubre y la sociedad que se construía en la URSS, tienden a la simplificación absurda de una realidad, que por sí misma es compleja, y a la alteración y vulgarización de los hechos históricos; y sobre esas bases falsas, con frecuencia se formulan conclusiones que, en tales condiciones, son necesariamente equivocadas.
Tales manipulaciones, las más de las veces vienen, como siempre ha sido, de las trincheras del imperialismo y la burguesía más reaccionaria y anticomunista, pero otras se originan desde posiciones que se dicen de izquierda y socialistas, quizá por confusión, en algunos casos, por seguir una moda efímera, en otros, o por seguir ventilando viejas rencillas, como es el caso de la corriente que se proclama trotskista.
En estas circunstancias, es sumamente útil conocer y valorar los testimonios sobre la Revolución Socialista de Octubre y la Unión Soviética, de un conocedor de primera mano, como lo fue Lombardo, y conocer sus opiniones y valoraciones, siempre sustentadas, sobre todo a partir del hecho de que, siendo un militante de la lucha revolucionaria socialista y comunista y un firme e inclaudicable partidario del marxismo-leninismo, al mismo tiempo ejerció siempre un pensamiento riguroso, ajeno a toda propaganda de tipo panfletario, porque tenía la convicción de que ese tipo de propaganda es estéril, en tanto que no educa a la clase trabajadora y al pueblo y, por lo mismo, no cumple con la función de contribuir a la edificación del sujeto de la revolución, tampoco la del hombre nuevo.
Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo. Ciudad de México, a 18 de octubre de 2007.
Fuente: Partido Popular Socialista de México / RedGlobe/Prensa Popular Comunistas Miranda
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