Por: Jerónimo Carrera Motivo de una muy sincera reflexión –y por lo tanto de una profunda autocrítica, desde luego- debería ser para todos los venezolanos y al mismo tiempo para todos los colombianos, que en verdad constituimos un mismo pueblo, la reciente experiencia de un peligroso impasse en las relaciones entre nuestros respectivos gobiernos. Personalmente, puedo recordar que ya antes se han presentado, de vez en cuando, situaciones generadoras de tensiones entre nuestros dos países, pero creo que nunca tales tensiones alcanzaron el punto de ruptura en el plano diplomático que tuvieron en esta crisis de ahora. Todavía mucho peor, todo indica que hemos estado al borde del abismo bélico. Cosa absurda, ciertamente, aunque no por esto dejó de ser real. Poco faltó para llegar a caernos a tiros, como muchachos alocados, sin darnos cuenta de lo que significa hoy en día una guerra, del tipo que sea, con la altísima capacidad de destrucción del armamento que nuestro enemigo común, el imperialismo, ha puesto a la disposición de pequeños países como los nuestros. Después de un conflicto bélico, como lo estamos viendo en casos de tiempos actuales, ese mismo imperialismo que facilita el armamento y estimula su empleo en contiendas absurdas, seguramente se presentará a ofrecernos sus servicios para la reconstrucción física de una y otra parte contendiente. Hay sin embargo, en el caso de las relaciones fluctuantes que sostienen los gobernantes de Venezuela y Colombia, un elemento adicional de extraordinaria importancia, y es el pensamiento bolivariano que Washington ha hecho, hace y hará todo lo que pueda para lograr sepultarlo definitivamente. Ese es un objetivo fundamental del Departamento de Estado, del Pentágono, de la CIA y de todos los demás instrumentos de la política de dominación yanqui sobre nuestro continente americano, y hasta podría decirse que a escala mundial. Para entender a cabalidad lo que ha venido sucediendo últimamente en las relaciones colombo-venezolanas, debe tomarse en cuenta que más allá de la afinidad cultural y étnica que nos une, igual a como existe con otros pueblos hermanos, Colombia y Venezuela formaron durante más de una década un Estado sólidamente unido, y cuya destrucción fue obra de la política conjunta que en contra de ese Estado desarrollaron con arteras maniobras divisionistas Londres y Washington. Desde entonces, durante casi dos siglos completos, todos los países al sur de Estados Unidos han estado sometidos al monroísmo, doctrina totalmente opuesta al bolivarianismo. Impedir la reunificación de Venezuela y Colombia, por lo tanto, es un objetivo básico de la política exterior de Estados Unidos, una política de fundamentos bipartidistas, compartida por republicanos y demócratas, y por ello resulta inútil y algo tonto esperar que pueda variar de un modo significativo con un cambio de guardia presidencial el próximo año. Pues mantener separados lo más posible a venezolanos y colombianos equivale, sin duda alguna, a impedir o al menos retardar el proceso de unificación del conjunto de países que hasta hoy conforman el llamado traspatio de Estados Unidos. Por desgracia, así lo he escrito en otras ocasiones, el partido de Bolívar siempre fue minoritario, tanto en Colombia como en Venezuela. Y lo sigue siendo todavía actualmente. Por eso digo que he visto, con mucho dolor para un marxista que cree en el internacionalismo de Marx en conjunción legítima con el de Bolívar, la reacción patriotera que tanto allá como acá ha brotado en estos días recientes. Mientras tanto, el acto criminal cometido en el Putumayo por agentes de Washington, al estilo hitleriano, ha quedado impune. Una reflexión necesaria, es que solamente unidos podremos los venezolanos y los colombianos demostrar que somos bolivarianos. |
Encuentro de Partidos Comunistas de América Latina
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*Importante y trascendental iniciativa de los comunistas peruanos*
*Artículo de El Comunista, edición de Mayo)*
*Organizado por el Partido Comunista Peruan...
Hace 6 años
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