Por: Jerónimo CarreraPara mis camaradas de la Central Unitaria de Trabajadores de Venezuela (CUTV), en especial. Aquí se viene hablando, de un tiempo para acá, de la inutilidad de los sindicatos, con el alegato de que ya no son necesarios. Idea que no es nueva, pues eso mismo decían ochenta años atrás, el tirano Juan Vicente Gómez y sus asesores. Sin embargo, Venezuela tuvo que dar su adhesión al Buró Internacional del Trabajo (BIT), hoy conocido con la sigla de OIT, todo ello por órdenes de sus jefes imperialistas.
Igual le sucedió a Marcos Pérez Jiménez, ese otro guachimán que tuvo incluso que construir casas sindicales y crear sindicatos fantasmas a los cuales asignaba falsos dirigentes. También bajo la presión de la embajada yanqui, como siempre, y para simular una libertad sindical ante esa OIT que nada hacía por la libertad de un dirigente sindical como Jesús Faría, de notoriedad internacional y a quien el régimen perezjimenista mantuvo preso, sin juicio alguno, durante ocho años.
Pero a lo que quiero referirme en esta oportunidad es al ataque en contra del sindicalismo, bajo cubierta de un pensamiento filosófico y sociológico que se autocalifica como lo más avanzado en la materia. Importado de un país de “primer mundo”, desde luego, y esta vez dicho país es Francia, para ponernos a tono con la moda, ya que de allí viene siempre “le dernier cri” de la moda cuando se trata de la vestimenta femenina.
En efecto, se busca vestir a la sociedad actual con ropajes nuevos, o mejor dicho, disfrazarla para ocultar su ropaje sucio y desvaído en extremo. De eso quiere encargarse el profesor Rigoberto Lanz con u
n artículo titulado ¿Qué hay de los proletarios? (El Nacional, 17-5-09), y en el cual plantea abiertamente la tesis de una desaparición de ese proletariado industrial de las sociedades modernas.
Para responder a esta tesis (y no al profesor Lanz unipersonalmente, debo aclarar) voy a limitarme aquí a reproducir algunos puntos de una larga exposición que hizo Vladimir Ilich Lenin, hace ya casi ochenta años, es cierto, pero que a mi juicio mantiene toda su validez.
Fue hecha en Moscú, el 30 de diciembre de 1920, en una reunión conjunta de miembros de las direcciones del partido bolchevique y de los sindicatos. Nos dicen:
“Los sindicatos no son sólo históricamente necesarios: son también una organización del proletariado industrial históricamente inevitables…”
“Pero no es una organización estatal, no es una organización coercitiva; es una organización educadora, una organización que atrae e instruye; es una escuela, escuela de gobierno, escuela de administración, escuela de comunismo. Es una escuela de tipo completamente excepcional, pues no se trata de maestros y alumnos, sino de cierta combinación original en extremo de lo que ha quedado del capitalismo, y debía quedar sin falta, y de lo que promueven de su seno los destacamentos revolucionarios avanzados, por decirlo así, la vanguardia revolucionaria del proletariado.”
“Pues bien, habl
ar del papel de los sindicatos sin tener en cuenta estas verdades significa llegar ineluctablemente a una serie de inexactitudes.”
“Durante la transición al socialismo es inevitable la dictadura del proletariado…”
“Y sin contar con una base como los sindicatos es imposible ejercer la dictadura, es imposible cumplir las funciones estatales. Pero estas funciones deben ser cumplidas a través de una serie de instituciones especiales de un tipo nuevo, a saber: a través del mecanismo de los Soviets.”
(Todas estas citas están tomadas del Tomo XI, Obras Escogidas, en doce tomos, Editorial Progreso, Moscú 1977.)
Por ahora baste, y que los “renovadores” del pensamiento revolucionario nos salgan de inmediato a tildar de dogmáticos, estalinistas, etc